Recursos para la introducción de las reuniones de diálogo de la SGEs
Los beneficios de todo el Sutra del loto quedan contenidos en los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo.
Pasaje de Conversación entre un venerable y un hombre no iluminado, en END, pág. 137. Se cree que este tratado fue escrito en el segundo año de Bun’ei (1265). Se desconoce quién fue su destinatario; sin embargo, en la parte final del texto, el interlocutor no iluminado se refiere a sí mismo como «un hombre que porta arco y flechas» y cuya profesión «se vincula con las armas», motivo por el que algunos sugieren que Nichiren Daishonin lo envió a algún samurái o miembro de la clase guerrera. Atribulado por las contradicciones que advierte en las muchas cosas que ha escuchado, y decidido a descubrir cuál es la enseñanza correcta, el hombre no iluminado emprende un viaje en busca de un maestro capaz de esclarecerle estas cuestiones. Tras visitar varios templos, finalmente da con un venerable que practica el Sutra del loto. El título del escrito alude al diálogo que mantienen ellos dos. En un sentido amplio, el «venerable» representaría al Daishonin y el «hombre no iluminado», a la población del Último Día de la Ley.
Nam-myoho-renge-kyo contiene los beneficios de los 28 capítulos del sutra [del loto].
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El Daishonin se refiere a los beneficios de entonar el daimoku en muchos pasajes de sus escritos. Por ejemplo: «Los beneficios que uno adquiere recitando los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo son realmente inmensos».[1] «De todos los que pronuncian las palabras Nam-myoho-renge-kyo, así sea una sola vez, ni uno dejará de convertirse en un buda».[2]
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El beneficio del daimoku es, de verdad, inconmensurable. Cuando entonamos Nam-myoho-renge-kyo día tras día con vigor y avanzamos con ánimo y alegría, nunca nos encontramos en situaciones sin salida.
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Además, hay una frase de El logro de la budeidad en esta existencia que debemos tener muy presente: «[A]unque recite Nam-myoho-renge-kyo y crea en él, si piensa que la Ley está fuera de usted, no está abrazando la Ley Mística, sino una enseñanza inferior».[3] Nunca busquemos la Ley Mística fuera de nosotros mismos.
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La vida de cada uno es, en esencia, una corporeización de la Ley Mística, merecedora de supremo respeto. La práctica de entonar Nam-myoho-renge-kyo nos permite extraer el poder ilimitado que reside dentro de nosotros.[4]
En la disertación de la cual se han extraído la cita y los párrafos de comentario reproducidos arriba, Daisaku Ikeda profundiza en el modo en que la entonación de Nam-myoho-renge-kyo enriquece nuestras vidas:
El primer significado [de myo, de myoho o Ley Mística] es «abrir». El Daishonin señala: «el ideograma myo significa “abrir”. Aunque uno tenga un arca llena de tesoros, si no posee la llave no podrá abrirla, y si no consigue abrirla, tampoco podrá ver los tesoros que hay en su interior».[5]
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La frase «los tesoros que hay en su interior» se refiere a la naturaleza de buda dentro de nosotros. Cada ser posee la naturaleza de buda. No es un atributo limitado a un grupo o clase especial de personas. A través de abrir el arca de tesoros que tenemos dentro, todos podemos manifestar la budeidad. En otras palabras, el budismo Nichiren allana el camino para la iluminación de todos los seres humanos.[6]
Esta imagen enviada desde Valencia constituye, en sí, una prueba del poder benefactor del daimoku. No hace mucho, el grupo de diálogo Benimaclet se debatía para seguir adelante, al haberse visto mermado en extremo a causa de circunstancias relacionadas con la pandemia. La decisión de no tirar la toalla, sino emprender una «contraofensiva de aliento», acercándose a cada persona con la meta de que nadie se quedara atrás, lo ha llevado a multiplicar sus fuerzas por diez. ¡Enhorabuena!
Envío de imágenes a: prensa@ediciones-civilizacionglobal.com
[1] ↑ On Reciting the Daimoku of the Lotus Sutra, en WND-2, pág. 229.
[2] ↑ Not a One Will Fail to Attain Buddhahood, en WND-2, pág. 1081.
[3] ↑ El logro de la budeidad en esta existencia, en END, pág. 3.
[4] ↑ Véase este número, sección «Estudio».
[5] ↑ El daimoku del «Sutra del loto», en END, pág. 152.