El camino de la Soka es la pista de despegue hacia una vida de triunfo


Por Daisaku Ikeda · Diciembre de 2022


Durante el pasado año, cada uno de ustedes, nuestros dedicados compañeros de cada lugar […] han avanzado a paso firme en sus incansables esfuerzos en bien del budismo, la felicidad de los demás y el bienestar de sus comunidades, la sociedad y el mundo. Si pudiésemos calcular la distancia total que han recorrido en sus diversas actividades a lo largo del año, obtendríamos una cifra astronómica.

Nichiren Daishonin, el Buda del Último Día de la Ley, sin duda estará elogiando sin reservas su dedicación a la fe. Recuerdo estas palabras que escribió a Shijo Kingo y a su esposa Nichigen-nyo: «[M]e pregunto si el bodisatva Prácticas Superiores no se habrá alojado en su cuerpo para asistirme a lo largo del camino [literalmente, «asistir al camino de Nichiren»]. ¿O no habrá sido, quizá, un designio del buda Shakyamuni, señor de las enseñanzas?».[1]

Nosotros, Bodisatvas de la Tierra unidos por los lazos de maestro y discípulo, estamos abriendo el camino de la Soka –un camino que sigue el «camino de Nichiren»– en los lugares donde hemos elegido cumplir nuestro juramento por el kosen-rufu. Es el camino del «logro de la budeidad en esta existencia», donde todos nos desafiamos en nuestra revolución humana, avanzando con el Daishonin y la Ley Mística. Es el camino de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», donde nos consagramos a crear un mundo seguro y próspero para todos. Es el camino de la «eterna transmisión de la Ley», en el que trabajamos para asegurar que la savia vital del kosen-rufu perdure por todos los tiempos. El honor de haber seguido este camino de la Soka, año tras año, es más elevado que el cielo y más profundo que el mar.

El Daishonin escribe: «Usted [Nanjo Tokimitsu, con su apoyo a Nichiren] está prolongando la vida del Sutra del loto y, de ese modo, haciendo ofrendas a los budas de las tres existencias [del pasado, presente y futuro]. Esto significa, creo yo, que su beneficio es el de abrir los ojos de todos los seres de las diez direcciones. Es algo tan sublime [o noble] que no puede expresarse con palabras».[2]

Nuestra labor silenciosa para propagar compasivamente la Ley Mística, día tras día y mes tras mes, podrá parecer en este momento demasiado invisible como para llamar la atención de la gente o ser reconocida, pero tengan la seguridad de que todos los budas y deidades celestiales elogian y protegerán nuestro esfuerzo incomparable por recorrer esta senda, digna del máximo respeto. Las generaciones futuras se asombrarán de nuestros logros, que les harán «abrir los ojos», las inspirarán a buscar el camino, y harán que más y más personas quieran sumarse a nuestro movimiento.

El presidente fundador de la Soka Gakkai Tsunesaburo Makiguchi declaró: «El budismo de Nichiren Daishonin es como el sol, que vela cálidamente por nuestro camino a lo largo de la vida».[3]

Compartamos la luz y la calidez del camino Soka con quienes, con el corazón aterido, deambulan por la oscuridad sin encontrar el rumbo. Porque el nuestro es un camino de esperanza bañado por el sol, que corporeiza la afirmación del Daishonin de que «el invierno siempre se convierte en primavera».[4] Y es la pista de despegue hacia una vida de triunfo, en la que podemos convertir los sufrimientos del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte en las virtudes de la eternidad, la felicidad, la verdadera identidad y la pureza.

¡Cuán nobles son
nuestros jóvenes del mundo,
quienes siguen los pasos
de los hombres y mujeres,
afrontando con orgullo toda prueba y tempestad!

(Traducción del artículo publicado en la edición de diciembre de 2022 del Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai).


[1] Una exhortación a no mezquinar los feudos, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, págs. 864-865.

[2] Reply to Ueno (Respuesta a Ueno), en The Writings of Nichiren Daishonin, Tokio: Soka Gakkai, 2006, vol. 2, pág. 590.

[3] Hyoden Makiguchi Tsunesaburo (Biografía de Tsunesaburo Makiguchi), Tokio: Daisanbunmei-sha, 2017, pág. 290.

[4] El invierno siempre se convierte en primavera, en END, pág. 561.

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