El capítulo «La duración de la vida de El Que Así Llega» · Parte II (1/3)


Un sublime estado interior que nos permita sentir alegría tanto en la vida como en la muerte


Publicamos una nueva entrega de la serie de disertaciones de Daisaku Ikeda Iluminando el mundo con el budismo del sol dedicada a abordar pasajes fundamentales del Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente.

En la prolongada historia de la humanidad, uno de los interrogantes de mayor interés para la filosofía y la religión, tanto en Oriente como en Occidente, ha sido la naturaleza de la vida y la muerte.

El budismo también nació a partir de una intensa lucha espiritual por superar las aflicciones del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte, simbolizadas en la crónica de los cuatro encuentros de Shakyamuni.[1]

Nichiren Daishonin, desde muy temprana edad, caviló profundamente sobre el significado de la vida y la muerte. Escribió al respecto:

Que yo recuerde, he venido estudiando las enseñanzas budistas desde mi niñez. Y he tenido oportunidad de pensar: «La vida de un ser humano es fugaz. […] Es propio de la naturaleza humana que no podamos saber lo que habrá de ocurrir en el minuto siguiente, seamos sabios o necios, jóvenes o ancianos. Por lo tanto, primero he de aprender sobre la muerte, y luego sobre las otras cuestiones».[2]

El señor Toda también solía comentar que el verdadero propósito de la fe se orientaba al momento de la muerte. Y agregó: «La cuestión última que el budismo debe resolver es la muerte, y el budismo de Nichiren Daishonin proporciona a esa pregunta la respuesta más fundamental».[3]

¿Cómo entendemos la muerte? Esto es algo inseparable de la forma en que deberíamos vivir. Confrontar la muerte sin rodeos y reconocer la naturaleza eterna de la vida nos permite tener una existencia mucho más plena y sólida. Para esto, precisamente, existe la religión.

UNA VISIÓN DE LA VIDA Y LA MUERTE QUE OFREZCA A LA HUMANIDAD UNA LUZ DE ESPERANZA

En septiembre de 1993, hace treinta años [en 2023], fui invitado a disertar por segunda vez a la Universidad de Harvard.[4] Allí observé que la humanidad, en su afán de conquistar el miedo y la aprensión a la muerte, siempre ha aspirado a algo eterno, razón por la cual la religión es tan antigua como la historia humana. Pero la civilización moderna –señalé– ha apartado la mirada de esta cuestión fundamental de la existencia:

Morir es más que la mera ausencia de vida; la muerte –junto con la vida activa– es necesaria para la formación de un todo más grande y esencial. Ese todo más amplio que menciono refleja la profunda continuidad de la vida y la muerte que experimentamos como individuos y expresamos mediante la cultura. Uno de los desafíos más imperiosos que nos aguardan en el siglo venidero es establecer una cultura basada en la comprensión de la vida y la muerte, y en la eternidad esencial de la vida. Esta actitud no implica desestimar la muerte, sino enfrentarla en forma directa, para situarla dentro del contexto más amplio de la vida.[5]

La esencia del budismo Mahayana yace en su clara visión sobre la vida y la muerte que, al abrir la posibilidad de experimentar ambas con alegría, infunde una luz de esperanza a la humanidad.

LA NOBLE LABOR DE ELEVAR EL ESTADO DE VIDA DE CADA PERSONA

El Sutra del loto enuncia la culminación del pensamiento de Shakyamuni sobre la vida y la muerte. Cuando esta profunda comprensión se asiente como base espiritual de la humanidad, elevará el estado de vida de cada individuo y abrirá las puertas a una gran transformación, conduciendo a crear sociedades donde todos podamos convivir en paz y en armonía. He aquí el propósito de nuestra noble tarea de cara al kosen-rufu. En ello, además, radica la trascendencia histórica de todos nuestros esfuerzos por dar a conocer la Ley Mística. El budismo Nichiren impulsa una profunda percepción de la naturaleza interior de nuestra vida, y un entendimiento claro y perspicaz sobre la vida y la muerte, que transforma cualquier temor o angustia a la hora de morir en una visión lúcida y valiente de la realidad, para poder experimentar júbilo tanto en la vida como en la muerte.

La parte del Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente que estudiaremos en esta entrega expone de manera cabal y completa esta visión esclarecedora e insuperable sobre la vida y la muerte.

(Continuar leyendo la parte 2/3).


[1] ↑ Cuatro encuentros: Cuatro situaciones que expusieron a Shakyamuni, cuando aún era el príncipe Siddhartha, ante las aflicciones del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Un día, durante un paseo, cruzó el linde del palacio por la puerta del este, y vio a un anciano. En otra oportunidad, salió por la puerta del sur, y vio a alguien enfermo. En una tercera ocasión, al atravesar la puerta del oeste, vio un cadáver. Por fin, habiendo traspasado la puerta del norte, vio a un asceta.

[2] ↑ The importance of the moment of death (La importancia del momento de la muerte), en WND-2, pág. 759.

[3] ↑ TODA, Josei: Toda Josei zenshu (Obras completas de Josei Toda), Tokio: Seikyo Shimbunsha, 1985, vol. 5, pág. 364.

[4] ↑ El 24 de septiembre de 1993, el presidente Daisaku Ikeda dictó su segunda conferencia como orador invitado en la Universidad de Harvard. La presentación se tituló «El budismo Mahayana y la civilización del siglo XXI». En esta disertación, sugirió que el budismo Mahayana tenía tres aportes para hacer a la civilización del siglo XXI: ser una fuerza impulsora para la creación de una sociedad de paz; ser una fuente restauradora del humanismo; y ofrecer un sustento filosófico para la convivencia simbiótica de todas las cosas.

[5] ↑ Véase IKEDA, Daisaku: «El budismo Mahayana y la civilización del siglo XXI».

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