El impulso transformador del diálogo


Natalia Rada · Miranda de Ebro, Burgos


Natalia Rada

Empecé a practicar el budismo Nichiren en 2005, y tres años después recibí el Gohonzon. Considero que, desde entonces, he avanzado mucho en mi revolución humana, logrando transformar significativamente mi corazón y, de esta forma, también mi entorno.

Recientemente, gracias a las actividades de la Soka Gakkai, he podido experimentar en mi propia vida el lema de la campaña «El uno es madre de diez mil». El pasado mes de agosto, en la región Norte de la SGEs, a la que pertenezco, celebramos la tercera «Jornada Soka», un encuentro online dedicado a dar a conocer el budismo de Nichiren Daishonin y la filosofía humanística de Daisaku Ikeda a personas cercanas que nos han manifestado su interés.[1] Para esta jornada, en el equipo de responsables nos trazamos una meta muy elevada, acorde con nuestra convicción en la necesidad de la difusión de nuestros valores en los tiempos que vivimos: alcanzar 300 invitados.

Me hacía muchísima ilusión, porque la experiencia que habíamos tenido en ediciones anteriores había sido realmente profunda. Personalmente, lo viví como una oportunidad para invitar a todas esas personas con las que había iniciado diálogos sobre la práctica budista, entre quienes había familiares y personas de mi entorno más cercano.

«¡Este es el momento! ¡Generemos un torbellino de diálogo!».[2] Grabé estas palabras de aliento de mi maestro, que siempre me motiva a compartir la Ley Mística con las personas con quienes me relaciono, y tomé acción.

«¡Este es el momento! ¡Generemos un torbellino de diálogo!». Grabé estas palabras de aliento de mi maestro, que siempre me motiva a compartir la Ley Mística con las personas con quienes me relaciono, y tomé acción.

Me puse en contacto con cada una de esas personas con las que anteriormente había conversado y empecé mi campaña personal. Fue una experiencia preciosa: pude profundizar y conocer de cerca la situación actual de cada una. Mantuvimos diálogos de corazón a corazón, y varias compartieron conmigo sus sufrimientos, preocupaciones, alegrías… Y, algo muy grato, algunas personas que habían empezado a practicar muy recientemente, sin haber podido asistir aún a ninguna reunión, ¡me hablaron de beneficios que ya estaban experimentando!

Para afrontar este reto que me había propuesto, mi estrategia fue la del Sutra del loto,[3] es decir, empezar por el daimoku, orando seria y sinceramente por sus vidas, atendiendo a las preocupaciones, sufrimientos y alegrías que habían tenido la confianza de transmitirme.

De este modo, llegué a invitar a la jornada a más de cuarenta personas, de las que diecisiete pudieron finalmente participar. Entre estas se encontraban mi madre, mi pareja, mi tía, mi prima, mi vecina, y varios amigos y amigas. Una de estas fue mi amiga Yoli, con quien había compartido habitación en un viaje de amigas en julio, algo que nos dio la oportunidad de dialogar en profundidad sobre la vida.

Natalia, con su amiga Yoli

¡Esta jornada ha supuesto verdaderamente un punto de partida en mi vida! Como dice Ikeda Sensei, en una frase que tengo grabada a fuego en mi corazón: «Para nosotros, la forma de generar el tiempo propicio para expandir nuestro movimiento es valorar cada relación humana y establecer lazos de confianza de persona a persona».[4] Pasadas unas semanas, sigo en contacto frecuente con todas estas personas, enviándoles palabras de aliento, preguntándoles cómo están, y esforzándome por cuidarlas y atenderlas. Esta actividad me ha permitido percibir nuevamente la genuina alegría de compartir la Ley Mística y experimentar de cerca las pruebas reales de su beneficio en los demás.

Gracias a este desafío, también he podido abordar algo profundamente arraigado en el karma de mi familia. Mi entorno familiar siempre estuvo caracterizado por el silencio, el miedo y los prejuicios, y de fondo había un problema grave con el alcohol. El alcoholismo es una afección que requiere una toma de responsabilidad individual por parte de quien la padece, pero mi determinación era lograr unión y armonía familiar.

Deseaba transformar la situación y cortar el sufrimiento de raíz. Pedí orientación en la fe a una responsable en la SGEs, y ella me transmitió la confianza en que a través de mi práctica y mi compromiso con las actividades de Gakkai podía lograr ese cambio sin falta, y liberar de este sufrimiento a las nuevas generaciones de mi familia. Desde ese momento, este objetivo estuvo siempre presente en cada daimoku que entonaba y en cada actividad; pero fue gracias al impulso de la campaña de diálogo que logré concretar esta victoria.

He podido abordar algo profundamente arraigado en el karma de mi familia […] y liberar de este sufrimiento a las nuevas generaciones […]. Fue gracias al impulso de la campaña de diálogo que logré concretar esta victoria.

En este periodo, he tenido que entablar numerosos diálogos, escuchar mucho y estar muy atenta a cada situación en la familia. Con mi padre, he conseguido romper una barrera de comunicación y ahora podemos conversar sinceramente. Por otro lado, mi madre, que venía recitando daimoku diariamente desde marzo, finalmente asistió por primera vez a una actividad Soka, la propia jornada. Y está experimentando un gran beneficio, que se extiende directamente a toda la familia. Ahora luchamos juntas, formando un gran equipo junto a mi hermana, que también es miembro de la SGEs. ¡Lo cierto es que el diálogo ha sido toda una revelación para mi familia!

La semana pasada, hablando con un profesional sobre este tema, me dijo: «Tú ya has cortado de raíz este problema familiar». Esta apreciación me permitió corroborar la sabiduría del buda Soka Gakkai, que me ha orientado a lo largo de este proceso.

Natalia, con su tía, su hermana y su madre.

Aparte del gran beneficio familiar, en el aspecto laboral también estoy viviendo lo que me atrevo a definir como un éxito rotundo. Dirijo un centro de yoga en mi ciudad, y no solo he conseguido salir victoriosa de los meses más duros de la pandemia, sino que, además, el curso pasado me llamaron de un colegio público para trabajar como maestra de ciencia. Con ello tuve la buena fortuna de poder incluir en mi jornada laboral dos horas de trabajo con alumnado de 5.º de primaria, y de que esto fuera posible gracias a que me necesitaran en el único horario que yo tenía disponible. Ni siquiera estaba en la lista de interinos, qué increíble…

Desarrollé una relación muy bonita con el profesorado y las familias, y especialmente con los niños y niñas. Mi experiencia con los pequeños fue tan hermosa que he decidido volver a matricularme en la universidad para adquirir la especialidad en la que me gustaría desempeñarme en un futuro: pedagogía terapéutica.

En mi clase había un niño diagnosticado con TEA y, sabiendo que también era profesora de yoga y que con mis herramientas profesionales podría intervenir ayudando en su inclusión, me dieron la oportunidad de trabajar con él. ¡Fue una experiencia maravillosa! Sus compañeros de clase colaboraban mucho y en el recreo nos juntábamos con los demás niñas y niños para hacer yoga juntos. No solo él se sentía muy bien, sino que los otros niños también disfrutaban juntos.

Ahora, cuando me encuentro con los niños en la calle, me llaman, nos abrazamos y me preguntan si este curso seguiré con ellos… Esto reafirma mi decisión de formar parte de la comunidad educativa en un futuro próximo.

«Si nosotros, que practicamos el budismo Nichiren, vivimos de manera activa y enérgica, la sociedad florecerá y avanzará en dirección a la paz y la seguridad».

Me doy cuenta de que la campaña «El uno es madre de diez mil» es de vital importancia. Como sostiene Nichiren Daishonin, «aunque haya una enseñanza admirable como el Sutra del loto y aunque exista el buda Shakyamuni, la gente común no se percata de ello».[5] ¡Somos nosotros quienes debemos emplear la voz para dar a conocer la grandeza del budismo a quienes todavía no la conocen! A día de hoy, lo hago continuamente, me sale naturalmente: pienso en todo lo que he logrado transformar en mi vida gracias a la práctica, y deseo espontáneamente que todas las personas tengan esa oportunidad. De este modo confío en estar saldando mi deuda de gratitud.

Para concluir, dedico estas palabras de mi maestro a todas las personas que, como yo, quieren ser agentes de cambio en la sociedad: «Si nosotros, que practicamos el budismo Nichiren, vivimos de manera activa y enérgica, la sociedad florecerá y avanzará en dirección a la paz y la seguridad».[6] ¡Muchísimas gracias!


[1]En relación con la actividad citada, véase también, en este número, la sección «Actualidad».

[2]Véase Civilización Global, n.º 207, julio 2022, sección «Punto de partida».

[3]Véase La estrategia del «Sutra del loto», en END, pág. 1045 y ss.

[4]Véase Civilización Global, n.º 207, julio 2022, sección «Para dialogar».

[5]El exilio a Izu en END, pag 37.

[6]Véase Civilización Global, n.º 207, julio 2022, sección «Punto de partida».

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