El poder transformador del budismo de la siembra


Orientación para la SGEs


El 24 de agosto de 1947, un domingo, diez días después de su primer encuentro con Josei Toda, Daisaku Ikeda ingresó en la Soka Gakkai. En su diario reflejó que había sido un día muy caluroso, de más de 35 grados –una temperatura extrema en la húmeda bahía de Tokio–. La ceremonia del gongyo, que en esa época era muy larga, se desarrolló con lentitud, y le costó mucho mantenerse tanto tiempo sentado a la manera tradicional japonesa, de rodillas. A pesar de estas dificultades, la confianza que le había merecido la personalidad de Toda Sensei le llevó a no desistir en su decisión de iniciar el camino de la fe. Más tarde escribiría: «La lucha por establecer la enseñanza correcta para la paz en la tierra, que emprendí ese 24 de agosto, a mis diecinueve años, se convirtió en el propósito de mi juventud y de mi vida entera».[1]

Mi corazón baila
de alegría,
hoy, una vez más.[2]

Ya han pasado 75 años desde ese momento. Con este acontecimiento tan significativo en la vida de nuestro maestro y en el movimiento del kosen-rufu mundial en mente, en la SGEs decidimos convertir este agosto, tan caluroso como aquel, en un mes aún más activo: buscando más oportunidades de encontrarnos con nuestros amigos y de invitarlos a unirse a esta jubilosa danza a través de participar con nosotros en encuentros de diálogo; aprovechando las vacaciones escolares para dar un nuevo impulso a la campaña de encuentros con los miembros del grupo Casals del Departamento Futuro, en los que hablarles del significado de su asamblea del próximo mes de septiembre; y, como ya es tradición, participando en los cursos de verano convocados en cada región de nuestra organización, en algunos casos personalmente, y en otros a través de la oración por su éxito.

En la SGEs decidimos convertir este agosto […] en un mes aún más activo.

En El exilio a Izu, Nichiren Daishonin escribió: «[A]unque haya una enseñanza admirable como el Sutra del loto y aunque exista el buda Shakyamuni, la gente común no se percata de ello».[3] De ahí que el Daishonin asumiera activamente el desafío de guiar a la humanidad a la iluminación en lo que el budismo identifica como el período impuro del Último Día de la Ley, y que urgiera a las personas a cultivar su budeidad interior. Con ello, abrió el camino a la transformación radical de la época a partir de la transformación de la vida humana. Y este desafío fue recibido como legado y revitalizado en la época moderna por los tres sucesivos presidentes fundadores de la Soka Gakkai, llevando a la práctica la condición del budismo Nichiren de budismo de la siembra, a través de sembrar las semillas de la Budeidad.[4]

En referencia a este tema, Ikeda Sensei ha escrito:

Todos los sufrimientos, en última instancia, derivan de no tener conciencia de la Ley, o de no poder creer en ella aun cuando llegamos a conocerla; ambas condiciones surgen de la ilusión o ignorancia fundamental. La iluminación del Buda transforma esta ignorancia y esta ilusión en sabiduría. […]  Como resultado de este desafío, surge sabiduría en nosotros, y se produce un cambio interior que activa nuestro estado de Budeidad. Este potencial de transformar instantáneamente la ignorancia en sabiduría, al igual que el Buda, representa nuestra naturaleza de Buda. Todas las formas de vida poseen esta naturaleza en forma inherente.

El Daishonin identificó esta naturaleza de Buda inherente a todos los seres como Nam-myoho-renge-kyo. Y estableció el medio por el cual todas las personas pueden manifestar la Budeidad en esta existencia: entonar Nam-myoho-renge-kyo y creer en él. De este modo, es posible convertir la oscuridad en luz, los deseos mundanos en iluminación, y lograr un estado de vida insuperable, rebosante de beneficios. Esta es la base del budismo Nichiren.[5]

Después de proclamar su enseñanza, el Daishonin adoptó la entonación del daimoku como base para la iluminación de las personas en el Último Día de la Ley, y dedicó su vida al gran camino de la propagación de esta Ley de Nam-myoho-renge-kyo.

Esta transformación interior que tiene lugar en lo profundo de nuestra vida, y que va de la ignorancia a la fe, es el corazón mismo del budismo Nichiren. Cuando tenemos una fe inamovible en la Ley Mística, se activa nuestra naturaleza de Buda inherente y se manifiesta con potencia el estado de vida de la budeidad. Por otro lado, cuando no damos espacio a la fe o cedemos ante la duda, nuestra naturaleza de Buda se repliega a la inactividad y nuestra vida se envuelve de oscuridad.

Cuando tenemos una fe inamovible en la Ley Mística, se activa nuestra naturaleza de Buda inherente y se manifiesta con potencia el estado de vida de la budeidad.

Daisaku Ikeda continúa:

«Sembrar la semilla de la budeidad» es una expresión metafórica que alude a la activación de la naturaleza de Buda. En Las bases para manifestar la Budeidad, el Daishonin lo explica de manera muy simple: «El Sutra del loto es como la semilla; el Buda es como el sembrador, y el pueblo es como el campo».[6] Cuando el labrador ha sembrado la semilla, el pueblo puede llenarse de grandes frutos en el campo de su corazón; es decir, que las personas mismas son las que obtienen el fruto de la Budeidad.

Sin embargo, es equivocado interpretar que la semilla de la budeidad no existe en la vida de las personas hasta que el Buda no la planta en su interior. La verdad es que la naturaleza de Buda existe de forma originaria en la vida de las personas. Pero, dado que esa naturaleza se activa y se despliega como estado de budeidad mediante la enseñanza del Buda, parecería que la semilla de la Budeidad es plantada por el Buda. En consecuencia, en algunos casos la expresión «semilla de la budeidad» se refiere a la naturaleza de Buda inherente a la vida humana, y en otros casos indica la enseñanza del Buda, que posee el poder de activar la naturaleza de Buda.[7]

El capítulo 13.º del Sutra del loto presenta a los habitantes del mundo saha como personas de capacidad inferior para comprender la Ley, que «se entregan a la corrupción y al mal, plagadas de una extrema arrogancia, dotadas de méritos superficiales, irascibles, impuras, aduladoras, engañosas, y dueñas de un corazón insincero».[8] Sin embargo, es en este mundo de intensa complejidad donde los Bodisatvas de la Tierra aparecen y actúan, basados en su juramento de dar a conocer la grandeza de la Ley Mística.

Es en este mundo de intensa complejidad donde los Bodisatvas de la Tierra aparecen y actúan.

El Daishonin cita el siguiente fragmento del Sutra del loto: «Las semillas de la Budeidad germinan como resultado de las circunstancias, y por esta razón, ellos predican el vehículo único».[1] La vida de todas las personas está dotada intrínsecamente de la causa para lograr la budeidad: la naturaleza de Buda. La condición que activa la naturaleza de Buda es el vehículo único: el Sutra del loto o, en el Último Día, Nam-myoho-renge-kyo. Y, a través del encuentro y del diálogo de corazón a corazón, podemos sembrar y hacer germinar la semilla de la budeidad.

Hagamos de este histórico agosto el mes más fecundo en encuentros humanos, generando allí donde estemos todas las circunstancias para la siembra, con la convicción de que «El uno es madre de diez mil».


[1]IKEDA, Daisaku: «El juramento del 24 de agosto», parte 1, Seikyo Shimbun, 24/8/2011.

[2]Ib.

[3]En END, pág. 526.

[4]Sembrar las semillas de la budeidad: Primera de las tres fases del proceso que lleva a cabo un buda para conducir a las personas hacia la budeidad, que se relacionan con el crecimiento de una planta. En la fase de la siembra, implanta la semilla de la iluminación en el corazón de las personas.

[5]IKEDA, Daisaku: «El soberano, el maestro y los padres en el budismo de la siembra del Último Día de la Ley», parte 2, de la serie «Conferencias sobre “La apertura de los ojos”», Daibyakurenge, noviembre 2005.

[6]En END, pág. 786.

[7]«El soberano, el maestro y los padres en el budismo de la siembra del Último Día de la Ley», op. cit.

[8]SL, cap. 13, pág. 190.

[9]Ib., cap. 2, pág. 41. Citado en Las propiedades del arroz, en END, pág. 1163.

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