Por Daisaku Ikeda
«Imágenes desgarradoras […] de calles que una vez fueron pacíficas, devastadas». «Gente perdida en la confusión; una mujer que sostiene un bebé grita»… Lamentablemente, los episodios de terror y guerra a lo largo de la historia humana han sido tantos que resulta imposible saber de entrada a cuál aluden específicamente estas palabras. En cierto modo, poco importa: al leerlas, traen a nuestra mente imágenes demasiado recientes, demasiado actuales, y reavivan el deseo compartido de que el ciclo del odio y la violencia simplemente termine de una vez. Pero «¿en qué podemos basar nuestros esfuerzos por abrir el horizonte a tal renacimiento?». Con la voluntad de profundizar en ello, reproducimos a continuación un extracto del poema del que provienen las frases citadas.
Transformar
la energía de la diversidad cultural
en la unidad de la construcción,
las llamas del conflicto
en la luz de la solidaridad,
los erosionantes torrentes de la desconfianza
en un ancho río de confianza.
¿En qué podemos basar
nuestros esfuerzos por abrir
el horizonte a tal renacimiento?
Es precisamente con este propósito,
mis queridos y preciados amigos,
que debéis desarrollar en vuestro interior
la condición de vida de jiyu,
los Bodisatvas de la Tierra.
Mientras cada grupo se interna
en la búsqueda de sus raíces y orígenes,
la sociedad se quiebra en mil fisuras.
Pero, si los vecinos se distancian
de sus vecinos, proseguid vosotros vuestra búsqueda
sin ceder ni vacilar,
hasta encontrar vuestras auténticas raíces
en las regiones más profundas de la vida.
Buscad las «raíces» primordiales de la humanidad.
Entonces veréis desplegarse ante vosotros, sin falta,
el majestuoso reino de jiyu –el surgimiento de la tierra–
en las honduras de vuestra vida.
He aquí el hogar, la morada
a la cual se remonta
el origen de los seres humanos:
más allá de todas las fronteras,
más allá de todas las diferencias […].
He aquí un mundo que ofrece la prueba real
de nuestra humanidad.
Al retornar a esta raigambre fundamental,
se ve que todos somos amigos y camaradas.
Comprenderlo con la vida es lo que significa «surgir de la tierra».
El budismo habla
de la red de conexiones
del origen dependiente. […]
Esta profunda comprensión […]
es la clave para resolver
las cuestiones más apremiantes y fundamentales
que enfrenta la humanidad.
Pasado, presente, futuro…
Causas y efectos de las tres existencias
fluyen sin cesar, como la realidad de la vida;
interconectadas, dan lugar a todas
las diferencias y distinciones.
Atrapada en esas diferencias,
la sociedad humana se ve asolada
por una contienda interminable.
Pero el budismo de la verdadera causa[1]
expuesto por el Daishonin,
cuya enseñanza abrazamos,
nos permite romper el conjuro
del karma –las causas y efectos pasados–
y despertar a la gran humanidad
antes latente en nuestros corazones:
la vida de jiyu. […]
Este, otro nombre del Bodisatva de la Tierra,
representa la grandeza, el esplendor,
del ser humano tal cual es,
una vez liberado de toda falsa distinción y ornamento.
¡Despierta la vida de jiyu en tu interior!
Cuando el brillante sol de la verdadera causa se eleva,
la miríada de astros de las causas y los efectos pasados
se desvanecen[2]
y surge un supremo mundo de unión armoniosa:
la unión de amigos y camaradas
que manifiestan, cada uno, la condición de vida
de los Bodisatvas de la Tierra,
y ofrecen una prueba intemporal de que, efectivamente,
«la asamblea sobre el sagrado Pico del Águila continúa en toda su solemnidad y aún no se ha dispersado».[3]
¡Ah, mis queridos amigos,
a quienes amo y respeto tan profundamente,
es fundamental que podáis, ahora,
percibir nítidamente
la red de vida que une a todas las personas!
El budismo habla
de la red de conexiones
del origen dependiente.
Nada en este mundo existe solo;
todo surge y tiene continuidad
en respuesta a causas y condiciones.
Padre e hijo.
Esposo y esposa.
Amigos. Razas.
La humanidad y la naturaleza.
Esta profunda comprensión
de la convivencia, de la simbiosis,
es la clave para resolver
las cuestiones más apremiantes y fundamentales
que enfrenta la humanidad […].
Las escrituras budistas incluyen
la parábola de los «dos manojos de juncos»,
que ilustra cabalmente esa relación
del origen dependiente.
Solo mediante el apoyo mutuo
pueden, los manojos, mantenerse en pie.
Si se aparta uno, el otro caerá.
Porque esto existe, existe también aquello;
porque aquello existe, existe esto también.[4]
[…] Las olas del egoísmo
socavan las orillas
de la sociedad contemporanea.
La tragedia de la división
envuelve el mundo en una espesa niebla.
Los individuos se tornan
meros restos, meros fragmentos:
manojos de juncos del yo menor en competencia,
bajo la amenaza de un colapso conjunto.
¡Amigos míos!
Daos cuenta, por favor, de que ya poseéis
la solución a este dilema.
Primero, debéis romper el duro caparazón
del yo menor; esto es
absolutamente necesario.
Entonces, dirigid vuestra lúcida mirada
hacia vuestros amigos, hacia vuestros compañeros.
Las personas solo podemos vivir plenamente
ayudando a otras personas a vivir.
Cuando transmitimos vitalidad a nuestros amigos,
es cuando nosotros vivimos realmente.
Las culturas solo pueden realizar
su máxima riqueza
honrando otras tradiciones.
Y solo respetando la vida natural
puede la humanidad seguir existiendo.
Este es el momento de tomar conciencia
de que, a través de relaciones
armoniosas y mutuamente inspiradoras,
el yo mayor despierta a la acción dinámica y
los lazos de la vida se restauran y sanan.
Entonces, en perfecto acuerdo con el principio de la floración
del cerezo, el ciruelo, el melocotonero y el albaricoquero,
nos deleita
una profusa exudación
de las fragancias únicas de cada persona y cada etnia.
[…] Sosteniendo en alto el estándar de la humanidad,
avancemos
de la división a la unión,
del conflicto a la convivencia,
del odio a la fraternidad.
En nuestros esfuerzos, en nuestra lucha,
no puede haber siquiera un momento
de pausa o estancamiento.
[…] Nunca olvidéis que solo a través de
un desafío implacable
–un paso tras otro, con constancia–
podemos hacer realidad nuestros ideales.
A través de
un desafío implacable
–un paso tras otro, con constancia–
podemos hacer realidad nuestros ideales.
El budismo es razón.
Por ello, mantened siempre el autocontrol.
Sed dueños de vuestras acciones.
Ejerced el sentido común en la sociedad.
Mantened una expresión sonriente en casa.
Sed corteses con amigos y compañeros,
como una cálida brisa primaveral para quienes sufren.
No escatiméis argumentos al dialogar con quienes están confundidos.
Pero, cuando tratéis con personas arrogantes,
¡sed audaces y valientes como un rey león!
[…] El budismo nos enseña los medios.
para superar el dolor fundamental de la vida:
los sufrimientos del nacimiento, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte,
de los que nadie puede escapar,
y que ningún grado de riqueza o fama
puede aliviar en lo más mínimo.
Toda persona, cualquier persona,
si se retrae
a una solitaria existencia humana,
no es más que un «junco» cargado de karma,
tembloroso ante el ataque
de esos cuatro sufrimientos.
Buscando la eternidad dentro de la impermanencia,
dejando atrás el engaño para nutrir la confianza,
construyendo la felicidad desde la angustia,
¡apresurémonos desde hoy hacia el mañana
en nuestra prodigiosa batalla
de la revolución humana!
(El poema se publicó íntegramente en la edición de enero de 2023 de Art of Living).
ACERCA DEL POEMA
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Daisaku Ikeda presentó «El sol de jiyu sobre una nueva tierra» en Los Ángeles hace treinta años, en enero de 1993. Unos meses antes, en la primavera de 1992, el veredicto del juicio de Rodney King había provocado un extendido malestar social y un debate nacional sobre la brutalidad de las fuerzas del orden, la discriminación racial y la disparidad económica, seguidos de graves disturbios en la ciudad angelina, con un terrible saldo de más de 60 víctimas mortales y más de 2300 personas heridas.
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En el poema, Ikeda Sensei expresa el deseo de que cada individuo despierte a su identidad esencial como jiyu, o Bodisatva de la Tierra (en japonés, jiyu no bosatsu), que se esfuerza incesantemente por construir una sociedad armoniosa basado en la práctica del respeto por la dignidad de la vida que expone el Sutra del loto y que elucida el budismo Nichiren.
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El poema es extenso y algunas partes tratan aspectos específicos de la realidad de Los Ángeles o de Norteamérica. Sin embargo, en él se afirma que, como nación multirracial, Estados Unidos «representa el futuro de la humanidad», un futuro «de posibilidades ilimitadas». Y el texto, indudablemente, transmite un mensaje de valor universal. Esto resulta evidente en el extracto aquí presentado, cuyo mensaje es tan pertinente en estos momentos en la cuenca mediterránea, Europa y el resto del mundo.
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[1] ↑ N. de E.: Si bien, desde la perspectiva literal del Sutra del loto, el principio místico de la verdadera causa alude a la causa primordial que permitió a Shakyamuni alcanzar la budeidad en el pasado distante, la fe en el budismo Nichiren abarca la práctica de esa causa fundamental –que es la Ley Mística– en la vida cotidiana, de modo que el pasado remoto se fusiona con el presente. De acuerdo con ello, los miembros de la Soka Gakkai toman el instante actual como punto de partida, un nuevo comienzo de la práctica del eterno camino del bodisatva.
[2] ↑ N. de E.: La teoría tradicional sobre el karma percibe el pasado como una función determinante que rige el presente. En contraste, Nichiren Daishonin declaró que su vida no estaba sujeta pasivamente a la ley general de causa y efecto, es decir, a dicho enfoque tradicional del karma, y consecuentemente los miembros de la Soka Gakkai –que adoptan la filosofía del budismo Nichiren– practican el principio de la transformación del karma en misión a través de la revolución humana.
[3] ↑ Pasaje de los escritos de T’ien-t’ai citado por Nichiren Daishonin en OTT, pág. 135.
[4] ↑ N. de E.: Véase Majjhima Nikaya (Colección de los Discursos Medianos), II, 32.