N.º 207 · Julio 2022
Ver el mundo en un grano de arena
y el cielo, en una flor silvestre,
tener el infinito en la palma de la mano
y la eternidad, en una hora.[1]
Si disponemos de una buena cobertura de 5G, hoy en día podemos comunicarnos a tiempo virtualmente real con alguien que se encuentra en nuestras antípodas, mediante un par de simples smartphones. Esta posibilidad y otras similares tienen, desde luego, aspectos potencialmente muy positivos. Pero, transcurridas ya varias décadas desde que Internet, el correo electrónico, los teléfonos móviles, etc. empezaran a ser usados masivamente, está bastante extendida también la conciencia de que la conectividad, de por sí, no garantiza la cercanía, la capacidad de escuchar, el ser escuchados, la posibilidad de influir en esas realidades lejanas que vivimos como si fueran cercanas, o incluso en las cercanas… Detrás de un emoji o un sticker divertidísimo puede esconderse una persona hundida, cuyo sufrimiento percibiríamos, quizá, si la llamáramos y oyéramos su voz –más aún si hiciéramos el esfuerzo de encontrarnos con ella–; detrás de una cuenta con cientos de miles de seguidores en una red social, puede haber una persona que se siente verdaderamente sola; y el doomscrolling, o consumo más o menos compulsivo de información acerca de sucesos o realidades negativas a nuestro alrededor, difícilmente nos ayudará a ejercer algún cambio positivo sobre ellas.
Por todo esto, los versos que hemos citado al inicio, que William Blake escribió antes de que se inventara siquiera el teléfono, tienen hoy nuevas implicaciones. Y nos parece que resuenan con el espíritu de la campaña que la SGEs lanzó al inicio de este año, «El uno es madre de diez mil», a la que desde esta revista tratamos de contribuir mes tras mes, entusiastas de ella como somos. Con ello en mente y en el corazón, nos atrevemos a añadir a esos versos una coda:
Ver a la humanidad entera
en la persona que tenemos frente a nosotros,
concentrar el esfuerzo de millones de eones en este instante
para compartir con ella «la mayor de todas las alegrías»[2]
y saber que este es, en palabras del maestro,
«el camino más seguro para crear un mundo pacífico».[3]
Nos damos esta licencia poética no por capricho, sino porque la amplitud y la profundidad de los contenidos de este número hace difícil resumirlos en este artículo introductorio de una manera más convencional. Y porque, en su diversidad, se diría que dichos contenidos –inspirados, como se expone en la sección «Este mes», por los significados que para el movimiento Soka tienen los días 3, 11, 16 y 19 de julio– coinciden esencialmente al vehicular esta clase de mensaje sencillo, abarcable y empoderador.
De todo ello, deseamos una lectura inspiradora.
[1] ↑ BLAKE, William: The Portable Blake (Blake de bolsillo), Nueva York: The Viking Press, 1946, pág. 150.
[2] ↑ OTT, pág. 212, citado en este número, sección «Punto de partida».
[3] ↑ Véase este número, sección «Para dialogar».