Doctora en Educación, investigadora y docente en Educación e Infancia
Civilización Global (CG): Gracias, Mitsuko, por aceptar nuestra invitación a entrevistarte. La motivó el saber que dedicaste tu investigación doctoral a arrojar luz sobre una serie de aspectos de la realidad educativa de Sierra Leona, un país que acababa de salir de una terrible guerra civil. Esto está estrechamente relacionado con el tema que cierra la propuesta de paz de Daisaku Ikeda de este año: la llamada al refuerzo del apoyo a niños, niñas y adolescentes privados de oportunidades educativas debido a conflictos armados o a desastres. Háblanos, por favor, de tu experiencia en Sierra Leona.
Mitsuko Matsumoto (MM): Esta experiencia me demostró la importancia de proporcionar una educación de buena calidad.
Durante el tiempo que viví en Sierra Leona comprobé que los niños y las familias reconocen la importancia de la educación para salir de la pobreza. «La educación es la clave del éxito» es una frase que escuché repetidamente a niños y jóvenes que entrevisté. Hacían enormes esfuerzos para ir a la escuela, y muchos deseaban llegar al nivel universitario.
Sin embargo, no muchos pueden alcanzar el nivel educativo deseado. Tras la guerra, la educación primaria sí se hizo accesible para casi todos; muchas escuelas se reconstruyeron y oficialmente –si bien hay tarifas ocultas– la asistencia es gratuita. Pero se hace más difícil avanzar a la escuela secundaria y más allá.
Las familias con muchos hijos se ven obligadas a elegir estratégicamente a cuál darán, en sacrificio de los otros, un mayor nivel de educación, esperando que obtenga un trabajo que permita mantener a toda la familia.
Sin embargo, simplemente proporcionar acceso a la educación no es suficiente. Ni siquiera completar la educación secundaria garantiza salir de la pobreza. Las expectativas de los niños son que al recibir educación podrán obtener trabajos estables con altos salarios, pero esto no sucede para la mayoría. La calidad de la educación debe mejorar para fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y la autoconfianza.
CG: La pobreza y la dificultad de acceso a la educación, aunque en menor medida, también se dan en sociedades como la nuestra. El año pasado coordinaste un estudio donde esta realidad afloraba, ¿verdad?
MM: Sí, nuestro grupo de investigación hizo un trabajo de consultoría para Save the Children España sobre las barreras de acceso a la educación infantil de primer ciclo, es decir 0-3 años (EI 0-3), en familias desfavorecidas. El nivel de EI 0-3 no es necesariamente gratuito y, aun cuando lo es, las plazas públicas están limitadas, hasta el punto de que no todas las familias que las necesitan tienen acceso a ellas. Sobre todo, hemos identificado que la convergencia de múltiples circunstancias familiares, personales, materiales, de salud y legales sobrepasa a algunas familias e impide que gestionen con éxito los procesos de admisión.
Esto es así a pesar de que, para las familias en situación de riesgo social y/o exclusión socioeconómica, EI 0-3 cumple una misión clave en el desarrollo de sus hijos, cubriendo necesidades básicas al ofrecer, por ejemplo, oportunidades de alimentación y ocio positivo que a menudo ellas no pueden garantizar, por falta de espacio seguro o alimentos suficientes.
CG: La pandemia de COVID-19 ha repercutido seriamente en el ámbito educativo. Una de las investigaciones en las que participas en la actualidad, de ámbito europeo, aborda la vivencia de familias y niños en este período. ¿Crees que el desencadenamiento de esta crisis en países donde hasta hace muy poco la actividad educativa se desempeñaba con relativa normalidad nos está haciendo valorarla más?
MM: Sí. Para los niños está siendo una experiencia reveladora, porque anteriormente daban por sentado el poder ir a la escuela todos los días, y de pronto dejó de ser posible. Los niños que hemos entrevistado, con edades entre 6 y 12 años, nos han contado cómo extrañan a los amigos de la escuela. Cuando les hemos pedido dibujar lo que han echado de menos durante el confinamiento, muchos han incluido una imagen de su colegio.
La situación también ha obligado a otros miembros de las familias a involucrarse más en la educación, dándoles la oportunidad de conocer mejor en qué trabajaban los niños.
CG: Tenemos entendido que decidiste dedicarte a la investigación educativa inspirada por la pedagogía de la creación de valor. Actualmente formas parte del equipo docente de la asignatura Educación para la Felicidad de la Universidad de Alcalá, que nació por iniciativa de los profesores que ahora dirigen el Instituto Ikeda. ¿Cuál es tu experiencia de esta etapa pionera en la difusión de la filosofía educativa de Makiguchi, Toda e Ikeda en el ámbito académico europeo?
MM: Me siento afortunada, y considero que lo que estamos haciendo es realmente innovador. Una estudiante escribió: «mantienen esa inquietud en todos nosotros de ¿qué va a pasar en la siguiente clase? Y fomentan el respeto».
Mi sesión en particular trata el papel de los profesores desde el punto de vista de la educación Soka, y me concentro en ayudar a los alumnos a internalizarlo reflexionando sobre sus propias experiencias con profesores, y sobre qué tipo de profesores quieren ser. Creo que está dando frutos. Por ejemplo, una participante escribió: «mi visión del futuro será una educación […] [para] prosperar pero no por encima de otro, sino con la colaboración y cooperación de los demás. Para ello, debemos ser nosotros mismos personas cultas, críticas y con valores, […] referentes de conducta».