Fragmentos de «El 120.º natalicio de mi maestro», ensayo reciente de Daisaku Ikeda.
EN UN SEMINARIO DE ESTUDIO del Departamento de Jóvenes de la Soka Gakkai llevado a cabo en febrero [de 1952, Josei Toda] enunció su visión de la ciudadanía mundial y recalcó que todos éramos una sola familia humana.
Con el trasfondo dolorosamente trágico de la guerra de Corea, ponderó hasta el desvelo cómo poner fin a los sufrimientos de los pueblos de Asia y del mundo, con la vista puesta en la propagación de la Ley Mística y en la construcción de un futuro de convivencia pacífica para toda la humanidad.
Además de transmitirnos esa visión a los jóvenes, él mismo trabajó día y noche para ayudar a ser feliz a cada persona a quien conocía. En otras palabras, se dedicó a alentar personalmente a la gente y a hablar sobre las enseñanzas del budismo Nichiren.
El Daishonin señala: […] «Los diversos sufrimientos que experimentan los seres son los propios sufrimientos de Nichiren».[1]
Encarnando en su conducta este espíritu del Daishonin, Toda Sensei solía abordar sin rodeos los diversos problemas de la gente, ya fuesen económicos, de salud o de relaciones. Sabía que transformar el destino de la humanidad comenzaba por la revolución humana de cada persona.
A menudo decía a los miembros: «Quiero que todos sean felices». «Perseveren en la fe y en la propagación de la Ley Mística como mis discípulos».
Sin embargo, transmitir el budismo a otros era la tarea más difícil que podía haber. El camino para lograr la meta de las 750 000 familias, postulada por Toda Sensei [cuando asumió la presidencia de la Soka Gakkai, en mayo de 1951], parecía extremadamente largo.
Yo, discípulo directo, me puse en pie a los veinticuatro años con la determinación irrevocable de responder y retribuir lo mucho que debía a mi mentor. Junto a mis compañeros […] oramos intensamente, […] dispuestos a participar en un profundo diálogo budista [con la mayor cantidad posible de personas].
En el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, hablando de la relación entre nuestro cuerpo físico y los cinco caracteres de Myoho-renge-kyo, el Daishonin dice que las piernas corresponden a kyo [literalmente, «sutra» o «enseñanza»].[2] La buena fortuna y los beneficios de la Ley Mística se propagan cuando emprendemos la acción, cuando salimos a trabajar por la felicidad de los demás y en bien de la Ley.
En ese momento, nuestros miembros estaban asediados por toda clase de problemas y obstáculos, pero luchaban para tener una transformación visible como resultado de su fe. Pero mucha gente, incapaz de comprender su corazón o la filosofía budista, les respondía con insultos. Sin embargo, ellos siguieron orando por la felicidad de sus semejantes y pacientemente creando relaciones que los acercaran al budismo. ¡Cuán infinitamente dedicados y nobles eran esos camaradas!
A veces, nos atormentamos pensando cómo hacer para que algún conocido nuestro se decida a empezar la práctica. Pero estas son las preocupaciones de un buda. […] nos incentivábamos unos a otros citando las palabras del Daishonin: «Así y todo, no me he desalentado».[3] La verdad es que no escatimamos nada, día tras día, siempre dispuestos a dialogar con sinceridad y valentía, dispuestos a informar una victoria a Toda Sensei. Y porque tuvimos ese espíritu, triunfamos […].
Cuando los discípulos alinean el corazón con el de su maestro y se unen a sus compañeros como «distintas personas con un mismo propósito», pueden activar el incalculable poder del Buda y los ilimitados beneficios de la fe. Pueden lograr la victoria sin falta.
(Traducción del artículo publicado el 7 de febrero de 2020 en el Seikyo Shimbun). |
[1] ↑ OTT, pág. 138.
[2] ↑ El Daishonin escribe: «Podemos decir que nuestra cabeza corresponde a myo; la garganta, a ho; el tórax, a ren; el estómago, a ge, y las piernas, a kyo. Por lo tanto, nuestro cuerpo de un metro y medio de altura constituye los cinco ideogramas de Myoho-renge-kyo». Véase OTT, pág. 28.
[3] ↑ Las bases para manifestar la Budeidad, en END, pág. 786.