Irradiar la brillante luz de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra»


Por Daisaku Ikeda · Julio de 2020


MI PERIPLO de maestro y discípulo comenzó con el tratado de Nichiren Daishonin Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra.

En una reunión de diálogo (de agosto de 1947), dos años después de haber terminado la Segunda Guerra Mundial, conocí a quien sería mi maestro de vida, Josei Toda. En su disertación acerca de este texto capital, dijo a los presentes:

Una vez que alguien adopta la fe en el Gohonzon, lograr la budeidad por sí mismo pasa a ser algo sencillo para esa persona. Pero cuando yo pienso en nuestras familias, en nuestro país, en este mundo turbulento del siglo XX, lo que quiero es eliminar de la faz de la tierra las tragedias y sufrimientos. De eso se trata el kosen-rufu. ¿Querrían acompañarme?

Ante su clamor y junto a él, los jóvenes hicimos flamear resueltamente el estandarte de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», esencia del budismo Nichiren, en un Japón de posguerra devastado y en ruinas.

El tratado sigue la estructura de un diálogo entre un anfitrión y un huésped, ambos consternados por «raras perturbaciones en los cielos, acontecimientos extraños sobre la tierra, pestes y hambrunas»[1] que estaban ocurriendo en el país. En otras palabras, el punto de partida de ese intercambio es la preocupación conjunta por hallar solución a los sufrimientos reales de la gente.

En determinado momento de la conversación, el invitado se enoja y, con actitud autoritaria, amenaza con irse; en otra parte, se ofende e intenta descalificar al anfitrión diciéndole que es un «hombre de humilde formación».[2]

Pero este responde con una sonrisa tolerante y, con la seguridad de quien estudia el Sutra del loto,[3] prosigue ahondando en los temas sin perder la compostura. Ni se deja ganar por el enojo o el prejuicio, ni se permite caer en la resignación o la impotencia. En lugar de eso, trascendiendo la negatividad y la tendencia a trazar divisiones, analiza junto a su interlocutor los principios del Sutra del loto sobre la dignidad de la vida y lo va guiando hasta el punto de comprometerse juntos a orar y a actuar por «el orden y la tranquilidad en los cuatro sectores del territorio».[4]

En su escrito Razones por las cuales escribí «Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», el Daishonin despeja su intención: «Mi único propósito al hablar así es el bienestar de la nación, de la Ley y de los demás, no mi propio beneficio».[5]

La Soka Gakkai, incluso en las épocas más difíciles, ha perseverado en el diálogo con la misma motivación que Nichiren Daishonin devela en este tratado, ya que el compromiso de nuestro movimiento es continuar su gran lucha. Porque creemos en la naturaleza de Buda de cada persona, nos hemos elevado sobre las diferencias y hemos podido entablar incontables relaciones maravillosas como ese «amigo en el salón perfumado de orquídeas» [del que habla el escrito del Daishonin].[6] De tal modo, hemos construido una red de paz, cultura y educación en todo el globo.

El estandarte de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra» que nos legó Nichiren Daishonin, el Buda del Último Día de la Ley, hoy flamea en manos de los jóvenes ciudadanos del mundo de la Soka, cada uno de los cuales es un Bodisatva de la Tierra. Tengo la convicción de que ellos abrirán las puertas de un renacimiento de la vida en el siglo XXI, en respuesta a los problemas sin precedentes que hoy enfrenta la sociedad global, aunando la sabiduría colectiva de los pueblos del mundo.

El Daishonin escribe que el ejemplo de una persona que manifiesta su budeidad innata se aplica por igual a todos los seres.[7] La revolución humana de cada uno de los jóvenes de la Soka es una esperanza infinita…

¡Sigamos avanzando, hoy nuevamente, en esta admirable gesta de maestro y discípulo!

Tierra de tesoros de la Soka,
irradias la fúlgida luz del coraje
porque tenemos jóvenes que hacen ondear
el estandarte de la Ley Mística,
sin arredrar ante la adversidad.

(Traducción del artículo publicado en la edición de julio de 2020 del Daibyakurenge).


[1] Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, en END, pág. 6.

[2] Ib., pág. 18.

[3] Véase ib.

[4] END, pág. 25.

[5] Ib., pág. 173.

[6] En su tratado, Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, el Daishonin escribe: «¡Qué reconfortante! ¡Usted se ha relacionado con un amigo en el salón perfumado de orquídeas, y ahora su postura es recta como la artemisa que crece entre el cáñamo!». El «amigo en el salón perfumado de orquídeas» indica a la persona de virtud. Esto sugiere que la compañía de una persona virtuosa obra como una buena influencia, de la misma manera que uno, al estar en un salón lleno de orquídeas, queda impregnado de su fragancia. Véase op. cit., pág. 24.

[7] Véase WND-2, pág. 844.

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