La alegría de vencer sobre la debilidad y luchar por el kosen-rufu


Carmen Kobayashi | Madrid


Carmen Kobayashi | Foto: Dani Piedrabuena

Aunque nací en una familia budista, cuando de verdad empecé a practicar fue a los 19 años.

En agosto pasado tuve la oportunidad de participar como intérprete en el Curso de Estudio para Jóvenes de la SGI de Europa, en Milán.[1] Cuando, tiempo atrás, me habían propuesto ser parte de la actividad de traducción en la SGEs, en un primer momento no había querido, porque no me veía capaz. Pero una responsable me dijo que todas las actividades de la Soka Gakkai son una oportunidad para transformar nuestra inseguridad y nuestra negatividad.

Justo en esa época estaba luchando contra mi inseguridad y la ansiedad. También estaba luchando junto con mi madre por su enfermedad. Por entonces, leí unas palabras de aliento de Ikeda Sensei dirigidas a miembros de la Soka Gakkai con familiares enfermos: «Por el bien del familiar que está luchando contra la enfermedad, debes levantarte tú con fuerza y dedicarte a las actividades. Esa es la manera de transformar el karma: hacer actividades por el bien del kosen-rufu».[2] Pensé: «Aunque me cueste traducir, lo quiero hacer para transformar el karma de mi familia y mis tendencias». Más tarde, me di cuenta de que participar en esta actividad era también una manera de retribuir mi deuda de gratitud con mi maestro.

Soy actriz y, unos días antes del curso, me llegó la oportunidad de hacer un casting para un anuncio de una famosa marca. Lo hice y al día siguiente me fui a Milán. Recién llegada allí, me llamó mi representante para decirme que pasaba a la segunda fase, la fase final. Como ya había tenido varias decepciones, pensé: «Mejor no me hago ilusiones y así no me dolerá». Con todo, decidí cuidarme las manos, que eran muy importantes en ese anuncio, por si finalmente me seleccionaban.

El curso estaba siendo muy intenso, pero, a pesar de los obstáculos que surgieron, me mantuve enfocada en acabarlo victoriosamente. El último día por la mañana, preparándome un café en la habitación, no sé cómo lo hice, pero me eché toda el agua en la mano derecha. No era simplemente agua caliente: ¡estaba hirviendo! Se me puso media mano roja y empezó a dolerme como si me estuvieran pinchando desde dentro.

Me di cuenta de que […] la función demoníaca estaba en mi negatividad, mi victimismo y las quejas que manaban de mi interior. Cuando tomé conciencia de esto, cambié mi determinación y, por tanto, mi daimoku.

Mi compañera de habitación me ayudó y pedimos hielo para calmarlo, pero no se calmaba. Con la mano dolorida, fui a la sala de reunión principal donde empezaba el gongyo de la mañana, con todos los demás participantes. Me senté y empecé a recitar daimoku. Mientras oraba, pensaba: «Por mucho que lo intente, soy alguien a quien al final no le van bien las cosas. Ya no me irá bien mañana en la prueba». Mi negatividad había explotado.

Pero, entonces, recordé la disertación de estudio que había traducido unos días antes para el curso. En ella, el vicerresponsable del Departamento de Estudio de la SGI, Hideyuki Takano, hablaba de cómo las funciones demoníacas raramente aparecen presentándose como tales. Más bien, resultan muy difíciles de reconocer, ya que suelen aparentar algo diferente a lo que realmente son, con el fin de provocar mayor sufrimiento a los practicantes del budismo.

Me di cuenta de que el hecho de haberme quemado no era el problema, sino que la función demoníaca estaba en mi negatividad, mi victimismo y las quejas que manaban de mi interior. Cuando tomé conciencia de esto, cambié mi determinación y, por tanto, mi daimoku. Decidí: «No voy a permitir que mi negatividad se contagie a los compañeros. Como intérprete, transmitiré las experiencias y el aliento de Sensei con alegría, aunque me duela la mano. Hoy voy a acabar triunfando». Cuando empecé a orar con esa actitud e intensidad, mi estado vital cambió; fue en un instante. Esto me permitió constatar de nuevo la importancia del estudio.

Cuando volví a la cabina de interpretación, empecé a traducir la experiencia de una participante. Al acabar, me di cuenta de que la rojez y el dolor de la mano se me habían pasado. ¡Qué fuerte! Ese día mantuve la alegría y la convicción y, tal como había decidido, acabé triunfando.

Carmen, junto al resto de representantes de la SGEs en el Curso de Estudio para Jóvenes de la SGI de Europa, en Milán

Al día siguiente, ya de vuelta, hice la prueba para el anuncio y me cogieron. Además, ampliaron los días de rodaje de uno a tres, lo que me benefició económicamente. La alegría que sentí durante el curso y durante esos días posteriores venía de mi interior, de lo más profundo de mí. Por supuesto que me alegré cuando me cogieron para el trabajo, pero por primera vez sentí que había algo más allá de la superficialidad: era la alegría de luchar con mis compañeros de fe por el kosen-rufu, y eso no tenía comparación.

Este cambio se reflejó también en el rodaje, que viví de una manera diferente. En el pasado, el clima de tensión y competencia entre actores o modelos muchas veces había hecho mella en mí. Pero en este rodaje tuvimos una unión increíble entre los actores y entablamos una amistad muy bonita. Por primera vez, me lo pasé tan bien que pude hacer el trabajo con gran confianza. No había cambiado el entorno, porque la presión de producción y dirección estaba ahí, igual que en otros rodajes; lo que había cambiado era mi interior. Pude ver las cosas de una manera diferente, disfrutar y desplegar mi potencial en cada momento del rodaje.

En el pasado, el clima de tensión y competencia entre actores o modelos muchas veces había hecho mella en mí. Pero en este rodaje […] pude ver las cosas de una manera diferente, disfrutar y desplegar mi potencial en cada momento.

Al terminar ese trabajo, enseguida tuve que enfocarme en mi boda, programada para el 12 de octubre. Mientras me dedicaba a los preparativos, mucha gente me preguntaba si vendría alguien de mi familia. Esto era un verdadero desafío para mí, porque mi madre, que vive en Japón, tenía extremadamente difícil venir a causa de la enfermedad que padece desde el año pasado; y mi hermano y mi padre tampoco podían hacerlo por motivos de salud.

Carmen, en videoconferencia con su madre, uniendo España y Japón

Sabiendo que iba estar toda la familia de mi marido, viví una gran lucha interna, porque automáticamente me comparaba con él. Incluso llegué a pensar que sería mejor no hacer ceremonia alguna si no podía venir nadie. Pero había estado todo el año orando por mi familia y por transformar nuestro karma, y también para que el día de la boda no fuera triste, sino que pudiese acabar con alegría. Decidí escribir una carta a Ikeda Sensei informándole de mi experiencia y mi determinación.

Aunque finalmente no pudo venir nadie de mi familia, sí llegaron muchos amigos de diferentes partes del mundo. Ese día me sentí tan arropada y apoyada que la tristeza no me invadió siquiera un segundo. ¡Fue una verdadera victoria! También mi madre se alegró mucho viéndome feliz, y fue una victoria para ella también.

Entre los invitados a la boda, estaba mi mejor amiga actriz. En el pasado había tratado de transmitirle la grandeza del budismo Nichiren, pero yo misma me había sentido limitada y frustrada porque en esa época estaba sufriendo mucho a causa de temas relacionados con mi familia y con la profesión, y no podía fingir. Pero ella me había visto luchar sin tirar la toalla todo este tiempo, y hace poco me dijo: «Carmen, no sé de dónde te sale tanta fuerza. No paras. ¿Cómo lo haces?». Me sorprendí mucho, porque creía que no le había estado mostrando nada bueno… Ese día me abrí y le conté cómo la práctica budista me ayudaba a extraer la fuerza vital para superar los obstáculos. Para mi sorpresa, me dijo que quería probarla, porque justo estaba enfrentándose ella también a una situación difícil.

Carmen y su marido, el día de su boda | Foto: Lady Blue · Miriam

La semana siguiente mi amiga vino a mi casa. Hablamos e hicimos daimoku juntas. Ahora está practicando, y mi objetivo es que experimente todo el poder de la Ley Mística. Gracias a ella, he entendido que podemos transmitir el budismo tal como somos, y tal como estamos en este momento.

He entendido que podemos transmitir el budismo tal como somos, y tal como estamos en este momento.

El beneficio más profundo de este año ha sido reconocer claramente mis tendencias, y darme cuenta con mi vida de que cada obstáculo es una oportunidad para fortalecerme.

Como vicerresponsable de distrito, estoy determinada a alentar a todas las jóvenes para que podamos brillar tal como somos, fortalecerme más, hacer shakubuku para la expansión de una Soka Gakkai juvenil, e informar a Sensei de todo ello.

Grabando en mi vida el aliento de mi maestro, cumpliré mi misión por el kosen-rufu.


[1] ↑ N. de E.: Véase la revista CG, n.º 222, oct. 2023, sección «Actualidad».

[2] ↑ Seikyo Shimbun, 29/1/2012 (traducción tentativa).

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