Prosigamos nuestro viaje para guiar a la humanidad hacia la paz y la felicidad


A continuación se transcribe el mensaje enviado por Daisaku Ikeda a la 9.ª reunión de la sede central para responsables de la Soka Gakkai hacia el centenario en 2030, celebrada en el Auditorio Toda de Sugamo, Tokio, el 16 de abril pasado para conmemorar el 3 de mayo, Día de la Soka Gakkai y Día de las Madres de la Soka Gakkai.

La cálida luz de la «luna rosa» baña la Sede del Gran Juramento del Kosen-rufu en Shinanomachi, Tokio, en la madrugada del 17 de abril pasado | Foto: Seikyo

En primer lugar, permítanme felicitar al nuevo Departamento de Mujeres (en japonés, josei-bu) de Japón,[1] por el gran éxito de sus primeras reuniones generales por distrito, llevadas a cabo a lo largo de este mes. Hoy tendremos luna llena; esté visible o no, espero que se aplaudan y elogien unas a otras con sonrisas brillantes como la espléndida luna.

En estos días próximos al 3 de mayo, en las horas previas al amanecer podemos contemplar en el cielo Venus –el lucero del alba– y Marte, Júpiter y Saturno, los otros planetas hermanos de la Tierra. Veo en ellos una presencia luminosa que vela por la salud, la seguridad y la felicidad de nuestros «héroes sin corona», que reparten el Seikyo Shimbun a diario, y de todos los miembros de nuestra familia Soka de Japón y el mundo.

Recientemente, los astrónomos detectaron una nueva estrella que está a 12 900 millones de años luz y es millones de veces más luminosa que nuestro sol. La llamaron Earendel, que significa «estrella de la mañana» o «luz naciente» [en inglés antiguo].

Recuerdo que durante una clase de astronomía en la que, afectuosamente, llamo la «Universidad Toda» mi maestro me dijo: «¡Aprende del universo! ¡Vive alineado con el universo! Ama este planeta rebosante de preciada vida, trabaja por la paz y eleva el estado de vida de toda la humanidad».

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Daisaku Ikeda, pronunciando un discurso en la reunión de la sede central para responsables de la Soka Gakkai celebrada en Chubu en mayo de 1995 | Foto: Seikyo

El Día de las Madres de la Soka Gakkai […] es un excelente momento para acercarnos a quienes sufren y transmitirles la luz de esperanza que corporifican las palabras del Daishonin: «el invierno siempre se convierte en primavera».[2] Para recordar esta fecha tan especial, quiero citar aquí unas palabras de aliento que Nichiren Daishonin dirigió a la monja laica de Ueno, madre de Nanjo Tokimitsu, una practicante que había resistido las dificultades de la vida afrontando cada situación dolorosa a través de la oración:

[L]os budas de las diez direcciones acudirán en multitud y colmarán las tierras que se extienden al este, el oeste, el norte y el sur, en las ocho direcciones, llenarán el gran sistema planetario y los cuatrocientos mil millones de nayutas de tierras. Se sentarán alineados, como estrellas en el firmamento o como hileras de arroz y de cáñamo en los campos, y cuidarán y protegerán a los devotos del Sutra del loto, así como los ministros y súbditos cuidan y protegen al heredero de un gran soberano.[3]

Todos ustedes, quienes entonan y propagan la Ley Mística –la ley fundamental del universo– son personas de nobleza inmensurable. Un sinfín de budas y deidades celestiales los protegerán firmemente, como si estuviesen «envolviéndolos en su manto».[4] Nichiren Daishonin asegura que recibirán salvaguarda sin falta. Ustedes poseen en su interior un estado de vida realmente grandioso y magnífico.

Es igualmente cierto que sus familiares, parientes, amigos y seres queridos fallecidos, así como otros a quienes los unen profundos lazos kármicos, recorrerán por siempre el camino de la eternidad, la felicidad, la verdadera identidad y la pureza, abrazados por el daimoku que ustedes entonan por ustedes y por los demás.

En este vasto universo, nuestra Soka Gakkai, unida al corazón de los budas de las diez direcciones, es una organización sublime y armoniosa, una entidad viviente de amor compasivo que trabaja para lograr el kosen-rufu y establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra.

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Nuestro presidente fundador, Tsunesaburo Makiguchi, fue perseguido por sus convicciones budistas durante la Segunda Guerra Mundial y falleció en 1944 en la Prisión de Sugamo, en este mismo vecindario, perseverando hasta el último día en su afán de propagar la Ley. Nuestro segundo presidente, Josei Toda, mantuvo la misma contienda implacable en la cárcel, donde llegó a la profunda conclusión de que el Buda era la vida en sí misma y comprendió que su identidad era la de un Bodisatva de la Tierra.

Han transcurrido setenta y ocho años desde entonces. En todo este tiempo, los maestros y discípulos de la Soka nos hemos puesto de pie como Bodisatvas de la Tierra que comparten un juramento desde el tiempo sin comienzo, con la convicción de que «tenemos una misión que cumplir en este mundo».[5] Así hemos expandido en cada comunidad y en la sociedad nuestro movimiento popular para erradicar del mundo saha el infortunio y el sufrimiento.

«¡La misión de los Bodisatvas de la Tierra es el diálogo!», declaró Toda Sensei.

Cada uno de nosotros participa en la dinámica danza de la revolución humana y se esfuerza en interpretar una brillante epopeya de victoria, a través de aplicar la fe en la vida cotidiana y de poner el budismo en acción en la sociedad. En este planeta Tierra, nos proponemos manifestar y establecer firmemente los estados de bodisatva y budeidad en nuestra vida y en la de los semejantes. Este es nuestro gran reto como ciudadanos globales de la Soka.

«¡La misión de los Bodisatvas de la Tierra es el diálogo!», declaró Toda Sensei. En respuesta a su valiente rugido del león, lancémonos con dinámica vitalidad a la misión de dialogar haciendo valer el enérgico estado de vida de los Bodisatvas de la Tierra; sembremos en la vida de las personas las «semillas de la budeidad que perduren a lo largo del futuro»[6] y trabajemos mucho más aún para crear valor, basados en el respeto a la dignidad de la vida.

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Hoy, como expresión de agradecimiento a todos ustedes, mis queridos y preciados compañeros, quisiera presentar tres obras caligráficas que inscribí hace cuarenta años [en 1982].

La primera es «El juramento de establecer la enseñanza correcta». La Soka Gakkai, como «pilar de la paz», «ojos de la educación» y «gran navío de la cultura», se ha consagrado y seguirá esforzándose sin descanso para establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, con el espíritu que proclamó el Daishonin: «¡Este es mi juramento, y jamás lo abandonaré!».[7]

La segunda caligrafía dice: «Melodía de la luna refulgente y las brisas fragantes», que inscribí para conmemorar el aniversario de la fundación del Departamento de Mujeres Jóvenes, en el mes de julio. Los trazos representan mi esperanza de que las mujeres de la Soka ayuden alegremente a otras a entablar relación con el budismo Nichiren, siembren las semillas de la felicidad con un espíritu firme, pero gentil como la luz de la luna, y ejecuten una melodía de dicha y armonía, gratificante como una brisa refrescante.

La última caligrafía es «Viaje por la gran ruta del kosen-rufu», en conmemoración del aniversario del Departamento de Hombres Jóvenes, también en julio. La dediqué en la prefectura de Hyogo a los miembros de la Siempre Victoriosa Kansai y a todos los miembros que comparten mi espíritu.

Juremos proseguir nuestro viaje […] para guiar a la familia humana global a un reino de tesoros de paz y de felicidad.

Un pasaje del Sutra del loto señala: «Ahora debéis avanzar con diligencia, / para llegar, todos juntos, al lugar donde os aguardan los tesoros».[8] Renovemos nuestra determinación de seguir avanzando, siempre junto a Nichiren Daishonin y la Ley Mística, haciendo de todos los budas y deidades celestiales nuestros aliados, unidos por el compromiso conjunto de maestro y discípulo y por el espíritu de «distintas personas con un mismo propósito». Hoy, una vez más, juremos proseguir nuestro viaje a lo largo del gran camino del kosen-rufu para guiar a la familia humana global a un reino de tesoros de paz y de felicidad, un mundo donde resplandezca el noble estado de la budeidad.

(Traducción del artículo publicado el 17 de abril de 2022 en el Seikyo Shimbun).


[1]N. de E.: Véase este número, sección «Estudio mensual».

[2]El invierno siempre se convierte en primavera, en END, pág. 561.

[3]Respuesta a la madre de Ueno, en END, pág. 1120.

[4]Véase El verdadero aspecto de todos los fenómenos, en END, pág. 406.

[5]Verso de la «Canción de la revolución humana», de la Soka Gakkai, cuya letra fue escrita por Ikeda Sensei.

[6]Véase Reply to the Lay Priest Misawa, en WND-2, pág. 534

[7]La apertura de los ojos, en END, pág. 297.

[8]SL, cap. 7, pág. 141.

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