Entrevistamos a Michael Sasaki, actor y guionista de la película ganadora del Premio al Mejor Cortometraje de Ficción en la última edición del Festival de Málaga.
En primer lugar, nos gustaría agradecerte sinceramente el haber aceptado la invitación para esta entrevista. Desde que viniste a España en 2004 como estudiante de intercambio, quienes te conocimos aquí hemos seguido y celebrado tus logros como artista. El hecho de que este año tu trabajo haya sido reconocido en nuestro país nos ha llenado de alegría y orgullo.
Ingresaste en la Universidad Soka de América (SUA) en 2001, como miembro de la primera promoción. Si bien el nombre en inglés de la carrera que tú y tus compañeros cursasteis incluye la palabra «Artes» (Liberal Arts), en España se suele traducir como «Humanidades», y abarca numerosas disciplinas. De hecho, la diversidad de los campos en los que se especializan posteriormente los graduados es enorme, incluyendo las relaciones internacionales, la educación, la economía, la ciencia… Ante un horizonte tan abierto, tras tu propia graduación en 2005, ¿cómo escogiste el camino a seguir?
Es una muy buena pregunta, a la que imagino que se enfrentan muchas personas, no solo en SUA, sino en todo del mundo. Durante mis años universitarios compaginé mis estudios a tiempo completo con mi carrera como patinador artístico profesional. Había ganado los Juegos Olímpicos de la Juventud años antes de llegar a la universidad y competía a nivel nacional. Estaba tan concentrado en mis estudios y en los entrenamientos que no me planteé qué quería hacer después de graduarme.
Entonces, en 2006, como miembro de la SGI de Estados Unidos tuve la rara oportunidad de ser seleccionado para formar parte de una actuación en Japón para celebrar que Ikeda Sensei recibía su 200.º doctorado honorario. Yo tenía que representar a un joven Shin’ichi Yamamoto, bailar y cantar en el escenario ante el propio Sensei. Fue un momento crucial en mi vida.
Al bailar delante de mi maestro, las lágrimas corrieron por mis mejillas. En mi corazón, le hablaba a Sensei y le prometía que, pasara lo que pasara, me pondría en pie como artista por el kosen-rufu. Ahí me quedó claro que, independientemente de lo que eligiera hacer después, lo haría con el espíritu de un bodisatva que emerge de la tierra danzando, siempre retratando los bellos colores de la vida a través de la expresión personal.[1]
Este momento decisivo influyó en mi recorrido hacia la carrera de actor y cineasta. Si bien no me convertí en actor profesional hasta el año 2017, en el ínterin trabajé varios años como patinador artístico en cruceros, en los que tuve la suerte de viajar y conocer a mucha gente diferente de todo el mundo. En ese período, también cursé un máster en Gestión de Negocios de Entretenimiento.
Creo que lo mejor de la educación Soka es que realmente te prepara para poder desempeñarte en cualquier ámbito. Te enseña que se puede crear valor en cualquier circunstancia. Este es el corazón expansivo que Ikeda Sensei espera que los estudiantes cultiven durante su estancia en SUA.
En una entrevista anterior mencionaste que, cuando decidiste dedicar tu vida a la actuación y al cine, lo hiciste con el espíritu de involucrarte en proyectos que fueran transformadores y no solo de entretenimiento convencional, «para contar las historias de los que no tienen voz, de las minorías cuyas historias no se cuentan con frecuencia».[2] ¿Está esto relacionado con la misión que has asumido como graduado de la SUA, como discípulo de Ikeda?
Crecí sintiéndome siempre fuera de lugar y por ello siempre intentaba encajar. Ser gay, asiático, budista y patinador artístico era todo lo contrario a lo que pensaba que significaba ser estadounidense, así que estaba muy avergonzado de mi identidad. Me sentía como un marginado y cargué con esta vergüenza toda mi vida hasta los treinta años. Cuando mis padres fallecieron de cáncer en 2016 y 2017, mi vida se sacudió y me vi obligado a examinarla en profundidad.
Percibí lo frágil que es la vida y me pregunté: «¿De qué me arrepentiría si mi vida se acabara mañana?». En mi corazón, sabía que lamentaría no haber sido plenamente yo mismo y no haber vivido mis sueños. Mis padres me enseñaron a practicar el budismo para ser feliz y realizar mis mayores sueños. Ellos me mostraron, a través de sus vidas, lo que significa vivir de forma victoriosa. Mi padre llegó a Estados Unidos sin nada y montó su propia y exitosa empresa editorial. Mi madre, sin educación secundaria debido a la pobreza, se convirtió en directora financiera de mi padre. Al final de sus vidas, con mucha alegría, se convirtieron en «Benefactores de Oro» de la Universidad Soka de América. Al observar su legado, supe que ahora me tocaba a mí construir una vida de victoria absoluta. Fue entonces cuando decidí empezar a perseguir un sueño largamente anhelado: ser actor y cineasta.
Percibí lo frágil que es la vida y me pregunté: «¿De qué me arrepentiría si mi vida se acabara mañana?». En mi corazón, sabía que lamentaría no haber sido plenamente yo mismo y no haber vivido mis sueños.
Cuando empecé a estudiar interpretación, tuve la buena fortuna de conseguir rápidamente trabajo. Pude aparecer en series como S.W.A.T. y Cobra Kai. Pero, en estos últimos tiempos, con todos los cambios sociales que están ocurriendo a nivel global, he empezado a tener más interés por interpretar papeles que realmente pongan de relieve a las personas sin voz. ¿Por qué las personas sin voz? Crecí en los años 90, cuando nuestro clima social no era tan abierto como ahora, y todo lo que veía en los medios de comunicación era a través de la lente de los estándares heteronormativos y cismasculinos de hombres blancos. Así que, en mi interior, siempre había sentido que para ser un héroe en la vida había que ser blanco y heterosexual.
El budismo, por el contrario, me ha enseñado que soy el héroe de mi propia vida y que, ante cada obstáculo, yo soy el director, el productor y el guionista que decide el resultado de mi historia. El fallecimiento de mis padres fue un desafío que me permitió profundizar mi fe y mi práctica, y me ayudó a comprender de raíz el sufrimiento que me generaba mi identidad. En los últimos años, he podido cambiar mi forma de pensar y pasar de avergonzarme de mi singularidad a celebrar mi diferencia. Me he dado cuenta de que destacar siempre ha sido algo hermoso, solo que no pude apreciarlo hasta que fui capaz de percibir mi propia naturaleza de Buda.
El budismo […] me ha enseñado que soy el héroe de mi propia vida y que, ante cada obstáculo, yo soy el director, el productor y el guionista que decide el resultado de mi historia. […] quiero convertirme en un actor que recuerde a quienes se sienten marginados o desplazados en la sociedad que ellos son los verdaderos héroes de su propia historia.
Con esto en mente, quiero convertirme en un actor que recuerde a quienes se sienten marginados o desplazados en la sociedad que ellos son los verdaderos héroes de su propia historia. Durante la pandemia, a mediados de 2020, escribí un cortometraje sobre un jugador de la Liga de Béisbol que descubre los viejos kimonos de su difunta madre y recuerda que de pequeño quería probar la danza tradicional japonesa, como su madre; pero a quien su padre, empeñado en que los niños deben jugar al béisbol, había obligado a convertirse en jugador de ese deporte. La historia trata de cómo uno llega a abrazar realmente su voz interior y a seguirla, sin importar los obstáculos externos que se interpongan en el camino. La película ya ha recibido quince nominaciones en festivales de cine de todo el mundo, ¡diez de las cuales son españolas!
Siento que la gente se siente alentada cuando no somos pretenciosos y expresamos con nitidez lo que hay en nuestro corazón. Esto es algo que he aprendido de Ikeda Sensei. Él habla a menudo de que lo más importante es el corazón. Estudiando en SUA y aprendiendo de mi maestro, he desarrollado una pasión por ver más allá de la superficie y abrazar lo que hay en el corazón de las cosas. En este sentido, espero formar parte de más proyectos que aborden temáticas trascendentes y que logren que la gente sea escuchada y visibilizada.
¡Enhorabuena por esas quince nominaciones! Tus esfuerzos están dando ahora pruebas incontestables… Podemos imaginar que para llegar hasta aquí probablemente hayas encontrado retos y, quizás, algunas dudas en el camino. ¿Es así? ¿Cómo lo afrontaste?
Sería negligente si no reconociera que me apoyo en los hombros de muchos profesionales que han labrado un camino antes que yo y que me están guiando para me convierta en un narrador más potente y convincente. Estos mentores me están enseñando constantemente que dentro de mí tengo una voz auténtica que está esperando salir. Si no fuera por ellos, me vería ahogado no solo en mi creatividad, sino en mi viaje para descubrir mi verdadera identidad como Bodisatva de la Tierra.
Para mí, aceptar mi autenticidad es uno de los mayores retos que todavía enfrento como actor y cineasta. Como he mencionado antes, siempre me he sentido una suerte de paria. Esto me ha llevado a que mis niveles de ansiedad sean constantemente altos. Tras el fallecimiento de mis padres y cuando empecé a perseguir seriamente mi carrera de actor, empecé a experimentar intensos ataques de pánico y una grave hipocondría. Pensaba continuamente que iba a enfermar y a morir en cualquier momento. Estaba convencido de que un simple dolor de estómago o de cabeza era una enfermedad terminal. En realidad, lo que estaba experimentando era un postrauma por la muerte de mis padres.
Con un buen terapeuta, el increíble apoyo de mis compañeros de la Soka Gakkai y la lectura constante de las palabras de aliento de Ikeda Sensei, he podido superar cada uno de los episodios de ansiedad, adquiriendo una comprensión cada vez más profunda de mí mismo.
Ahora soy capaz de entonar abundante daimoku y estoy luchando como responsable de distrito general del Departamento de Hombres. En este último año, he estado esforzándome en llegar a la causa profunda de mi ansiedad y, a través de una práctica constante, he podido captar que el motor de mi ansiedad es el miedo a ser yo mismo. A través de la orientación de Sensei, el shakubuku y el apoyo a los miembros, encuentro la fuerza vital necesaria para seguir aprovechando mi auténtico yo.
Hemos leído que, tras tu estancia estudiantil en España, ganar el premio en el Festival de Málaga ha supuesto para ti «cerrar un círculo».[3] ¿Puedes contarnos un poco más sobre el significado que tuvo aquella estancia para ti, así como su relación con este reciente reconocimiento?
Nunca olvidaré mi experiencia en Barcelona en 2004. Sigue siendo uno de los momentos más preciados de mi vida. No voy a mentir: al principio no fue fácil. En un primer momento me sentía tan fuera de lugar que se intensificó mi sentimiento de vergüenza por ser diferente. Una vez que el periodo de luna de miel pasó y me di cuenta de que no podría volver a casa hasta pasados seis meses, empecé a ser crítico con el estilo de vida español y a echar de menos mi hogar. También me desanimaba no poder aprender el idioma más rápidamente. Fue en ese momento cuando decidí escribir un mensaje a Sensei cada semana para profundizar mi vínculo con él como maestro. Le prometí que, pasara lo que pasara, haría todo lo posible por aprender el castellano y entender a los españoles y su cultura.
Nunca olvidaré mi experiencia en Barcelona en 2004. […] España ocupa un lugar especial en mi corazón. Así que, cuando nos enteramos de que habíamos ganado el Premio […] en el Festival de Málaga, me sentí muy conectado con el galardón.
Como estudiantes de SUA, tratamos de fomentar la comprensión mutua a través de los intercambios culturales y de crear espacios en los que se puedan mantener diálogos respetuosos. Con esto en mente, cada noche durante la cena me esforzaba al máximo en participar en las conversaciones de mi familia anfitriona. Dadas mis limitadas habilidades lingüísticas, hacía lo posible para entender el corazón de cada conversación. Al final de los seis meses, soñaba en español y era capaz de hablar cómodamente con mi familia barcelonesa, incluso sobre el budismo. Había hecho muchos amigos locales, también en la SGEs, que sentí que me aceptaban tal cual era. Incluso me invitaron a patinar en un espectáculo sobre hielo en la pista de hielo del FC Barcelona, justo al lado del Camp Nou, en la que me había estado entrenando durante mi estancia.
Entendí que España también era de alguna manera un país joven y pionero en un mundo nuevo tras la dictadura franquista, y que en el corazón del pueblo español había un fuerte deseo de paz. A través de esta experiencia aprendí que la verdadera amistad puede formarse incluso por encima de las barreras lingüísticas, siempre que ambas personas anhelen el respeto y la paz. Es con este sentimiento que España ocupa un lugar especial en mi corazón.
Así que, cuando nos enteramos de que habíamos ganado el Premio al Mejor Cortometraje de Ficción en el Festival de Málaga, me sentí muy conectado con el galardón. Espero que esto abra nuevos caminos para futuras colaboraciones con España.
[1] ↑ N. de E.: Véase, en este número, la sección «Para dialogar», apartado «Emerger danzando».
[2] ↑ Michael Sasaki ’05 Wins Best Short Film at Málaga Film Festival. Aliso Viejo, CA: Soka University of America, 2022.