De pie y de paz

En el capítulo «La danza de la vida» del volumen 12 de La nueva revolución humana se narra un episodio que resuena con nuestra visión para este 2020…

EL DEPARTAMENTO DE JÓVENES había decidido que sería el mejor festival cultural realizado hasta la fecha. Nos referimos al histórico Festival Cultural de Tokio de la Soka Gakkai, programado para el 15 de octubre de 1967, que, gracias a aquella determinación, se llegaría a convertir en una fuente de enorme inspiración y alegría para todos los miembros de la capital japonesa.

A finales de junio de aquel año comenzaron los preparativos. Muchos jóvenes tuvieron que llegar a acuerdos con sus jefes para poder salir antes de sus trabajos para llegar a tiempo a los ensayos, y a cambio realizar horas extras después. Quienes tenían empleos más duros físicamente, llegaban exhaustos al regresar a sus casas. Pero todos estaban decididos a triunfar. Durante ese período, quienes se desafiaron para el éxito del evento tuvieron increíbles experiencias en la fe.

Con el rápido crecimiento económico, habían llegado muchos habitantes a Tokio desde el interior del país. Los jóvenes, en particular, se congregaban en la capital, con sus enormes rascacielos y autopistas, en busca de un empleo. Pero muchos se encontraban con que la realidad no se parecía a sus sueños, y terminaban volviendo a sus hogares.

Estos jóvenes solían vivir en pisos exiguos con retretes compartidos y sin bañera. Además, iban al trabajo en trenes abarrotados. Muchos se convertían en seres solitarios, carentes de cálidos lazos humanos que los estimularan. La ciudad de luces brillantes era también un reino de tristeza.

Con este telón de fondo, los jóvenes de la Soka Gakkai avanzaban impulsados por el deseo de ser protagonistas del futuro. Y esta determinación sincera y vigorosa alimentaba su sentido de misión y su progreso hacia metas personales.

Estaban decididos a contribuir para cambiar el rumbo de la sociedad y para transformar Tokio en un segundo hogar natal del cual pudieran estar orgullosos; se esforzaban para convertirse en los mejores trabajadores y para extender en la comunidad una red de amistad y de confianza.[1]

Podemos captar en este fragmento el espíritu invencible de aquellos jóvenes que fueron protagonistas de su época, determinados hacia el futuro. «La determinación, la fe y la perseverancia se convierten en una increíble fuerza motora que puede vencer cualquier dificultad».[2]

Hoy, tenemos la oportunidad de ser nosotros protagonistas de nuestra época, desafiándonos en nuestras metas personales y determinados a expandir el diálogo, creando lazos de amistad y de confianza en la sociedad para, así, ampliar la corriente del humanismo budista capaz de transformarla. |

Hoy, tenemos la oportunidad de […] expandir el diálogo, creando lazos de amistad y de confianza en la sociedad para, así, ampliar la corriente del humanismo budista capaz de transformarla.


[1] IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vols. 11 y 12, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2018, pág. 329.
[2] Ib., pág. 328.

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