Sacar la voz para no dejar a nadie atrás


July Cárdenas · Torrejón de Ardoz


Torrejón de Ardoz, donde vivo, fue la primera localidad madrileña en ser golpeada por la COVID-19, y uno de los lugares con mayor índice de contagios y fallecimientos durante la primera ola.

Poco antes del confinamiento, en mi zona estábamos iniciando el movimiento de estudio para los exámenes de Introducción al Budismo (Grado 1) y Grado 2 de la SGEs.[1] En el material de estudio para el primero de ellos se habla del tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, donde Nichiren Daishonin menciona fenómenos que se engloban en el concepto de «tres calamidades y siete desastres», tales como condiciones climáticas extremas, incendios y epidemias.[2] Cuando estalló la pandemia, sentí que los acontecimientos estaban en línea con lo que estudiábamos, y determiné cultivar mi práctica con más alegría y convicción que antes.

En total, cerca de treinta personas de mi entorno cayeron enfermas. «Ahora es el momento», pensé. Renové mi juramento y comencé a orar por la protección de todos y a tomar acciones para alentar diariamente tanto a mis compañeros de fe como a familiares y amigos que no conocían la práctica y que estaban sufriendo.

Una compañera a la que llamé varias veces mientras estaba ingresada en el hospital, un día me confesó que estaba muy grave y que ya no podía más. Le recordé que éramos leonas del kosen-rufu, y tuvimos un diálogo muy profundo, en el que volvimos a determinar no ser vencidas. Finalmente, pudo recuperarse, e incluso su experiencia se publicó más tarde en las páginas de Civilización Global.

No es que mi situación personal fuera fácil: mi marido Paco está diagnosticado de cáncer en grado 4 desde 2017, con metástasis en pulmón, huesos y cerebro; y, además de trabajar en servicios de limpieza, me dedico a su cuidado diariamente. Durante el confinamiento, mientras me desafiaba a apoyar a mi entorno orando y llamando por teléfono, pude proteger su salud obteniendo un permiso preventivo en el trabajo, y evitando así contactos con personas que luego resultaron positivas a la COVID-19.

Paco (en primera línea) y Keith (justo detrás de él): el marido y el hijo de July, en una foto con compañeros de la SGEs a inicios de este año

En esas semanas, tomé conciencia de que, al salir del estado de alarma, mucha gente estaría esperando la Ley Mística. Recordé una exhortación de Ikeda Sensei que leí en un ejemplar de Civilización Global hace unos años, y que desde entonces reverbera en mi corazón: «Por favor, ayúdenme a realizar el kosen-rufu».

Llegué al verano agradecida por la protección recibida por Paco y convencida de que era el momento de impulsar una gran propagación y concretar el kosen-rufu. Sin embargo, a quince días de finalizar el mes de julio, los medios de comunicación seguían recomendando guardar distancia para evitar contagios. Reflexioné que ya no podíamos luchar y transmitir la Ley como antes. Se trataba de una nueva época, un nuevo inicio, un nuevo amanecer.

Me preguntaba: «¿Qué más puedo hacer? El kosen-rufu no puede esperar». Por fin, […] recordé que contaba con mi agenda de contactos.

Gracias a la orientación de Sensei que recibíamos constantemente a través de la SGEs, comencé a recitar daimoku asumiendo como propio el espíritu de los campesinos de Atsuhara.[3] Ellos, que nunca se habían encontrado personalmente con el Daishonin, confiaron en su enseñanza, fortalecieron su fe y, de ese modo, vencieron las severas adversidades a las que hicieron frente. Una frase del Gosho cobró aún más significado: «Vernos el rostro uno al otro no es tan significativo; lo importante es el corazón».[4] Mientras oraba me decía a mí misma: «Lo importante es realizar el kosen-rufu de corazón a corazón. Este el momento de comprobar una vez más que esto es verdad». A la vez, me preguntaba: «¿Qué más puedo hacer? El kosen-rufu no puede esperar». Por fin, di con la respuesta que la determinación que ardía en mi corazón buscaba: recordé que contaba con mi agenda de contactos.

En agosto, a pesar de haber estado mucho tiempo sin trabajar, decidí coger las vacaciones que me correspondían en el trabajo, resuelta a iniciar una campaña personal de shakubuku: sacar la voz para hablar de mi maestro, para hablar de la práctica. Quería hacer realidad la célebre frase de T’ien-t’ai citada por el Daishonin que declara que «La voz lleva a cabo la tarea del Buda».[5] Decidí que ninguna persona se quedaría atrás, sufriendo sola; y, día tras día, con daimoku y acción, mi agenda comenzó a cobrar vida.

Empecé a llamar a personas con las que había hablado sobre el budismo en el pasado; a personas que sabían que practico el budismo, pero con quienes nunca habíamos hablado sobre ello; y también a personas que, habiendo practicado el budismo, habían tomado distancia. Una, dos, tres… Unas expresaban su deseo de incorporarse a un grupo de diálogo de la SGEs. Otras me decían «Me gustaría retomar la práctica». La idea de las actividades online no les parecía mala.

En este camino, la logopeda de mi marido ha iniciado la práctica budista y no falla a ninguna reunión. Varias personas que se han incorporado a las actividades han experimentado cambios positivos en su vida rápidamente. Por ejemplo, uno encontró trabajo en hostelería, a pesar de ser el peor momento para el sector. Otra, una mujer con quien había hablado de la práctica hacía años, al llamarla abrió su corazón y me dijo que estaba completamente hundida: en su círculo familiar más cercano, acababa de afrontar una muerte, un diagnóstico de una enfermedad grave y un dolorosísimo distanciamiento. Además, tenía muchas dificultades en su trabajo. Decidió comenzar a recitar daimoku nuevamente, y extrajo coraje para hablar con los familiares afectados por estas situaciones y alentarlos. Los resultados de este «entonar y enseñar a otros»[6] están siendo increíbles, una manifestación real de los versos del Sutra del loto que dicen:

Si alguien en la asamblea del Dharma
es capaz de escuchar este sutra,
aunque más no sea una estrofa,
y responde con alegría, lo predica a otros […]
y transmite de este modo las enseñanzas
hasta llegar a la quincuagésima persona,
los beneficios que obtendrá [incluso] esta última persona
serán […] inconmensurables…[7]

También me ha conmovido que una joven, que estuvo practicando durante un tiempo hace años, me confesara que estaba sorprendida por cómo le he seguido brindando tranquilidad, a pesar de los problemas que sabe que enfrento. Y está orando otra vez.

En esta personal campaña, también he podido transmitir la Ley a mi hermana pequeña, que vive en Perú, y a su hijo de veinticinco años. Ambos han participado ya en una actividad de la Soka Gakkai allí, y mi sobrino ha determinado estar en la Asamblea Mundial de Jóvenes.

La práctica del budismo en la Soka Gakkai me ha enseñado a ser una mujer resolutiva y a gestionar el tiempo con sabiduría para llegar a todo sin estresarme. Es como pedalear una bici con las ruedas engrasadas. Atiendo a mi marido, mi trabajo y otros quehaceres de mi vida cotidiana sin renunciar a nada.

Gracias a las actividades de la SGEs y al estudio, me he ido entrenando a lo largo de estos años, y sigo entrenándome para ser una persona más sabia. En mi cabeza, resuenan palabras de aliento de mi maestro. Frases que son sencillas y a la vez profundas, cuyo eco me da confianza ilimitada y serenidad para sostener mi vida. Me siento como si dialogara cotidianamente con Sensei.

Un hogar global, «en constante primavera»

A pesar de las dificultades, en mi hogar vivimos como si fuera constantemente primavera.

Estoy muy agradecida porque, a pesar de las dificultades, en mi hogar vivimos como si fuera constantemente primavera: llenos de amor y cariño. Mi marido se encuentra en tratamiento y su situación es estable. Y recibo mucho apoyo de mi hijo Keith, que tiene veintiún años y está concretando su sueño de estudiar Ciencias e Ingeniería en la Universidad Soka de Japón. Él es mi «secretario internacional»: muchas veces, antes de los encuentros online en que voy a participar, me ayuda a revisar la plataforma que utilizo, el sonido, el vídeo, etc. ¡Gracias a él me estoy volviendo experta en estas nuevas tecnologías!

He podido comprobar que, viviendo dedicada a la felicidad de los demás, la causalidad de la Ley Mística hace que esa misma felicidad revierta en mí, como un manto de protección.


[1] ↑ En relación con los exámenes de la SGEs citados, aplazados hasta que sea posible su realización sin riesgos epidemiológicos, véase la entrega anterior de esta sección.

[2] ↑ Véanse más detalles en las entradas «Tres calamidades» y «Siete desastres» del glosario de nichirenlibrary.org.

[3] ↑ La expresión alude a la persecución de Atsuhara, a la que hicieron frente discípulos de Nichiren Daishonin, sobre todo campesinos, en dicha área a partir de 1278.

[4] ↑ El tambor en el Portal del Trueno, en END, pág. 993.

[5] ↑ El nacimiento de Tsukimaro, en END, pág. 197.

[6] ↑ Véase El verdadero aspecto de todos los fenómenos, en END, pág. 406.

[7] ↑ SL, cap. 18, págs. 246-247.

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