Transformar la adversidad en felicidad y alegría


Por Daisaku Ikeda · Noviembre de 2020


«Los que creen en el Sutra del loto parecen vivir en invierno, pero el invierno siempre se convierte en primavera»,[1] proclamó Nichiren Daishonin.

Nuestro presidente fundador, Tsunesaburo Makiguchi, sobrellevó en la cárcel el peso implacable de una persecución desalmada, en plena guerra mundial. Sin embargo, en esas condiciones hizo gala de un estado de vida sublime, capaz de trascender el infortunio y de experimentar inmensa alegría. Dio pruebas de que «el invierno siempre se convierte en primavera» y, en bien de sus discípulos y sucesores, hizo resonar las campanas de «la transformación de las dificultades en júbilo y en felicidad».

En su ejemplar personal de los escritos del Daishonin, este gran maestro que dio la vida en defensa de sus convicciones (el 18 de noviembre de 1944) había subrayado el siguiente pasaje: «[L]os buenos hombres que quieran defender la enseñanza correcta deberán imitar a esta pobre mujer que atraviesa las aguas del Ganges y sacrifica su vida por amor al hijo».[2]

Estas palabras, que encontramos en La apertura de los ojos, pertenecen al Sutra del nirvana. Aluden a la historia de una mujer pobre que, después de deambular por mucho tiempo –soportando el hambre, la enfermedad y el frío– intenta cruzar el río Ganges con su hijo recién nacido, pero ambos mueren arrastrados por las aguas. El sutra señala que, por el mérito de su determinación abnegada, que la llevó a aferrarse a su pequeño intentando salvarlo, esta mujer adquirió un estado de buena fortuna y de beneficios sin límites.

El relato es una metáfora de la decisión que nos anima a proteger resueltamente la enseñanza correcta.

El Daishonin agrega: «Aunque mis discípulos y yo encontremos toda clase de dificultades, si no albergamos dudas en nuestro corazón manifestaremos la Budeidad en forma natural».[3]

Esta inmensa convicción del Daishonin, que el fundador Makiguchi hizo propia hasta su último día, también fue enarbolada por el segundo presidente Josei Toda y, luego, de manera ejemplar, por nuestras compañeras del Departamento de Mujeres. Todas ellas son mujeres nobles, que practican esta filosofía de acuerdo con la enseñanza del Buda y dedican su existencia al kosen-rufu. Con firme fe en la Ley Mística, siempre están dispuestas a acercarse a los demás y a proclamar con certeza que todas las personas, de manera igualitaria, poseen el estado invencible de la budeidad.

Avanzan por el camino de maestro y discípulo sin albergar dudas en su corazón, confrontando intrépidamente el asedio de los tres obstáculos y los cuatro demonios, y de los tres enemigos poderosos, funciones negativas de cuya aparición nos advierte el Daishonin. Oran y se esfuerzan por proteger de todas las formas posibles a sus amadas familias, a sus compañeros de fe, a sus queridos amigos y a la Soka Gakkai.

Por favor, recuerden siempre que, si hoy podemos celebrar orgullosos y triunfales el nonagésimo aniversario de nuestro movimiento, en buena medida se debe a la fe íntegra de nuestras camaradas del Departamento de Mujeres.

En el mundo actual, las lágrimas de las madres y de los niños, incluyendo las familias de refugiados, fluyen sin pausa. Por eso, es tan necesaria e importante la cultura de paz que están construyendo las mujeres Soka, proclamando la filosofía del budismo Nichiren que afirma la dignidad de la vida y poniéndose en acción basadas en el respeto a todos los seres humanos.

La asamblea de la Soka es una resistente, sabia y cálida red de «flores humanas»,[4] cada una pletórica de belleza en su singularidad. Con la determinación altruista de no dejar a nadie atrás, sigamos trabajando para que brille una sonrisa de alegría y de dicha espléndida en el rostro de todas las mujeres y los niños del mundo. Hagámoslo difundiendo el mensaje esperanzador de que hasta el más riguroso invierno se convierte, infaliblemente, en una primavera de absoluta satisfacción.

Dediquemos
nuestros laureles triunfales
a las bondadosas madres del kosen-rufu,
que oran por nosotros sinceramente
y nos alientan
a no ser vencidos jamás.

(Traducción del artículo publicado en la edición de noviembre de 2020 de Daibyakurenge).


[1] El invierno siempre se convierte en primavera, en Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 561.

[2] La apertura de los ojos, en END, pág. 299.

[3] Ib., pág. 300.

[4] El Sutra del loto, Tokio: Soka Gakkai, 2014, cap. 5, pág. 105.

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