Un baluarte del periodismo que afirma la dignidad de la vida


Ensayo de Daisaku Ikeda, de la serie Nuestra brillante revolución humana

Estoy entonando daimoku con profunda sinceridad por todas las personas que han perdido la vida a causa de la COVID-19 en todo el mundo. A sus seres queridos y a sus familiares, quiero extenderles mis más sentidas condolencias.

Asimismo, deseo expresar mi sincero agradecimiento a todos los profesionales sanitarios y asistenciales que, sin cejar un instante, están batallando en la línea del frente para salvar y cuidar vidas, y a todos los que están cumpliendo una noble tarea en distintas áreas de la sociedad. Sepan que estoy orando intensamente por la salud y la seguridad de todos.

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Hoy, 20 de abril, es el 69.° aniversario de la fundación del Seikyo Shimbun, el periódico de la Soka Gakkai. Recuerdo una conversación que mantuve con mi maestro Josei Toda en 1950, cuando sus empresas estaban pasando por el peor momento.

Mientras ponderábamos la idea de fundar el Seikyo Shimbun, me preguntó:

—Daisaku, ¿por qué crees que los discípulos de Nichiren Daishonin pudieron superar las persecuciones a las cuales fueron sometidos a causa de sus convicciones?

Abrió el Gosho y me mostró una carta que el Daishonin había escrito desde el monte Minobu a la monja laica Sennichi, oriunda de la remota isla de Sado, en un período en que el Japón vivía bajo el azote de desastres naturales, hambrunas y epidemias. Entonces, me señaló el pasaje que decía:

Aunque usted se haya quedado en Sado, su corazón llegó hasta esta provincia. El Camino de la Budeidad es igual: aunque vivimos en la tierra impura, nuestro corazón habita en la tierra pura del Pico del Águila. Vernos el rostro uno al otro no es tan significativo; lo importante es el corazón.[1]

El Daishonin se valía de la palabra escrita para alentar a sus discípulos y comunicarse con ellos de vida a vida, como si estuviera manteniendo un diálogo presencial.

El maestro Toda, con su habitual perspicacia, dijo:

—El Daishonin, para alentar a sus seguidores, escribía una carta tras otra. Por eso, ellos pudieron mantenerse imperturbables ante todas las adversidades sociales y personales. Daisaku, ¡fundemos un diario que exprese plenamente esta intención del Daishonin!

Desde ese momento hasta hoy, han transcurrido casi 70 años. Todas las mañanas, todos los días, el Seikyo Shimbun ilumina vivamente los hogares y otros espacios de la comunidad con el luminoso budismo del sol de Nichiren Daishonin.

Dado el distanciamiento social que han dispuesto muchas sociedades para contener la pandemia del coronavirus, no podemos reunirnos físicamente igual que antes. Sin embargo, el Seikyo Shimbun y sus publicaciones hermanas en todo el mundo están manteniendo firmemente unido el corazón de todos nosotros, como integrantes de la familia Soka. Con los inspiradores artículos y fotos que aparecen en sus páginas, nuestros valiosos miembros de cada localidad, unidos con resiliencia ante este período tan duro, están fortaleciendo sus vínculos de unión y su sentido de propósito colectivo.

Esto se debe, en buena medida, a los nobles «héroes sin corona», nuestras compañeras y compañeros que reparten el Seikyo Shimbun llueva o truene. Quiero expresar aquí mi profunda gratitud a todos ellos, en este nuevo aniversario del Seikyo Shimbun, que es el primero que habremos de celebrar en el flamante Centro Mundial Seikyo inaugurado el año pasado (en Shinanomachi, Tokio). ¡Cuánto les agradezco!

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Porque la Soka Gakkai avanza alineada con la voluntad del Buda, hay un ritmo místico en su desarrollo.

Nuestro presidente fundador, Tsunesaburo Makiguchi, nació en la prefectura japonesa de Niigata, en 1871, seiscientos años después de que el Daishonin, en 1271, fuese desterrado a la isla de Sado (situada en lo que hoy es la prefectura de Niigata).

El Gosho —Nichiren Daishonin Gosho Zenshu— fue publicado por la Soka Gakkai a instancias del presidente Toda en 1952, el año en que se celebró el séptimo centenario del budismo Nichiren, establecido por el Daishonin el 28 de abril de 1253.

Como sucesor y representante de los jóvenes, asumí la tercera presidencia de la Soka Gakkai y comencé a guiar nuestro movimiento en 1960, setecientos años después de que el Daishonin presentara a las autoridades su tratado de advertencia Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra (el 16 de julio de 1260).

Hondamente preocupado por las «raras perturbaciones en los cielos, acontecimientos extraños sobre la tierra, pestes y hambrunas»[2] que estaban acaeciendo en el Japón, el Daishonin se propuso establecer una «enseñanza correcta» —en otras palabras, el gran principio del respeto a la dignidad de la vida— y, de ese modo, «asegurar la paz en la tierra» —o sea, construir una tierra donde todas las personas tengan acceso al tesoro de la felicidad y de la paz—.

Así, se lanzó con más fervor aún al desafío de transformar el destino de la humanidad. Sobre todo, la suya fue una lucha de ideas y de palabras, para defender férreamente la verdad y la justicia.

Por eso, al iniciar mi actividad como tercer presidente de la Soka Gakkai, realicé un esfuerzo sin reservas por impulsar y expandir el Seikyo Shimbun, y decidí empezar a escribir en entregas consecutivas mi novela La revolución humana.

En su tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, el Daishonin escribe: «Si a usted le importa su seguridad personal, debe ante todo orar por el orden y la tranquilidad en los cuatro sectores del territorio, ¿no lo cree así?».[3]

La vida de todos está interconectada; no podemos sentirnos realmente felices o seguros si hay otros que están sufriendo o viven en peligro. Basados en esta perspectiva de la vida, desde el Seikyo Shimbun estamos comunicando la filosofía del budismo Nichiren y su profundo humanismo, que nos llevan a orar y a trabajar por una sociedad y un mundo más seguros y pacíficos. Con este periódico, hemos expandido ampliamente un espacio de diálogo y de solidaridad por la paz, la cultura y la educación.

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El Seikyo Shimbun, que el año entrante cumplirá setenta años como digno baluarte de un periodismo por la dignidad de la vida, está alumbrando el gran camino hacia la felicidad de uno mismo y de los semejantes, a la par de infundir esperanza y valentía a sus lectores.

Cuando di por concluidos los treinta volúmenes de La nueva revolución humana en 2018, escribí un ensayo[4] en el cual insté a nuestros miembros a seguir narrando juntos la épica del kosen-rufu y la victoria del pueblo, de hoy al eterno futuro.

Cada mañana, con profunda reverencia y agradecimiento, mi esposa Kaneko y yo leemos los inspiradores informes que publica el diario sobre la labor de nuestros camaradas en el Japón y en el mundo; los consideramos un registro cotidiano de oro sobre la revolución humana.

Hoy, especialmente, cuando la humanidad se debate ante una crisis sin precedentes, el Seikyo Shimbun posee la misión increíblemente importante de transmitir sabiduría para crear valor y transformar en remedio lo que se presenta como un veneno. Debe brillar en la vanguardia editorial, con la divulgación de artículos y escritos que empoderen y alienten a la gente, y que unan el corazón del pueblo hacia la resolución de los problemas que nos aquejan.

Todos los días, el Seikyo publica noticias informando sobre la contribución solidaria y la lucha altruista de los miembros del Japón y del mundo, y con ellas inspira a todos los que batallan dando lo mejor frente a la adversidad. En tal sentido, encarna la tenaz decisión de los valientes ciudadanos del mundo que piensan a cada instante cómo alentar e infundir alegría a los demás.

Esto refleja fielmente el deseo constante del Buda expresado en el Sutra del loto, que es guiar a todos los seres humanos para que sean sabios y felices, y vivan en paz: «Mi pensamiento constante es / cómo hacer para que los seres vivos / accedan al Camino insuperable / y adquieran rápidamente el cuerpo de un buda».[5]

El Daishonin afirma a tono con esto: «El maravilloso medio para poner fin, de verdad, a los obstáculos físicos y espirituales de los seres humanos no es otro que Nam-myoho-renge-kyo».[6] A través del inmenso poder benéfico de la Ley Mística, los miembros de la Soka Gakkai estamos perseverando en cada rincón del mundo para activar el poder y la sabiduría sin límites de la budeidad —que existen en forma innata tanto en nosotros mismos como en los demás— y así «poner fin a los obstáculos físicos y espirituales de los seres humanos».

*

Cuando, el 3 de mayo de 1960, asumí la tercera presidencia de la Soka Gakkai, hace seis décadas, alcé la mirada y contemplé un enorme retrato del maestro Toda. Creí escuchar en mi corazón su voz exhortándome a liderar con audacia… Así, juré dar otro paso más hacia el logro del kosen-rufu mundial con la determinación que expresa el Gosho: «¡Este es mi juramento y jamás lo abandonaré!».[7]

Para conmemorar ese 3 de mayo, el día que me lancé a la batalla, compré un cuadro en una tienda cercana a Nishi-Kanda, donde había funcionado tiempo atrás la antigua sede de la Soka Gakkai. Era la reproducción de un óleo del pintor alemán Hugo Schnars-Alquist (1855-1939), autor de magníficas escenas marítimas, donde se veía un barco remontando el oleaje embravecido, bajo el viento implacable, con las velas casi completamente arriadas. Las olas sacudían el casco y la espuma blanca inundaba la cubierta. La imagen captaba ese momento de arrojo en que el navío, a punto de zozobrar, ceñía a rabiar contra el viento, a todo o nada.

El cuadro representaba perfectamente mi espíritu a los 32 años, en el momento en que inicié mi travesía por el kosen-rufu. Estaba decidido a atravesar el mar borrascoso de las vicisitudes y alcanzar el amanecer de la victoria para todas las personas, junto con mi mentor y mis camaradas.

Para mi inmensa alegría, fui secundado no solo por los miembros que ese día celebraron mi asunción en Tokio, sino por los compañeros de todo el Japón y del mundo, que, unidos por el compromiso de los Bodisatvas de la Tierra, se pusieron de pie a mi lado para cumplir la misión de la Soka Gakkai.

Todos ellos resistieron el asedio furioso del karma… Tal como describe el Sutra del loto, fueron azotados por los vientos feroces de la calumnia y el insulto, por el odio y la envidia… Aún así, sin jamás olvidar la promesa de aquel 3 de mayo, marcharon, oraron y lucharon conmigo con espíritu invencible, y lograron una victoria brillante.

A los dignos sucesores jóvenes que hoy están haciendo frente con bravura los duros desafíos de esta época, quiero legarles este espíritu de lucha de los miembros de la Soka Gakkai, unidos por los lazos de maestro y discípulo y por el juramento de los Bodisatvas de la Tierra.

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Grullas que,
atraviesan en vuelo
los picos más altos del mundo
los Himalayas,
para cumplir su misión.

Escribí este poema la mañana del 3 de mayo de 1960, el día en que fui nombrado presidente de la organización.

Durante las clases particulares que me daba mi mentor en mis años de juventud —y que hoy llamo afectuosamente la «Universidad Toda»—, él mencionó una vez el siguiente pasaje de los escritos de Nichiren Daishonin: «Las aves que se acercan al monte Sumeru adquieren un color dorado».[8] Me dijo que el monte Sumeru era como los Himalayas y que, cuando fijábamos la meta en cumbres muy elevadas, y nos esforzábamos al máximo por superar los escollos del camino, nuestra vida también llegaba a brillar como el oro.

¡Qué hermosa debe ser la imagen resplandeciente de los pájaros que vuelan hacia las cimas nevadas! Las palabras de mi maestro evocaron en mi mente una bandada de grullas que alzaban vuelo en majestuosa formación, con las alas desplegadas de par en par.

Por formidables que sean los picos que encontremos en nuestra ruta por el kosen-rufu, los miembros de la Soka, unidos por los lazos de maestro y discípulo, abriremos las alas de la sabiduría y del amor compasivo, y volaremos con valor hasta las máximas alturas.

¡Con la unión más sublime del mundo, triunfemos sobre todas las adversidades! ¡Entonemos un himno triunfal a la dignidad de la vida, e irradiemos la luz dorada de la esperanza para alumbrar el futuro de la humanidad!

(Traducción del artículo publicado el 20 de abril de 2020 en el Seikyo Shimbun). |


[1] ↑ El tambor en el Portal del Trueno, en END, pág. 993.

[2] ↑ Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, en END, pág. 6.

[3] ↑ Ib., pág. 25

[4] ↑ Véase el ensayo titulado «Historias de oro de revolución humana basadas en el juramento de lograr el kosen-rufu», Seikyo Shimbun, 22/8/2018.

[5] ↑ SL, cap. 16, pág. 230.

[6] ↑ El maravilloso medio para superar los obstáculos, en END, pág. 884.

[7] ↑ La apertura de los ojos, en END, pág. 297.

[8] ↑ Según el Tratado de la gran perfección de la sabiduría, los seres que se acercan al monte Sumeru pierden su color original y cobran matices dorados. Véase la cita en WND-2, pág. 671.

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