Un «juramento de agosto»


Orientación para la SGEs


El 14 de agosto de 1947, un joven Daisaku Ikeda participaba, invitado por unos amigos, en su primera reunión de diálogo de la Soka Gakkai. En ella conoció a Josei Toda. Diez días después, el 24, confiando en la personalidad de quien adoptaba como maestro, ingresó a la Soka Gakkai.

En aquella reunión, Toda Sensei había disertado acerca del tratado de Nichiren Daishonin Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra. Recalcó que, aunque los miembros de la Soka Gakkai eran pocos en número, estaban recorriendo el camino de maestro y discípulo e izando el estandarte de la enseñanza budista para iluminar Japón, que se hallaba sumido en la oscuridad, en medio del caos de la posguerra.

Años más tarde, Ikeda Sensei escribiría: «La lucha por establecer la enseñanza correcta para la paz de la tierra que emprendí ese 24 de agosto, a mis diecinueve años, se convirtió en el propósito de mi juventud y de mi vida entera».[1]

Por curiosa coincidencia, la fecha japonesa del «16 del séptimo mes» –que habitualmente referimos como 16 de julio– de 1260 en la que el Daishonin presentó aquel tratado de referencia, en el antiguo calendario juliano, que se empleaba en Europa en aquel período, corresponde al 24 de agosto de 1260.

Y aquella lucha, aquel propósito, se reveló como un verdadero juramento, que sigue permeando la totalidad del movimiento de Gakkai, y que cobra aún más intensidad en una época tan extraordinariamente difícil y confusa como la que estamos viviendo en Europa y el mundo entero.

En «Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», el anfitrión, que representa a Nichiren Daishonin, propone: «Conversemos extensamente sobre esta cuestión». Nuestra campaña «Cien mil diálogos de esperanza» […] encarna este espíritu actualmente.

En Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, el anfitrión, que representa a Nichiren Daishonin, propone: «Conversemos extensamente sobre esta cuestión».[2]

Nuestra campaña «Cien mil diálogos de esperanza», en la que estamos inmersos en este momento crucial, encarna este espíritu actualmente. Ante la magnitud de los desafíos que enfrenta nuestra sociedad podemos, de hecho, sentir que somos «pocos en número»; pero al hacerlo basta con recordar la convicción –antes citada– expresada en aquel primer encuentro entre Toda Sensei e Ikeda Sensei.

Nuevo logo representativo del avance hacia el 60.º aniversario de la primera visita de Daisaku Ikeda a Europa, el próximo mes de octubre –avance que en la SGEs propulsa la campaña «Cien mil diálogos de esperanza»–

El mes pasado, concretamente el 7 de julio, se celebró en el Auditorio Toda de Tokio la 4.ª reunión de la sede central para responsables de la década que conduce al centenario de la Soka Gakkai en 2030, que conmemoró el 70.º aniversario de la fundación de los departamentos juveniles de la organización. Ikeda Sensei envió para la ocasión un mensaje en el que enfatizó la importancia del coraje para enfrentar los obstáculos y buscar una forma de vida más profunda. Describió la fe como la máxima expresión de la valentía; y pidió a la juventud que una colectivamente sus fuerzas y su sabiduría para superar las dificultades y encabezar con optimismo y resiliencia la marcha hacia una década de renovada creación de valor para la familia humana global.

En este mensaje, cuya publicación íntegra está prevista para el próximo número de esta revista, se lee:

Este año se celebra el 750.º aniversario de la victoria del Daishonin sobre la persecución de Tatsunokuchi y el consiguiente fallido intento de ejecución, perpetrado el 12 de septiembre de 1271. En ese momento, se despojó de lo transitorio y reveló lo verdadero. De acuerdo con su afirmación de que «cada sitio donde Nichiren ha sufrido persecuciones es una tierra de Buda»,[3] este hecho también adquiere el trascendental significado de que el Daishonin iluminó el mundo saha atravesado de conflictos con la suprema luz de la budeidad, que disipa la penumbra, para que pueda brillar como una tierra de Buda, la Tierra de la Luz Tranquila.

Y continúa:

Nosotros, en relación directa con Nichiren Daishonin –el Buda del Último Día de la Ley–, trabajamos laboriosamente en la sociedad; entablamos valerosos diálogos y actuamos con el ánimo de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra».
·
Nos esforzamos infatigablemente por el kosen-rufu, derribando barreras en nuestro corazón y en el de otras personas, superando toda suerte de obstáculos e impedimentos, y elevando nuestro estado de vida mediante la revolución humana. Estamos construyendo tierras pletóricas de tesoros de paz y felicidad en los lugares donde transcurre nuestra lucha cotidiana. Y esto es, para nosotros, «abandonar lo transitorio y revelar lo verdadero».

Es cuestión de «revelar lo verdadero» en cada momento. Cada mañana y cada tarde, concretamos el principio de «descartar lo transitorio y revelar lo verdadero». El gongyo, que constituye la base de nuestra práctica budista, podría describirse como una ceremonia en la cual, cada día, hacemos que se eleve en nuestra vida el sol primordial de la budeidad. Hacemos que la vida del Buda eterno se manifieste en nuestro corazón, y avanzamos continuamente hacia el kosen-rufu.

En el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, el Daishonin cita este pasaje importantísimo de un comentario budista: «Cada mañana, nos levantamos junto al Buda; cada tarde, descansamos junto al Buda. A cada momento, transitamos el Camino; a cada instante, revelamos nuestra verdadera identidad».[4]

Estamos construyendo tierras pletóricas de tesoros de paz y felicidad en los lugares donde transcurre nuestra lucha cotidiana.

Todas las mañanas y tardes, realizamos un vigoroso gongyo frente al Gohonzon y, en tal sentido, estamos siempre viviendo «junto al Buda»; así es la enseñanza del budismo del Daishonin. Por otro lado, en cada momento tomamos conciencia de la gran fuerza vital de la Budeidad, que ha estado con nosotros desde el tiempo sin comienzo y que se manifiesta poderosamente en nuestro ser.

Durante este mes de agosto, en el que en la SGEs tendrán lugar diversos cursos de verano, podemos renovar nuestro propio «juramento de agosto» y, preparándonos tal como el rey león «se agazapa para saltar»,[5] establecer en primera persona la enseñanza correcta. De este modo, construyamos verdaderas «tierras pletóricas de tesoros de paz y felicidad» como discípulos y discípulas.


[1]IKEDA, Daisaku: «El juramento del 24 de agosto», Seikyo Shimbun, 24/8/2011.

[2]Véase en END, pág. 7, y en este número, comentado.

[3]La persecución de Tatsunokuchi, en END, pág. 205.

[4]OTT, pág. 83.

[5]Véase Respuesta a Kyo’o, en END, pág. 433.

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