Este mes se cumplen 75 años desde que un joven Daisaku Ikeda, invitado por un amigo, acudiera a la reunión de diálogo donde conoció a Josei Toda y el budismo en la Soka Gakkai. Gracias a ese encuentro, hoy podemos practicar esta enseñanza en todo el mundo. Recordando el asombroso poder de cada reunión de diálogo, dos jóvenes comparten su primer encuentro con la filosofía budista.
DAVID CABO · BARCELONA
Tengo 28 años y empecé a practicar hace siete. En ese entonces estudiaba Ingeniería Química en la Universidad Autónoma de Barcelona y me sentía muy frustrado en mi día a día.
Recordé que mi tía había hablado de la filosofía budista y de la Soka Gakkai en reuniones familiares numerosas veces a lo largo de los años y, aunque en su momento no le había dado mayor importancia, quise probarlo para poder aliviar ese sufrimiento. Ella me invitó a una actividad y me comentó que sería maravilloso, un punto de partida para transformar mi vida.
Ese primer encuentro fue una asamblea del Departamento de Estudiantes, el 16 de marzo del 2015. Recuerdo que me sentía muy expectante y bastante nervioso cuando empezó, pero la amabilidad y la cercanía de los miembros que estaban me generó mucha tranquilidad. Sentí una profunda conexión con los demás participantes, y me di cuenta de que no era el único que experimentaba grandes sufrimientos. Inspirado por las experiencias que escuché ese día, decidí probar la práctica. Me determiné a crear las circunstancias que yo deseaba para disfrutar plenamente de mi vida. A la vez que iba logrando mis objetivos, sentía más fuerza para poder hablar de la práctica a todos mis familiares y amigos. Con muchos de ellos he podido entonar daimoku, acompañarlos al centro cultural o a reuniones de diálogo y tener conversaciones de corazón a corazón.
Ahora mi determinación es seguir haciendo mía la campaña «El uno es madre de diez mil» y mantener encuentros individuales para compartir la práctica y alentar a las personas.
ESTEFANÍA VIDAL · GRAN CANARIA
Descubrí esta maravillosa práctica hace aproximadamente tres años gracias a Laura. Nos conocíamos de la universidad, pero nos hicimos amigas durante el estudio de nuestras oposiciones. Fue una etapa muy dura, pues me enfrentaba a exámenes muy exigentes. Cuando Laura me habló del budismo Nichiren, me resultó interesante, pero no pensé que fuera para mí. Y cuando me invitó a un encuentro de jóvenes, dije que sí por curiosidad, pero ¡no sabía que sería el primero de muchos!
Entonces llegó el día. Entré al centro cultural donde se celebraba el encuentro; era la primera vez que veía un Gohonzon y también que escuchaba el daimoku. Al principio estaba callada, pues entonar Nam-myoho-renge-kyo me parecía difícil, pero pasados unos minutos, y conforme iba escuchando, me lancé a hacerlo en voz baja. En este punto ya había superado una de mis barreras: me podían más las ganas que la vergüenza de no decirlo correctamente.
Fue también ese día cuando escuché por primera vez palabras de Sensei extraídas de La nueva revolución humana. Salí de este encuentro llena de alegría y con más ganas de conocer sobre este budismo. Desde ese día empecé a practicar diariamente y pude experimentar los beneficios de tener un estado vital más alto. Eso me ayudó enormemente en mis estudios: logré darme cuenta de que la falta de confianza no me permitía avanzar, así que, gracias a la práctica, ¡cambié mi actitud y pude lograr mi objetivo!