Vivir motivado por la misión de educar


Entrevistamos a Richard Michael, educador resiliente con experiencia de varias décadas en la implementación de la filosofía educativa de Maria Montessori, que ha sabido adaptar a escenarios diversos en respuesta a los cambios.

Tras mudarte a España desde Australia, empezaste a trabajar como educador en un colegio que implementaba el método desarrollado por Maria Montessori. Háblanos, por favor, del significado que tuvo para ti el encuentro con esta filosofía educativa y de tu trayectoria como docente en ese colegio.

El descubrimiento de la filosofía educativa de María Montessori fue un proceso gradual. Gracias a la iniciativa de la propietaria de la escuela, cuando empecé pude hacer un curso durante un año y asistir a muchas conferencias que me permitieron profundizar en este enfoque.

Lo que más me llamó la atención de Maria Montessori –aparte del método y la teoría– fue la propia mujer. ¡Tenía tal energía y dedicación para inspirar a otros a adoptar esta nueva forma de educación…! Creía que cada niño tiene un potencial interior para descubrir y cultivar tomando su educación en sus propias manos.

A través de su observación de los niños, Montessori llegó a la convicción de que una nueva sociedad, un nuevo orden mundial podría construirse a través de la educación, «pues los niños son los constructores del hombre y de la sociedad».[1]

Sus guías y libros fueron una inspiración para mí y lo siguen siendo. Trabajó hasta el final de su vida visitando escuelas en diferentes países y desarrollando y animando a los profesores. Con ella aprendí que el maestro es un guía que permanece en segundo plano apoyando a los niños en su desarrollo.

Dibujo de una estudiante

En un momento dado, entraste en contacto con la práctica del budismo Nichiren en la Soka Gakkai, organización cuyo origen está estrechamente ligado a la pedagogía. ¿Qué es lo que te atrajo de esta práctica, y qué repercusión tuvo el hecho de adoptarla, en tu crecimiento personal y como educador?

Sí, encontré la práctica budista gracias a mi trabajo en la escuela, porque la madre de uno de mis estudiantes me habló de Nam-myoho-renge-kyo y me dijo que mi vida cambiaría (y lo hizo, ¡de tantas maneras…!).

Fue en el año 1990, y en esos primeros tiempos las mujeres Soka me dejaron impresionado con su fuerza y determinación. A medida que nuestra organización crecía, y que yo pude estudiar, profundizar y participar en diferentes cursos de capacitación, fui tomando conciencia de mi misión y de mi relación con Daisaku Ikeda.

Pude alinear mi práctica, mi vida personal y mi trabajo, y no verlos como ámbitos separados. Varias veces participé activamente en los preparativos de la «Jornada para una educación creativa», donde disfruté mucho aprendiendo y profundizando en mi compromiso con la educación.

Uno de los ámbitos en los que la pandemia ha tenido una afectación más importante ha sido el educativo. ¿Cuál ha sido tu experiencia?

Cuando se decidió cerrar las escuelas y la enseñanza se redirigió a las actividades en línea, fue una verdadera prueba para mi creatividad y mi capacidad de ser flexible.

En ese momento me asignaron la responsabilidad de ayudar a otros profesores a comprender la filosofía Montessori. Esto implicaba ir de clase en clase alentando tanto a alumnos como a docentes, y no tener una clase propia. También me encomendaron la tarea de preparar vídeos para los demás profesores, para apoyar el aprendizaje en los cursos de los más pequeños. No tenía contacto con los niños, y eso me resultaba muy difícil. Pero, a pesar de ello, recibí muy buena respuesta de mis compañeros de trabajo, que me dijeron que tanto padres como profesores disfrutaban mucho con mis vídeos. ¡Algunos de ellos todavía se utilizan!

Dibujo de un estudiante

La creencia, arraigada en algunos sectores, de que cuando una persona es mayor se agotan sus posibilidades es lamentable. Ejemplos como el tuyo muestran que es, además, errónea. Pero vayamos paso a paso: ¿serías tan amable de compartir cómo te enfrentaste al anuncio de que tu relación laboral con el colegio terminaba?

En alguna ocasión me habían preguntado en la escuela si estaba pensando en la jubilación, y yo siempre había respondido que, mientras estuviera bien de salud y tuviera ganas, continuaría. Esto se basaba en el juramento que comparto con Ikeda Sensei de dedicar mis últimos años a la educación. Los niños y los padres siempre estaban contentos con mis cursos, así que fue una gran decepción que rescindieran mi contrato el último día de agosto de 2020.

Un importante principio budista afirma la posibilidad de «transformar el veneno en medicina»; en otras palabras, asegura que podemos convertir la adversidad en el motor de un desarrollo aún mayor en nuestra vida. ¿Qué ha significado para ti esta adversidad, y cómo se pone de manifiesto en tu actual proyecto de vida?

Efectivamente, gracias a la oración, las actividades, la lectura del Gosho y de La nueva revolución humana, fui capaz de darle la vuelta a la situación. Siempre he disfrutado mucho de las actividades de Gakkai: desde mis inicios apoyé no solo en el Departamento Futuro, sino que también limpié, cuidé el jardín en torno al Centro Cultural Soka e hice aportación. Los beneficios de estas actividades en mi vida siempre han sido evidentes.

Cuando perdí el trabajo, me sentí como Shijo Kingo después de que le quitaran sus tierras.[2] Él finalmente recibió el triple de tierras, y yo recibí una liquidación que era el doble de la cifra inicial. Así que pude continuar mi actividad de aportación de una manera renovada y más decidida. Estoy convencido de que esto fue una gran protección, fruto de tantos años desafiándome en la actividad de aportación.

Tras el despido, me trasladé de Madrid a un pequeño pueblo de Jaén. Un día, mientras entonaba daimoku, se me ocurrió pedir al alcalde del pueblo si podía cederme un espacio para dar clases de inglés a niños pequeños con el enfoque de la pedagogía Montessori. Ahora esa idea es una realidad, y el Ayuntamiento ha comprado mucho material para apoyar el proyecto. En este momento tengo más de cuarenta niños y niñas, y además acabo de dar dos conferencias a estudiantes de educación infantil en diferentes universidades de Madrid.

Hace poco, uno de mis niños le dijo a su madre: «Mamá, Richard es un viejo, pero un viejo joven y divertido». ¡Fue todo un halago!

Espacio donde Richard desarrolla su actividad como educador en la localidad donde vive actualmente | Foto: Cortesía de Richard Michael

Tus respuestas traslucen el profundo sentido de misión que guía tu vida profesional. En caso de que algún educador o educadora las esté leyendo y se pregunte cómo puede profundizar su propio sentido de propósito en la tarea de forjar a los protagonistas del futuro, ¿qué le dirías?

Tsunesaburo Makiguchi aclaró que nuestro objetivo como educadores es desarrollar alumnos felices. Para ello, creo que es esencial que todo profesor y profesora tenga una sólida base filosófica orientada al respeto a la vida humana. Además, como docentes debemos seguir esforzándonos y aprendiendo para poder mantener viva nuestra pasión por la educación.


[1] ↑ MONTESSORI, Maria: Educar para un nuevo mundo, Amsterdam: Montessori-Pierson Publishing Company, 2015.

[2] ↑ Shijo Kingo (c. 1230–1300) era un samurái discípulo de Nichiren Daishonin. Movido por su determinación, un día decidió hablar con su señor feudal, Ema, para persuadirlo de que creyera en las enseñanzas del Daishonin, pero solo consiguió que Ema, quien era seguidor del sacerdote Ryokan, se irritara. Los otros samuráis también empezaron a atacarlo y desacreditarlo, y Ema llegó a exigir a Shijo Kingo que renunciara a su fe, bajo la amenaza de confiscarle sus tierras. A pesar de lo crítico de la situación, Shijo Kingo resistió con determinación inquebrantable. Tiempo después, Ema enfermó gravemente, y solo pudo recuperarse gracias a Shijo Kingo, quien, además de samurái, era un excelente médico. Como consecuencia, Shijo Kingo recuperó la confianza de su señor y obtuvo como recompensa tres veces más tierras que las que administraba anteriormente. Véase La asignación de nuevos feudos, en END, pág. 989.

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