Esforzarnos en crear un mundo de paz y tranquilidad para toda la humanidad


A continuación, presentamos el extracto de un reciente ensayo de Daisaku Ikeda, perteneciente a la serie Nuestra brillante revolución humana.

El florecimiento de un ciruelo señala la llegada de la primavera y engalana a un vireo ojiblanco, en una fotografía tomada por Daisaku Ikeda en Tokio el pasado 20 de febrero | Foto: Seikyo

[…] El poeta indio Rabindranath Tagore (1861-1941) fue contemporáneo de nuestro presidente fundador, Tsunesaburo Makiguchi (1871-1944), este último apenas diez años más joven que aquel. Tagore escribió: «En la valentía del ser humano brilla el esplendor del sol cuyos rayos disipan toda la oscuridad del mundo».[1]

El sol arde sin pausa. La energía que irradia se genera en su núcleo, desde donde se desplaza sin cesar, en un proceso que lleva mucho tiempo, hasta la superficie de la estrella y luego hasta la Tierra. El sol nutre la vida e ilumina todo lo que existe sobre nuestro planeta.

A la hora de adoptar su nombre, Nichiren, el Buda del Último Día de la Ley incluyó el carácter nichi, que significa «sol».

El Daishonin siempre trató con infinito respeto y consideración a cada persona, y alentó a todas con palabras cálidas y revitalizantes, como los rayos del sol. Uno por uno, empoderó a sus seguidores para que hicieran brillar el sol de su budeidad interior y erradicaran de su vida la oscuridad de todas las manifestaciones del sufrimiento.

Hoy, en todo el mundo hay pensadores y académicos que están observando con interés la conducta y el proceder del Daishonin.

El doctor Dennis Gira, supervisor de la traducción francesa de Los escritos de Nichiren Daishonin, se mostró impresionado por el aliento que brindan los textos del Daishonin y por la infinita bondad que este extiende a sus semejantes; vio en sus palabras un modelo de diálogo genuino capaz de vincular a las personas de manera esencial.[2]

El doctor Carlos Rubio, supervisor de la traducción al español del Gosho, destacó los pensamientos y los actos del Daishonin dirigidos a la reforma social, así como su calidez humana, que tanto nos inspira hoy, en una época en la que enfrentamos tantos problemas globales de carácter urgente.[3]

¡Un aliento que convierta el abatimiento en esperanza!
¡Oraciones que transformen el destino en misión!
¡Una red de apoyo que torne el dolor en alegría!

A través de nuestra labor conjunta, unidos por los lazos de maestro y discípulo, la brillante luz del budismo del sol de Nichiren Daishonin sigue propagándose de manera amplia e incesante en todo el mundo.

[…] la brillante luz del budismo del sol de Nichiren Daishonin sigue propagándose de manera amplia e incesante en todo el mundo.

*

Ahora, emprendamos la partida,
audaces nuestros corazones, para propagar la Ley Mística
en los lejanos confines
de la India.

Mi maestro Josei Toda, el segundo presidente de la Soka Gakkai, escribió este poema inolvidable en enero de 1952, en el año del séptimo centenario del establecimiento de la enseñanza del Daishonin.[4]

A menudo expresaba su anhelo de llevar el sol del budismo Nichiren a toda Asia. Su gran deseo era que los países y las gentes del continente pudiesen disfrutar de paz y tranquilidad.

En una ocasión, citando el texto Sobre la advertencia a Hachiman, que enseña acerca de la transmisión del budismo al oeste, el maestro Toda nos exhortó a hacer realidad el kosen-rufu mundial. Sobre la difusión de la Ley Mística en el Último Día, el Daishonin afirma: «Ahora […] es mucho más apropiado propagar tales enseñanzas [del Sutra del loto] […]. ¿Cómo no difundirlas?».[5]

¡Este es el tiempo! ¡Es el momento de ponernos enérgicamente en acción por el kosen-rufu!

¡Este es el tiempo! ¡Es el momento de ponernos enérgicamente en acción por el kosen-rufu!

Con el corazón henchido de fuerza, en respuesta a la apasionada llamada de mi maestro a emprender una travesía por Asia y por el mundo, me puse en acción con valor. Así, encabecé lo que luego se conocería como la «Campaña de Febrero».[6]

Mi primer paso concreto para impulsar el kosen-rufu lo di en la organización local a la cual pertenecía, el distrito general de Kamata (centrado en el distrito municipal de Ota, en Tokio). En un esfuerzo que marcó un antes y un después, duplicamos el registro mensual previo dando la bienvenida a 201 nuevas familias a lo largo de ese febrero.

Personalmente, me había propuesto la meta del ingreso de 200 nuevas familias. Pero, como distrito general, el objetivo grupal que adoptamos fue que cada unidad, como estructura organizativa más pequeña (lo que hoy es el «grupo»), sumara dos nuevas familias. Esto nos dio a todos una meta inmediata y personal que juramos lograr, a diferencia de otro tipo de metas que se perciben como remotas e inalcanzables. Cada uno se puso de pie con iniciativa, queriendo corresponder a nuestro mentor por lo mucho que le debíamos. Oramos y tomamos acción con valentía; nos encontramos y hablamos con las personas a nuestro alrededor para infundir aliento.

Tomando como base el distrito municipal de Ota, fuimos a otras áreas colindantes, como Meguro y Shinagawa, e incluso a la ciudad de Kawasaki, en la vecina prefectura de Kanagawa. Hubo audaces compañeros que incluso llevaron este desafío de diálogo a lugares alejados como la prefectura de Akita (en el norte del país) para compartir valientemente el budismo Nichiren con gente de allí.

Cuando, de tanto en tanto, nuestra buena fe y nuestra sinceridad eran recibidas con sarcasmo o rechazo, nos alentábamos unos a otros diciéndonos: «¡Lo hiciste muy bien!»; «¡Todas las adversidades en aras del kosen-rufu se convierten en beneficios!»; «¡Volvamos a intentarlo!».

La barrera que superamos en esa campaña fue, en realidad, una barrera en nuestros propios corazones, un límite autoimpuesto: la tentación de darnos por vencidos, sintiendo que la meta era muy difícil y que nunca podríamos alcanzarla.

Cuando terminó febrero, tras un mes de desafíos sin reservas, mientras cada unidad y distrito preparaban sus informes de la campaña, irrumpió con alegría en la sala una compañera del Departamento de Mujeres para anunciar que había introducido al budismo a una familia más.

De este modo, el total de nuevas familias ascendió a 201, resultado que fue posible gracias a la seriedad y la determinación de una de nuestras maravillosas miembros del Departamento de Mujeres, una agrupación cuyo espíritu se ha mantenido hasta el día de hoy.

Ese ímpetu, en perfecta sincronía con el vibrante ritmo de las estaciones, cambiando del invierno a la primavera (en el tránsito de febrero a marzo), generó una corriente que expandió la propagación magníficamente también a lo largo del mes siguiente.

Nostalgia del vecindario natal: Vista del puente Maruko sobre el río Tama, antes de su renovación en el año 2000, desde la orilla correspondiente al distrito municipal de Ota, en una fotografía tomada por Daisaku Ikeda en diciembre de 1990 | Foto: Seikyo

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En 1961, casi diez años después de esa campaña –y hace ahora sesenta–, inicié mi primer viaje a países vecinos de Asia, materializando el espíritu y los ideales de mi maestro.

En ese momento, en la India, cuna del budismo, no había miembros de la Soka Gakkai. Con el sentimiento de estar irrigando con daimoku el suelo de esa tierra eterna, sembré las semillas de la Ley Mística y senté la causa para crear las condiciones propicias para el desarrollo de nuestro movimiento llegado el momento. Y, en efecto, con el tiempo surgió una corriente de valores humanos capaces, dedicados al kosen-rufu. Hoy, en la India contamos con una extraordinaria red de más de 250 000 Bodisatvas de la Tierra.

Hace poco recibí un inspirador informe que exponía cómo en el año anterior, pese a la pandemia del coronavirus, se sumaron a la organización en la India 25 000 nuevos miembros, muchos de los cuales jóvenes. ¿Cuál es la fuerza impulsora de este desarrollo? Los responsables de ese país declaran de forma unánime que es el cuidado del crecimiento de cada individuo.

Una persona se pone en pie, y ayuda a otra a hacer lo mismo. El kosen-rufu siempre es un proceso sostenido y progresivo.

Una persona se pone en pie, y ayuda a otra a hacer lo mismo. El kosen-rufu siempre es un proceso sostenido y progresivo.

El espíritu de la Campaña de Febrero pervive hasta hoy.

Lo que cuenta, más que ninguna otra cosa, son los lazos interpersonales, de vida a vida.

Detrás de cada persona con la cual nos relacionamos hay una red de familiares y amigos. Esta red de vínculos humanos es infinita. Alentar e infundir esperanza a una persona es una increíble causa para animar a un sinfín de personas desconocidas.

Mi mentor declaró: «La Soka Gakkai seguirá creciendo, pero, mientras no perdamos de vista el espíritu de valorar a cada persona, no perderá su unión ni su fortaleza».

El gran río del establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra nace de nuestro esfuerzo tenaz por crear lazos con una persona tras otra, con nuestros corazones firmemente imbuidos de ese espíritu.

Alentar e infundir esperanza a una persona es una increíble causa para animar a un sinfín de personas desconocidas.

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El Daishonin escribe: «Cuando se seca la vertiente [u origen], el río cesa de fluir».[7] Esta estricta advertencia nos enseña a no olvidar nunca la fuente original.

En la Soka Gakkai, nuestra fuente, nuestro manantial es el camino de maestro y discípulo. Es llegar a conocer y entender el corazón y espíritu de nuestro mentor, y ponernos de pie con el mismo espíritu. Es avanzar cada paso hacia el futuro pensando en cada instante cuál es la mejor manera de hacer realidad la visión de nuestro maestro.

Toda Sensei decía: «El kosen-rufu es un gran movimiento cultural. Consiste en establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra».

Yo heredé esta visión de mi maestro. Y durante aquel primer viaje a los países asiáticos, hace seis décadas, tuve la idea de fundar la Asociación de Conciertos Min-On y el Instituto de Filosofía Oriental. Viajando por Hong Kong, Sri Lanka, la India, Myanmar, Tailandia y Camboya, se me ocurrió que sería espléndido aprender sobre el pensamiento y la música de otros países y regiones, y entablar relaciones de amistad por medio de un intercambio cultural que acercara el corazón de los pueblos. La visión de este tipo de movimiento cultural, al implementarse, se convirtió en una fuente de inspiración que nutrió una ilimitada esperanza en la paz.

La exposición «El Sutra del loto: Un mensaje de paz y de coexistencia armoniosa», organizada por el Instituto de Filosofía Oriental, ha sido vista por unas 900 000 personas en 17 países y territorios.

La Asociación de Conciertos Min-On ha establecido sólidas relaciones de confianza con artistas y organizaciones musicales de 110 países.

La fuente original de esas diversas ideas que planteé se remonta a los diez años que pasé estudiando y capacitándome bajo la tutela de Toda Sensei, en lo que llamo la «Universidad Toda».

Las lecciones invalorables que aprendí durante ese período a través de la inseparabilidad con mi maestro hoy están siendo transmitidas a todos los Shin’ichis Yamamoto del siglo XXI, a través de mi novela La nueva revolución humana, en la que he plasmado lo más hondo e íntimo de mi alma.

Cuando nuestros corazones están unidos a nuestro maestro, valentía, sabiduría y fortaleza infinitas manan en nuestras vidas.

Mientras mantengamos un diálogo interior con nuestro mentor, siempre preguntándonos qué haría él en nuestro lugar, nada nos confundirá ni nos perturbará.

El inmenso río de la paz, la cultura y la educación que ha creado la Soka Gakkai hoy nutre espiritualmente a la humanidad y promueve la unidad global, vertiendo sus aguas en el vasto océano de la creación de valor.

Estoy orando con más profundidad y fuerza que nunca, convencido de que estamos embarcándonos en una década decisiva para asegurar esta gran corriente del humanismo budista.

Daisaku Ikeda y su esposa Kaneko, durante un encuentro conmemorativo del 25.º aniversario de la fundación de la SGI, celebrado en febrero de 2000, en Hong Kong | Foto: Seikyo

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 Fue entre febrero y marzo cuando Nichiren Daishonin, tras superar las duras pruebas de la persecución de Tatsunokuchi y de un destierro de dos años y medio en Sado, obtuvo el perdón y regresó victoriosamente a Kamakura.

En referencia a las inimaginables penurias que había sufrido, que hicieron peligrar su vida, escribió: «Durante este período, he padecido adversidades, día tras día y mes tras mes […]. Mis posibilidades de sobrevivir este año o, incluso, este mes son de una en diez mil».[8] Sin embargo, prevaleció sobre todas ellas, con un espíritu invencible de resistencia que legó como inspiración para las generaciones futuras.

El Daishonin elogió a una sincera creyente que mantuvo una postura de fe ejemplar en este contexto tan difícil –e incluso viajó hasta la lejana isla de Sado para visitarlo–. Dijo que la devoción de esta mujer lo había impresionado tanto, que sentía que el propósito esencial de su destierro había sido permitirle a ella mostrar una fe tan admirable.[9]

Nosotros, como discípulos genuinos del Daishonin, también hemos prevalecido sin flaquear ante toda clase de adversidades y dificultades.

¡Triunfemos en todos los ámbitos y proclamemos al mundo la llegada de una primavera triunfante del budismo del sol, que ilumina la vida de todas las personas en todos los lugares!

Que la feliz primavera
de mis preciados amigos
exude la fragancia de los ciruelos en flor.

(Traducción del artículo publicado el 25 de febrero de 2021 en el Seikyo Shimbun).


[1]TAGORE, Rabindranath: «Mattaki Sugata», trad. jap. Tatsuo Morimoto, en Tagoru Chosaku-shu VII, Tokio: Aporon-sha, 1960, pág. 254. El poema fue escrito originalmente en bengalí.

[2]De un artículo publicado en el Seikyo Shimbun el 28/4/2012.

[3]De un artículo publicado en el Seikyo Shimbun el 1/1/2019.

[4]Esta afirmación está de acuerdo con la forma tradicional de contar los años en Japón. El Daishonin proclamó su enseñanza el 28 de abril de 1253.

[5]WND-2, pág. 931.

[6]Campaña de Febrero: En febrero de 1952, Daisaku Ikeda, quien por entonces era asesor del distrito general Kamata de la Soka Gakkai en Tokio, inició una dinámica campaña de difusión del budismo. Junto con los miembros locales, batió las marcas preexistentes de propagación, que eran de unos cien ingresos mensuales, y logró que doscientas una nuevas familias se sumaran a la práctica del budismo Nichiren en la Soka Gakkai.

[7]WND-2, pág. 763.

[8]Sobre la profecía del Buda, en END, pág. 423.

[9]Véase WND-2, pág. 1030.

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