Este mes, en que los departamentos juveniles de la Soka Gakkai celebran el aniversario de su fundación, presentamos experiencias de dos jóvenes que se desafían en la vanguardia del kosen-rufu.
Blanca Torrecillas · Salou, Tarragona
Comencé a practicar el budismo Nichiren en la Soka Gakkai hace 11 años. Por ese entonces, había dejado los estudios a causa de malas experiencias vividas en la escuela y por una difícil situación personal. Así, he pasado buena parte de mi juventud trabajando.
En 2021, que para la Soka Gakkai fue el «Año de la esperanza y de la victoria», determiné lograr lo imposible y retomé los estudios. Tenía muchas dudas sobre cómo avanzar, pero, basada en la oración, creé las circunstancias para conocer a una magnífica orientadora académica que me ayudó muchísimo, y decidí estudiar Integración Social.
Llegar hasta ahí suponía un desafío que me parecía insuperable: debía pasar por unos difíciles exámenes de acceso y tenía solo seis meses para prepararme. No me sentía capaz, pero, a pesar de mis miedos e inseguridades, me comprometí a intentarlo.
En este «Año de los jóvenes y del avance dinámico», haciendo mía la campaña de la SGEs «El uno es madre de diez mil», determiné que surgieran en Salou más chicas con las que poder compartir la práctica, y me dediqué a encontrarme con amigas y alentarlas. Pronto, mi determinación dio sus frutos: una conocida con quien había hablado sobre el budismo contactó conmigo; comenzamos a vernos, y ahora lo practica diariamente. Otra amiga, a quien había alentado a practicar anteriormente y actualmente es miembro de la SGEs, reforzó su lucha por el kosen-rufu en nuestro grupo de diálogo e, inspirada por mi decisión, también retomó sus estudios.
Ante mi determinación, mi hermano David, que es profesor en una academia, y su jefe Eloy se ofrecieron a darme clases diarias para preparar las pruebas de acceso. Recibí este gesto como un beneficio y una protección, resultado de mis esfuerzos por expandir mis diálogos. Aunque conocía a Eloy desde hacía años, pude crear un vínculo de confianza y dialogar con él, entre otras cosas, sobre mi práctica budista. Tal es así que hace dos meses comenzó a practicar, ¡lo cual me da una enorme alegría!
Estoy determinada a continuar dialogando […] y a cuidar a los nuevos miembros y simpatizantes de la SGEs.
Paralelamente, inspirada por una experiencia que leí en Civilización Global, cuya protagonista hablaba sobre cómo había luchado por llegar a tener un trabajo que cumpliera con la teoría de valor de Makiguchi, me puse como meta de fe concretar, a largo plazo, un empleo que respondiera a tales requisitos.
En medio de estos retos, contacté con Isabel, otra amiga con quien había perdido el contacto hacía un tiempo. Cuál fue mi sorpresa al saber que, después de haber conversado sobre el budismo hacía dos años, ¡ella lo estaba practicando desde entonces!
Poco después, mi hermano me habló de la posibilidad de trabajar en su misma academia dando clases de castellano a personas refugiadas, algo que me permitiría acumular experiencia justo en el sector que había elegido. No podía creerlo: ¡mi determinación se había concretado antes de lo esperado! Sentía que mis esfuerzos por la campaña estaban dando sus frutos en forma de beneficios. Estaba absolutamente agradecida y llena de fe.
Entonces, tres semanas antes del examen, me contagié de COVID. Tuve fiebre alta y dolores muy fuertes; apenas podía levantarme de la cama. Sentí mucha impotencia al no tener fuerzas para estudiar, pero determiné no dejarme vencer: oraba desde la cama, a ratos estudiaba y alentaba a las chicas por teléfono. Y estos esfuerzos no fueron en vano. Días después de recuperarme, y en fechas cercanas a las ceremonias de ingreso de la SGEs de esta primavera, Isabel decidió recibir el Gohonzon. Al mismo tiempo, Cristina, su hermana, decidió practicar más seriamente.
Los días del examen estaba muy nerviosa, pero mi daimoku diario me permitió realizarlo relajada y concentrada, tal y como quería. Finalmente, obtuve un 7,2 de media, así que en septiembre iniciaré mis estudios de Integración Social, concretando así una de las mayores victorias de mi vida.
Estoy determinada a continuar dialogando sobre el budismo con todo mi entorno, y a cuidar a los nuevos miembros y simpatizantes de la SGEs. Como dice Sensei: «Una persona que ha decidido ponerse en acción inspira a otra a hacer lo mismo. Esa segunda persona inspira a una tercera. La valentía genera valentía. Esta es la fórmula invariable para desarrollar nuestro movimiento».[1]
Haz clic aquí para leer la experiencia de Fran Mejía.
[1] ↑ Véase Civilización Global, n.º 202, febrero 2022, sección «Este mes».