A continuación se presenta el mensaje que Daisaku Ikeda envió a la 2.ª reunión de la sede central para responsables de la Soka Gakkai celebrada con miras al centenario en 2030 el 28 de febrero pasado, en el Salón de Conferencias de los Tres Presidentes Fundadores de la Sede del Gran Juramento del Kosen-rufu, en Shinanomachi, Tokio, en coincidencia con el encuentro nacional de responsables del Departamento de Hombres por su 55.ª aniversario.[1]
[…] El Daishonin observa que los Bodisatvas de la Tierra son bodisatvas que «habían fortalecido su determinación de manera completa y absoluta».[2] Esto se debe a que, sin esa tenaz resolución, no podrían dar a conocer ampliamente la Ley Mística en la época corrupta del Último Día de la Ley.
Pronto se conmemorarán diez años del devastador terremoto y tsunami que azotó la región de Tohoku [el 11 de marzo de 2011]. Con heroica integridad y resiliencia, los miembros de la invencible familia Soka de Tohoku se han puesto de pie sobre las ruinas de un desastre natural de proporciones catastróficas, de esos que se producen una vez en un milenio. Han trabajado con denuedo, entonando Nam-myoho-renge-kyo para convertir el veneno en medicina, para reconstruir y reparar sus amadas comunidades.
No tengo la menor duda de que el Daishonin estará elogiando a cada uno de estos nobles camaradas, como se alaba a un genuino Bodisatva de la Tierra, por haber soportado lo inconcebible y haber forjado, en esa lucha, una determinación aún más firme. ¡Larga vida al dignísimo «pueblo victorioso de Tohoku»![3]
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Recuerdo la ocasión en que, junto a mi maestro Josei Toda –el segundo presidente de la Soka Gakkai– con un grupo de jóvenes fuimos a las ruinas del castillo de Aoba[4] en Sendai [capital de la prefectura de Miyagi, en la región de Tohoku, el 25 de abril de 1954]. Mi mentor, mientras contemplaba desde las alturas la famosa Ciudad de los Árboles envuelta en la bruma matinal, expresó sus ardientes y profundas esperanzas en el pueblo de Tohoku, que a lo largo de los siglos enfrentó y superó tantos desastres naturales.
Por eso, los jóvenes juramos con él lograr el objetivo de establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, a través de propagar extensamente la Ley Mística que el Daishonin había enunciado con su gran rugido de león. El inolvidable «juramento de Aoba» que hicimos aquel día fue la promesa de lograr el kosen-rufu y de establecer la enseñanza correcta para la paz en la tierra.
La clave para honrar ese compromiso –nos enseñó el maestro Toda– era que la Soka Gakkai erigiera un firme castillo de valores humanos.
En realidad, todo depende de que haya personas capaces.
El Daishonin escribe: «Se denomina “rey” a aquel cuya presencia se impone en el ámbito de los cielos, la tierra y la humanidad, y jamás da muestras de perturbación».[5]
Los verdaderos campeones de la humanidad […] son quienes mantienen la calma, la resolución y la compostura inalterable, mientras asumen la responsabilidad de trabajar por el bienestar y la seguridad de la gente, […] ellos transforman el lugar donde están en una perpetua tierra de Buda.
Los soberanos genuinos, los verdaderos campeones de la humanidad, son quienes mantienen la calma, la resolución y la compostura inalterable, mientras asumen la responsabilidad de trabajar por el bienestar y la seguridad de la gente, y por la paz y la prosperidad social. Estas son las cualidades que definen a las valiosas personas de principios e integridad que el mundo está esperando.
El término «pilares de oro», que usamos para describir a los miembros del Departamento de Hombres, denota también a los reyes, a los defensores de la humanidad. Cuando estos «pilares de oro» de nuestro noble movimiento se ponen de pie y se manifiestan con la dignidad del león rey, uno tras otro, ocurre lo que enseña el Daishonin en su tratado Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra: ellos transforman el lugar donde están en una perpetua tierra de Buda, en una deslumbrante e invencible tierra de tesoros.[6]
Un pilar siempre se mantiene firme y erguido cumpliendo su función, ya sea que los demás reparen en él o no. Compañeros del Departamento de Hombres, sigamos apoyando a nuestros camaradas de fe de todas las maneras posibles, conscientes de que la vida de cada uno de ellos es una preciada torre de tesoros, y jamás dejemos de proteger el grandioso castillo del kosen-rufu. Juntos, procurando ser responsables que respondan al sincero anhelo del pueblo y merezcan su respeto y confianza, conquistemos grandes victorias en la vida y en el kosen-rufu, victorias que podamos dejar como legado a nuestros jóvenes sucesores.
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Nuestro castillo Soka de valores humanos está sostenido por lazos de respeto mutuo que reflejan cabalmente las palabras del Daishonin: «Deben respetarse unos a otros [como hacen los budas]».[7] También se define por una insuperable unión en la diversidad, basada en la «gran sabiduría de la igualdad».[8] La Soka es un mundo donde las personas pueden revelar libremente sus cualidades únicas, de acuerdo con el principio de la floración de los «cerezos, ciruelos, melocotones y albaricoques»,[9] a la vez que avanzan juntas en unión, «con la actitud de ser distintas personas, pero centradas en un mismo propósito, trascendiendo todas las diferencias que pueda haber entre ellas hasta volverse inseparables como los peces y el agua en que nadan».[10]
Eso es lo que hace de nuestro movimiento un modelo de solidaridad espiritual como el que tanto necesita el mundo de hoy, plagado de divisiones y de aislamiento.
Hace sesenta y cinco años [en 1956], durante nuestra épica campaña de Osaka, Toda Sensei y yo dialogamos sobre las esperanzas que abrigábamos para el porvenir y planteamos nuestra visión de llevar paz a la tierra y al mundo basados en los principios defensores de la vida que postula el budismo Nichiren.
Él declaró que la Soka Gakkai –la organización que, en sus palabras, es la «reina en el mundo de las religiones»– formaría valores humanos que actuarían en cada campo de la sociedad y serían pilares de la paz, la cultura y la educación, en bien de la familia humana global. Dijo que nuestro movimiento sería una enorme inspiración y enriquecería todos los ámbitos sociales, a la vez que abriría nuevos horizontes para el futuro de la humanidad. También predijo que esto se haría palpable en los años culminantes de mi lucha, ¡y esto es, precisamente, lo que está sucediendo ahora!
Nuestro castillo Soka de valores humanos está sostenido […] por una insuperable unión en la diversidad, basada en la «gran sabiduría de la igualdad».
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Los valores humanos se forjan en la fragua de la acción por el kosen-rufu; se forjan experimentando dificultades.
Siguiendo la marcha de nuestros jóvenes abanderados, los ciudadanos globales del Departamento de Jóvenes –cada uno de los cuales es un Bodisatva de la Tierra que se está desarrollando de manera admirable mientras asume los retos de la vida–, fortalezcamos nuestro juramento de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra» como ideal que nos encomendó el Daishonin, y sigamos avanzando como la cascada: impetuosos, infatigables, valerosos, exultantes e irradiando majestuosa dignidad.[11]
(Traducción del artículo publicado el 1 de marzo de 2021 en el Seikyo Shimbun).
[1] ↑ El Departamento de Hombres se creó el 5 de marzo de 1966.
[2] ↑ El general Tigre de Piedra, en END, pág. 997.
[3] ↑ Verso de la canción de la Soka Gakkai de Tohoku, «El juramento de Aoba».
[4] ↑ Castillo de Aoba: También conocido como castillo de Sendai. Construido por el señor feudal Date Masamune (1567-1636).
[5] ↑ Cisnes blancos y caballos blancos, en END, pág. 1109.
[6] ↑ El Daishonin escribe: «Si lo hace [es decir, si cree en la Ley Mística], los tres mundos se convertirán en tierra de Buda, y ¿dónde se ha visto que una tierra de Buda decline? Cada región de las diez direcciones podrá ser un reino de tesoros, y ¿dónde se ha visto que un reino de tesoros sufra daños?». Véase Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, en END, pág. 26.
[7] ↑ Las catorce acciones contra la Ley, en END, pág. 794.
[8] ↑ SL, cap. 11, pág. 169.
[9] ↑ Véase OTT, pág. 200.
[10] ↑ La herencia de la Ley suprema de la vida, en END, pág. 227.
[11] ↑ Aquí, la exhortación del maestro Ikeda evoca versos de su poema «La cascada»: «Como la cascada, impetuoso; como la cascada, infatigable; como la cascada, valeroso; como la cascada, exultante; como la cascada, majestuoso: Un hombre debe tener el digno porte de un soberano».