Determinado a ser parte activa


Inno D’Alessio | Puerto de la Cruz, Tenerife


Inno D’Alessio, en el espacio exterior del Centro Cultural Soka | Foto: Civilización Global

Soy italiano, aunque llevo viviendo en Tenerife desde 1980. Soy perito agrónomo jubilado y mi pasión son los jardines y paisajes. Mi lugar de lucha por el kosen-rufu es la zona norte de Tenerife,[1] donde cultivamos con pasión el espíritu budista de «refutar lo erróneo y revelar lo verdadero».[2]

Conocí la práctica del budismo Nichiren a través de unas amigas. La inicié con muchas reticencias en 1985, y en 1989 recibí el Gohonzon en Las Palmas de Gran Canaria.

Cuando comencé a practicar, mi vida –pensaba yo– iba bien. Tenía suficiencia económica, muchas amistades, buena salud… Aun así, me sentía intranquilo y oraba para tranquilizarme. Incluso antes de recibir el Gohonzon recitaba daimoku durante muchas horas. Y, a medida que iba practicando, mi estado vital iba mejorando; pero, por otro lado, todo alrededor mío parecía desmoronarse: perdí todos mis negocios, mis ahorros, mis propiedades. Todo esto se debió al ambiente en el que me había venido moviendo y a las amistades que tenía, que resultaron ser malas amistades. Como resultado, pasé de vivir en la abundancia a apenas tener lo suficiente para subsistir, durante un largo período.

Unas palabras de aliento que escuché en esa etapa de mi práctica han quedado grabadas en mi corazón. Para intentar recuperar un dinero que me debían, hice frente a un proceso judicial. Oré mucho para que la sentencia fuera favorable, pero no fue así. Tras conocer el resultado, una pionera del kosen-rufu me dijo con una sonrisa y mucha convicción que no me preocupara; que, si bien podía haber perdido en la sociedad, sin duda había vencido en la fe. Yo no entendía por qué me decía esto con una sonrisa…

En 1991, a raíz del incidente provocado por el clero de la Nichiren Shoshu, en España quedamos pocos miembros de la Soka Gakkai, y se vivió mucho dolor y confusión.[3] A pesar de esto, logré entablar firmes lazos humanos con mis compañeros y con mi maestro, Daisaku Ikeda. Gracias a su orientación y aliento continuos, quienes seguimos adelante pudimos comprender la verdadera naturaleza de las funciones negativas que intentaban obstruir el movimiento por el kosen-rufu. Tuve la fortuna de participar en el encuentro con él en Trets en junio de 1991, y fue un verdadero punto de inflexión para mí.[4] Juré dedicar mi vida al kosen-rufu de Canarias. Cuando tuve oportunidad de encontrarme de nuevo con Ikeda Sensei durante un curso en Japón, profundicé este juramento.

En estas décadas, me he esforzado sinceramente en apoyar a los compañeros y el avance de la SGEs desde Tenerife. He alentado a practicar el budismo a numerosas personas, y nueve de ellas han tomado la decisión de recibir el Gohonzon.

Hace ahora unos cinco años, me jubilé. Para seguir tratando de retribuir mi deuda de gratitud, decidí dedicarme más a las actividades de la SGEs. Un tiempo después empecé a viajar al Centro Cultural Soka, en Rivas-Vaciamadrid, con la determinación de ayudar a la creación de lo que ahora conocemos como Jardín de la Paz, y poner a disposición del buda Soka Gakkai todos mis conocimientos sobre jardinería.

En uno de esos viajes, las pocas semanas de estancia en el Centro Cultural Soka que tenía planificadas se convirtieron, finalmente, en más de cuatro meses, ya que llegué a Rivas justo unos días antes de que se decretara el confinamiento. Posteriormente, he viajado en más ocasiones, antes de la inauguración de la primera fase del Jardín de la Paz en mayo pasado[5] y también después.

Miembros del grupo Raíces, dando forma al Jardín de la Paz con la colaboración de Inno, meses antes de su inauguración (foto tomada en septiembre de 2021) | Foto: Alida Moi

La campaña «El uno es madre de diez mil» me ha inspirado mucho. Cuando se lanzó hace ahora un año, en Civilización Global se citó el siguiente pasaje del Gosho: «Si averiguamos el origen del monte Sumeru, encontramos que comenzó siendo una simple partícula de polvo; del mismo modo, el gran océano se inició con una sola gota de agua. Uno más uno se convierte en dos; dos se hacen tres, y así, sucesivamente, hasta formar diez, cien, mil, diez mil, cien mil o un asamkhya. Sin embargo, el uno es la madre del todo».[6]

La exposición de los «seis actos difíciles» en el Sutra del loto ilustra una realidad que Sensei ha expresado hace poco de manera resumida: «Transmitir el budismo Nichiren a otras personas es el más difícil de todos los emprendimientos».[7] Para mí, también, es un desafío hablar sobre la práctica. A pesar de ello, o justamente por ello, «El uno es madre de diez mil» me ha hecho determinarme a conversar sin miedo con quienes me rodean y alentarlos. Fruto de ello, ahora mantengo diálogos con cinco personas que, como yo, están jubiladas y se enfrentan a una nueva etapa en la vida.

Una de las personas con las que estoy hablando es un señor que se siente solo. Ha enviudado recientemente y tiene una situación familiar difícil. Ahora mismo no está muy interesado en el budismo, pero eso no es un obstáculo para que yo siga animándole a superar su tristeza. Hablo con él con mucha frecuencia.

Otra persona es un amigo del hombre al que me acabo de referir. Resulta que nos conocemos desde hace muchos años, pero nunca le había hablado sobre mi práctica budista. Mi deseo es que llegue el momento en que, los tres juntos, podamos celebrar una reunión de diálogo.

También estoy alentando a una señora. Nada más conocernos me empezó a hablar sobre sus temores. Me contó que cada vez le da más miedo salir sola a la calle. Yo enseguida le expliqué cómo el budismo nos permite hacer emerger nuestro coraje innato. Le hablé sobre la recitación de Nam-myoho-renge-kyo como forma de superar los miedos, sobre la dignidad de la vida, y sobre cómo podemos sentir gratitud por el mero hecho de estar vivos.

Con otra señora ocurrió algo curioso. Tuvimos una conversación sobre la práctica unos días antes de que ella hiciera un viaje. Luego, durante el viaje se encontró con unas amigas de la infancia y les habló sobre nuestro diálogo. Para su sorpresa, sus amigas ya conocían la práctica y le contaron que habían visitado el Centro Cultural de la SGEs en Tenerife hacía muchos años. Nos vemos prácticamente todos los días por el Puerto de la Cruz y, por cierto, le he regalado ejemplares de Civilización Global.

La quinta persona es un gran amigo mío. Recientemente, su esposa, también gran amiga mía, falleció. Esto ocurrió durante una de mis últimas estancias en el Centro Cultural Soka. A pesar de la tristeza que yo mismo sentía, busqué inmediatamente palabras de aliento de Sensei para ayudarle en estos momentos difíciles para él y para su hijo. Cuando volví a Tenerife estuve pendiente de él, y sigo estándolo a día de hoy.

Siento que es mi misión transmitir esperanza a personas, como estas, con las que comparto muchas realidades, y cuyas inquietudes y preocupaciones entiendo de corazón. Hay un pasaje de orientación de Ikeda Sensei que ha resonado fuertemente en mí:

La alegría es algo destinado a compartir entre seres humanos. Preocuparse únicamente por el bienestar personal es una actitud egoísta. Por otro lado, plantear que nuestro único interés es la felicidad ajena también conlleva cierta hipocresía. La verdadera satisfacción surge cuando somos felices y procuramos que los demás también lo sean.[8]

Con el transcurso de todos estos años, he podido reconocer el gran beneficio derivado de haber perdido todas mis posesiones materiales al comienzo de mi práctica. No tengo palabras para expresar mi agradecimiento por haber podido avanzar en mi revolución humana.

Recientemente, escribí a Ikeda Sensei una carta donde renové mi juramento.

En este «Año de los jóvenes y del triunfo», estoy determinado a ser parte activa de nuestra «renovada contraofensiva para impulsar el kosen-rufu mundial»,[9] y a apoyar a los miembros de los departamentos de Jóvenes y Futuro.

¡Muchísimas gracias!


[1]Inno es responsable general del Departamento de Hombres de la SGEs en Canarias.

[2]Tras el segundo incidente provocado por el clero de la escuela Nikken, que desembocó en la independencia espiritual de la Soka Gakkai el 28 de noviembre de 1991, en el Puerto de la Cruz se abrió una sucursal de la Nichiren Shoshu. Por este motivo, la transmisión correcta de la enseñanza del Daishonin es particularmente importante allí. El espíritu de «refutar lo erróneo y revelar lo verdadero» es el que condensa el término «shakubuku», con el que se alude a la propagación en el budismo Nichiren.

[3] Puede leerse en mayor profundidad sobre esto en «El repudio a los errores del clero de la Nichiren Shoshu bajo la prelatura de Nikken», material disponible en el sitio web global de la Soka Gakkai.

[4] En relación con el encuentro mencionado, véase Civilización Global, n.º 194, junio 2021, sección «Para dialogar».

[5] Se puede leer en detalle sobre la inauguración del Jardín de la Paz en Civilización Global, n.º 206, junio 2022, sección «Especial».

[6] Los beneficios del «Sutra del loto», en END, pág. 700.

[7] Véase en Civilización Global, n.º 212, diciembre 2022, sección «Para dialogar».

[8] IKEDA, Daisaku: Sabiduría para ser feliz y crear la paz, parte 1, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021, págs. 191-192.

[9] Véase Civilización Global, n.º 212, diciembre 2022, sección «Este mes».

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