El vigor de una fe joven


Una de las claves de la Campaña de Febrero fue el modo en que la juventud hizo de «chispa» capaz de encender la llama del espíritu juvenil en personas de todas las edades. Otra, la confianza depositada en el vigor de la fe de quienes acababan de iniciar su práctica budista. En este nuevo mes de febrero, a continuación presentamos dos experiencias en las que resuenan ambas claves, plenamente vigentes.


Elizabeth Ortiz · Barcelona

Ingresé en la Soka Gakkai en 2016. Tras ser designada responsable del Departamento de Mujeres Jóvenes en mi grupo de diálogo y desempeñarme como tal durante varios años, a mediados de 2021 asumí la responsabilidad del distrito, que abarca tres grupos más. En uno de ellos me encontré con que, tras más de un año de pandemia ya, prevalecía un cierto desánimo, y la participación se había reducido claramente. Recuerdo que, en uno de mis primeros diálogos con el equipo de responsables, alguien celebró mi llegada como joven como algo necesario y entonces yo, espontánemente, dije que todas podíamos avanzar con espíritu juvenil, independientemente de la edad. Bastaba con ponernos metas claras, hacer daimoku y tomar acción consecuente con coraje, sin miedo a escuchar algún que otro «no» a la hora de invitar a otras personas a nuestras reuniones.

Trabajo como camarera de hospital, con un horario y una dedicación física exigentes, y paralelamente desarrollo un proyecto personal. Si bien, como tanta gente, deseo poder volver a participar en actividades Soka presenciales, me resisto a ver las circunstancias actuales como un obstáculo: hemos descubierto recursos que nos permiten estar conectados a un nivel antes inaccesible a personas con agendas como la mía.

Lo cierto es que, al desplegar como equipo una nueva actitud optimista y creativa, los resultados en el grupo no se han hecho esperar: en la segunda mitad del año, la participación mensual en nuestras reuniones se ha más que triplicado. Ha sido posible gracias a la llegada de nuevas asistentes, entre quienes puedo celebrar la presencia de varias invitadas mías, y también al regreso de personas que se habían alejado. Juntas, encontramos algo que Ikeda Sensei cita en su mensaje de Año Nuevo: ¡«la mayor de las alegrías»!


Marisa Jiménez · Rivas-Vaciamadrid

Mirando hacia atrás, constato que los valores que he encontrado en la Soka siempre habían estado en mí. Pero cuando, ya en mi madurez, debí hacer frente de un modo muy directo a la enfermedad y la muerte de varios de mis seres más queridos –mi madre, mi padre, mi hermano–, lo que estaba en mi interior empezó a aflorar y tomar forma.

Un encuentro fugaz en Denia, donde la vida me había llevado imprevistamente, me permitió ponerle nombre: budismo. Luego, cuando la enfermedad de mi marido me hizo permanecer más tiempo en la localidad donde vivo, Rivas, descubrí que lo que había estado buscando lo tenía en realidad al alcance de la mano: Internet me abrió las puertas a la filosofía y la historia de la Soka Gakkai, su linaje, la profundidad de los escritos de Nichiren Daishonin y la orientación de Daisaku Ikeda… y a saber que la SGEs tenía sede en una calle por la que pasaba cotidianamente.

Ya se había declarado la pandemia, y fue a través de una llamada al Centro Cultural Soka como pude expresar mi interés en las actividades. Pronto me incorporé al grupo de diálogo local y, al participar en mi primera reunión de diálogo, por videoconferencia, sentí: «Estoy en casa». El contacto con los miembros, gente increíble que comparte experiencias de cómo están creciendo, me confirmó que había encontrado el lugar para desarrollar mi interior.

Las circunstancias de estos casi dos años han sido muy difíciles. Una de ellas fue la muerte de mi marido hace siete meses. Pero la práctica y el estudio budistas me están permitiendo vivirlo todo con sentido. Cada día entono Nam-myoho-renge-kyo ante el Gohonzon, ya entronizado en casa, y reconozco una enorme protección en forma de apoyo de amigos y de las compañeras de la Soka. Mi hija, también, ha empezado a participar en las reuniones y a recitar daimoku.

Estoy convencida de que la Ley ha llegado a mi vida cuando tenía que llegar. Mi experiencia previa me da la capacidad de discernimiento y la convicción de que es así; y también de que lo que está haciendo la Soka Gakkai es justo lo que la humanidad necesita para abordar cabalmente el futuro, y de que la guía que está ofreciendo a las nuevas generaciones es la correcta.

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