En el camino de mi misión


Cecilia Khon | La Laguna, Tenerife


Cecilia Khon | La Laguna, Tenerife

El próximo mes de octubre se cumplirán cuarenta años desde que empecé a practicar el budismo Nichiren. Fue poco después del segundo viaje de Daisaku Ikeda a España, en 1983. Por aquel entonces, me encontraba en un callejón sin salida, víctima de violencia de género y consciente de que mi vida estaba en serio peligro.

Luchaba como podía para salir de la situación en que estaba, pero era una época muy difícil y todas las puertas se cerraban ante mí; hasta que un día vino a casa mi hermana y le conté lo que me estaba pasando, y ella me habló de la práctica. Me dijo que si entonaba Nam-myoho-renge-kyo podría salir de la situación. A pesar de que estaba desesperada y ya no creía en nada ni en nadie, sus palabras llegaron a mi corazón. A la semana de empezar a orar, experimenté la protección del Gohonzon: la persona que me acosaba había desaparecido, se había alejado. Continué practicando motivada por el agradecimiento, y siguieron manifestándose beneficios.

Era una época muy difícil y todas las puertas se cerraban ante mí; hasta que un día vino a casa mi hermana y le conté lo que me estaba pasando, y ella me habló de la práctica.

Éramos las primeras personas que abrazaban la fe en Tenerife. Poco después, conocimos a un matrimonio japonés, pioneros del kosen-rufu en Canarias que vivían en Las Palmas y que empezaron a visitarnos. Como apenas hablaban castellano, traían un proyector para que viésemos grabaciones de festivales por la paz que realizaban los jóvenes de la Soka Gakkai en Japón. Recuerdo ver las caras de aquellas jóvenes, llenas de alegría y felicidad, y pensar: «Yo quiero ser así, quiero sentir esa felicidad». A pesar de las múltiples dudas y dificultades, me dediqué a la práctica cada día.

Empecé a sentir el deseo de cambiar de trabajo y me puse a estudiar para presentarme a unas oposiciones y tener un horario que me permitiese cuidar de mi hijo. Me desafié a comenzar a hacer el gongyo.

Me presenté a las oposiciones, pero las suspendí. ¡Estaba tan enfadada que dejé de practicar durante una semana! Poco después, salieron otras oposiciones, para la Universidad de La Laguna. Esta vez sí las aprobé, y comprendí que las condiciones eran mucho mejores que en las anteriores, ya que trabajaría muy cerca de casa y con el horario que quería.

En ese momento, por primera vez, hice el juramento de dedicar mi vida al kosen-rufu, respondiendo a mi maestro, quien con sus orientaciones me ha guiado hasta hoy para que persevere en el camino de mi misión: ser feliz y ayudar a otras personas a ser felices.

«Me desafié a comenzar a hacer el gongyo…»

El 24 de abril de 1986 ingresé en la Soka Gakkai junto a mi primer marido. Él había tenido problemas de adicción, que gracias a la práctica había podido superar. Sin embargo, posteriormente, el impacto que tuvo en él un diagnóstico de salud severo lo llevó a recaer. El día de Año Nuevo de 1990, tomé la decisión profunda de transformar el karma que me llevaba a experimentar tanto dolor en mis relaciones sentimentales. Al poco, nos separamos.

En marzo de 1991 se hizo patente en España el segundo incidente provocado por la escuela Nikken. A pesar de que fue una época muy difícil, no tuve ninguna duda: gracias a la Soka Gakkai y a Ikeda Sensei había conocido la práctica del budismo Nichiren y había podido transformar mi vida y ayudar a otras personas a hacer lo mismo.

Entonces, el 1 de enero de 1992, justo dos años después de determinar que mostraría una prueba real en la esfera sentimental, mi vida dio un giro radical: empecé una relación maravillosa con la persona que sigue siendo mi pareja hoy, y que desde el principio me apoyó en todas las actividades.

En La nueva revolución humana se lee:

Aunque cada una de ustedes está enfrentando sin duda muchos problemas, por favor, desafíenlos dedicándose con seriedad a las actividades de la Soka Gakkai. […] Si trabajan para el kosen-rufu y oran por él, definitivamente recibirán beneficios. Por lo tanto, lo importante es utilizar cada actividad como medio para desafiar cada uno de los problemas y convertirlos en un escalón hacia la felicidad.[1]

Cuando se inauguró el Centro Cultural de la SGEs en Tenerife, en 1993, comencé a participar en la actividad de limpieza, llamada «Manantial». Lo hice agradecida a Sensei por habernos dado la posibilidad de contar con un centro, a pesar ser pocos miembros.  He seguido realizando esta actividad hasta hoy, y ha tenido un claro reflejo en mi vida y en mi entorno.

Unos años más tarde, mi padre enfermó de Alzheimer. Gracias a que mis padres, y también mi hermana, vinieron a vivir cerca de mi casa, pude pasar mucho tiempo con él.

Un día, tras regresar yo de un curso de verano de la SGEs, mi padre me dijo: «Quiero estar en eso que tú estás». Yo no estaba segura de entenderlo bien, y le pregunté si se refería a la Soka Gakkai. Entonces me respondió: «Sí, sí… Porque eso es muy bueno». Empezaba a olvidarse de las palabras y le costaba mucho expresarse, pero esa misma tarde nos sentamos juntos a recitar daimoku en casa de mi hermana, y esto marcó el inicio de su práctica. Él sentía una gran admiración por Ikeda Sensei, en particular por sus fotografías, que llevaba a todas partes y mostraba con orgullo.

Cecilia posa con sus padres y varios miembros de su familia, incluido su hijo (primero desde la izquierda), en el año 2000

En septiembre de 2006, fui nombrada responsable del Departamento de Estadística de la SGEs en Canarias. Acepté esta responsabilidad con la determinación de esforzarme al máximo y con total seriedad para poder informar a Sensei del desarrollo de nuestra región. En ese momento, éramos apenas 400 miembros y teníamos la meta de llegar a los 1000.

En ese mismo año 2006, mi hijo Carlos estaba atravesando momentos difíciles: una ruptura sentimental y la pérdida de un trabajo le habían llevado a sentirse muy mal. Aunque había recitado daimoku en algunas ocasiones, en ese momento lo retomó con una decisión más firme. Poco tiempo después, lo llamaron para un nuevo empleo. Empezó a trabajar, se independizó y en diciembre de ese año recibió el Gohonzon.

En 2008, Carlos participó en la Asamblea Europea de Jóvenes con la que se conmemoró el 50.º aniversario de la primera ceremonia del 16 de marzo, en Milán. Un día después, conoció a una chica italiana, que hoy es su compañera. En 2021, con motivo del nacimiento de su hijo, decidieron volver a Tenerife. Después de una larga búsqueda de vivienda, se han instalado muy cerca de mi casa.

Volviendo a 2008, a principios de ese año decidí cambiar definitivamente la tendencia que me llevaba a tener siempre problemas económicos, y puse a prueba mi fe. El momento elegido no pudo ser más adecuado: mis problemas llegaron a extremos que no habría podido imaginar. De día, los teléfonos no paraban de sonar, y recibía cartas de bancos y de otras entidades financieras. Por las noches, me despertaba dándole vueltas a la cabeza, preguntándome cómo iba a salir de la situación. Tenía deudas que no sabía cómo pagar.

«A través de nuestra práctica del budismo Nichiren, podemos convertir la desesperación en esperanza, el karma en misión, y el mundo que nos rodea en un reino de paz y felicidad». He podido comprobar en mi vida que cada una de las palabras de Ikeda Sensei, como estas, son ciertas.

Oraba para extraer sabiduría. Y me esforzaba en seguir participando en todas las actividades, a pesar de no tener ni para gasolina. Este proceso de transformación duró años, y considero que mi decisión de no dejar de desafiarme en la ofrenda budista, a través de la actividad de aportación, fue clave para atravesarlos. Siempre obtenía una respuesta a tiempo, y los beneficios se multiplicaron: nuevas oportunidades de trabajo, ahorro hasta en las cosas más pequeñas… En definitiva, aunque parecía imposible, pude saldar poco a poco todas mis deudas y llegar a tener una situación económica como nunca antes. Coincide que 2016, el año en que por fin di por resueltos todos mis problemas económicos, fue también aquel en el que alcanzamos nuestra anhelada meta de 1000 miembros de la SGEs en Canarias.

Alrededor de esa época, en el Departamento de Estadística teníamos el objetivo lograr que se registraran el 100 % de los datos de participación en las actividades mensuales de la SGEs. Hasta ese momento, parecía imposible, y esto obstaculizaba la meta de tener una visión nítida y actualizada de la realidad de nuestra organización, tan importante para asegurar la meta de «que nadie se quede atrás». Determiné que Canarias lo conseguiría, para contribuir a que se lograra en toda España. Empecé por orar con total determinación y alentar a cada una de las personas encargadas del registro. ¡Y fuimos los primeros en conseguirlo! Efectivamente, esto sirvió para que otras regiones creyesen que era posible y, al poco tiempo, se logró el 100 % de registros en toda España. Desde entonces, no sin esfuerzo, esta tónica se ha venido manteniendo.

«A través de nuestra práctica del budismo Nichiren, podemos convertir la desesperación en esperanza, el karma en misión, y el mundo que nos rodea en un reino de paz y felicidad».[2] He podido comprobar en mi vida que cada una de las palabras de Ikeda Sensei, como estas, son ciertas.

Gongyo de Año Nuevo de 2023 en Tenerife (Cecilia está en la segunda fila, primera desde la derecha de la imagen) | Foto: Zebenzuy Carlos Alonso

En este camino, siempre he querido transmitir a otras personas la alegría y el beneficio de la lucha por el kosen-rufu. No siempre he logrado entusiasmarlas, puesto que, tal y como dice Sensei: «Es imposible describir de manera íntegra la buena fortuna que todos ustedes están acumulando con su trabajo cotidiano para propagar la Ley Mística y expandir nuestro movimiento por el kosen-rufu».[3] No obstante, varias de las personas con quienes he dialogado han decidido abrazar la práctica, y continúo alentando de todo corazón a quien tengo delante de mí para que pueda transformar sus sufrimientos y ser feliz.

Para este 2023, quiero responder a mi maestro esforzándome más aún en «tener una vida larga y sana» y «envolver de buena fortuna a todas las personas que conozco», comprometiéndome a crear «una marea de felicidad y de paz en bien de todo el género humano».[4]


[1]IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vol. 2, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, pág. 94.

[2]Véase Civilización Global, n.º 140, diciembre 2016, sección «Punto de partida», pág. 5.

[3]Ib., pág. 9.

[4]Véase Civilización Global, n.º 213, enero 2023, sección «Orientación».

Scroll al inicio