«La luz de la prosperidad proyectará su brillo hacia el futuro…»


Carola Bendinger · Barcelona


Durante el verano de 2019 luchaba en todos los aspectos de mi vida: laboral, económico, sentimental… Pero, justo cuando parecía que mi vida se desmoronaba, gracias a las actividades de Gakkai pude volver a reafirmar mi juramento.

Soy profesora de español como lengua extranjera, y ese verano me ofrecieron trabajar en una universidad en China. El puesto suponía un ascenso laboral, resolvía mi situación económica y me proporcionaba la vivienda que no tenía en ese momento. Tenía que dar una respuesta inmediata. Para ese entonces ya estábamos preparando el festival Protagonistas de la alegría. Tras un día de daimoku y de buscar orientación en la fe, decidí rechazar el trabajo, redoblando mi determinación de luchar por el kosen-rufu en el lugar donde estaba y con la convicción de que, asumiendo mi misión, iba a ser capaz de crear las circunstancias para una existencia segura.

Establecí metas claras y me dediqué con todo mi corazón a orar y alentar: así, pronto el sufrimiento profundo se transformó en alegría ilimitada, aunque mis circunstancias aún no habían cambiado ni un ápice. Experimenté lo que dice el Gosho: «Quien abrace el Sutra del loto comprenderá que el infierno es, en sí mismo, la Tierra de la luz Tranquila».[1]

Establecí metas claras y me dediqué con todo mi corazón a orar y alentar: así, pronto el sufrimiento profundo se transformó en alegría ilimitada, aunque mis circunstancias aún no habían cambiado ni un ápice.

Al tiempo, encontré varios trabajos, todos con contratos precarios. Trabajaba en cuatro empresas, y me pasaba el día viajando de un lugar a otro. En los trayectos hacía llamadas, leía la revista Civilización Global y estudiaba La nueva revolución humana: ¡cualquier banco de plaza era bueno para hacer una reunión!

Cuando llegó la pandemia, yo no era consciente de su gravedad. Enfermé, pero seguí adelante. Gracias a la Soka Gakkai, a su rápida reacción y a las palabras de aliento de Ikeda Sensei, tomé conciencia y pude valorar, otra vez, cuán profunda es la sabiduría de esta filosofía.

Me despidieron de uno de los trabajos; otro se suspendió temporalmente; y otro, donde tenía más horas, tuvo que cerrar físicamente porque los estudiantes volvieron a sus países. Entonces, me dediqué a hablar con mis compañeras de fe[2] y a apoyar a mi jefa, una mujer profundamente trabajadora que veía peligrar el negocio al que había dedicado tantos esfuerzos. Hicimos equipo y, decididas a no dejarnos vencer, creamos cursos online en tiempo récord, mientras nuevas formas de hacer actividad aparecían también en Gakkai.

Trabajaba desde casa, desde el vestidor de mi compañera de piso, el único lugar con buena conexión a Internet. El trabajo online pronto se acabó, pero yo seguía esforzándome en el desafío del aliento telefónico y videollamadas a compañeras miembros y simpatizantes, y continuaba con pequeños trabajos…

Pero no en todos los lugares había unión; poco a poco, dejé que esa situación y la preocupación económica hicieran mella en mí, y mi negatividad comenzó a manifestarse. Me sentía profundamente sola, vivía en una habitación oscura y sin acceso al exterior. Hacía daimoku y solo sabía llorar a mares delante del Gohonzon. Me autocompadecí. Pero el estudio, el daimoku y las reuniones me recordaban mi relación con Sensei, mi juramento, y no me dejé vencer.

[…] el día en que junté valor y pude abrir mi corazón a una compañera del Departamento de Mujeres […] me determiné una vez más, inspirada por unas palabras de Sensei: «Cuando una mujer joven de fe valiente se levanta sola, de ese espíritu nacen la esperanza y la alegría».

Todo empezó a cambiar el día en que junté valor y pude abrir mi corazón a una compañera del Departamento de Mujeres. Ese día me determiné una vez más, inspirada por unas palabras de Sensei: «Cuando una mujer joven de fe valiente se levanta sola, de ese espíritu nacen la esperanza y la alegría».[3]

En agosto, el mes en el que Sensei ingresó en la Soka Gakkai,[4] decidí que debía desafiarme más seriamente en el shakubuku. Pero ¿a quién podía hablar en tales circunstancias? Todo dependía de mi determinación interior: redoblé mi daimoku y comencé a hacer llamadas a viejos amigos.

Aunque pensemos que nuestra vida es pequeña e insignificante como una partícula de polvo o como una gota de rocío, cuando nos ponemos de pie con firme determinación y brillamos, ya no somos una mota de polvo escondida ni una gota de rocío fugaz, sino «la partícula de polvo que señala el comienzo del monte Sumeru» o «la gota de rocío que gesta el inicio de un gran océano».[5]

Curiosamente, el 24 de agosto contactó conmigo una vieja amiga con quien había hecho una formación hacía diez años. Necesitaban urgentemente una sustituta a largo plazo para trabajar en mi ámbito, en una escuela primaria. ¡No lo podía creer! Yo nunca había trabajado en la educación formal, y pensaba que estaba fuera de mi alcance; pero me cogieron gracias a las cartas de recomendación y a la entrevista, en la que pude hablar de los valores de la educación.

Finalmente, la urgencia no resultó ser tanta como parecía, y no fue hasta enero de este año que he firmado el contrato: he empezado 2021 trabajando cada día con niños maravillosos y un equipo docente que me ha acogido con cariño y colaboración.

«Ms Carola, la mejor profesora del mundo»: regalo de un alumno en el nuevo trabajo

Aunque en 2020 aún no había concretado un trabajo con buenas condiciones, me desafié en la ofrenda budista a través de la actividad de aportación de la SGEs, logrando superar el objetivo que me había puesto en 2019. Para mí, participar en esta actividad es la constatación de que nada puede detenerme para contribuir al movimiento del kosen-rufu.

Hace años, cuando luchaba en el Departamento de Estudiantes, escribí a Sensei que iba a transformar la educación en España. Era una determinación un poco abstracta, pero me doy cuenta de que hoy me estoy esforzando de forma concreta para convertirme en una excelente docente, que cree valor en la sociedad y construya una oleada de felicidad y aprendizaje para cada estudiante, mientras sigo abrigando el sueño de una educación creadora de valor.

Ikeda Sensei afirma: «El sol de la educación es una fuente de brillante y cálida esperanza», para luego citar a Cervantes: «No sería esperanza aquella […] a que pudiesen contrastar y derribar infortunios, pues, así como la luz resplandece más en las tinieblas, así la esperanza ha de estar más firme en los trabajos…».[6]

Este año, pese a la dura realidad que nos rodea, estoy determinada a ser motor de victoria y esperanza y a crear verdaderos lazos de confianza con mis compañeras de fe.

Termino compartiendo otra de mis primeras victorias en 2021: una persona con quien hablé de la práctica budista ha decidido hacer de este un año de esperanza, comenzando a entonar el daimoku.


[1]El infierno es la Tierra de la Luz Tranquila, en END, pág. 478.

[2]N. de E.: Carola es responsable del Departamento de Mujeres Jóvenes de la Soka Gakkai de España.

[3]IKEDA, Daisaku: «En el Día de la fundación del Departamento de Mujeres Jóvenes…», Seikyo Shimbun, 19/7/2020. Este texto también inspira el título.

[4]N. de E.: Daisaku Ikeda ingreso en la Soka Gakkai el 24 de agosto de 1947.

[5]Civilización Global, n.º 183, julio 2020, sección «Estudio mensual».

[6]IKEDA, Daisaku: «Una fuente de cálida y brillante esperanza», Cuadernos del Instituto Ikeda, n.º 1, junio 2020.

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