Los niños son sujetos de derechos y agentes de cambio que esculpen el futuro


En el mes en que celebramos el Día Mundial de la Infancia y, en coincidencia con él, el Día del Departamento Futuro de la SGEs, publicamos un artículo que aboga por el cultivo de una relación genuinamente respetuosa entre los adultos y los niños y niñas.

Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay

[…] ¿Cuáles son los pilares de la Convención sobre los Derechos del Niño? Uno es que sitúa a los niños no solo como sujetos que deben ser protegidos por los adultos, sino también como sujetos con derechos como seres humanos, al igual que los adultos. Además, tratando de responder a la pregunta «¿qué es lo mejor para el niño?», la Convención establece que las opiniones de los niños deben ser escuchadas y respetadas, y que estos deben recibir la protección y el cuidado que necesitan durante el proceso de desarrollo.

Este espíritu también coincide con los principios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La Declaración de la ONU sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible establece que su objetivo es un mundo «donde todos los niños crezcan libres de la violencia y la explotación»[1] y que los niños deben ser respetados como «agentes fundamentales del cambio».[2]

En el momento de la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño, Anwarul Chowdhury, que había sido secretario general adjunto de la ONU y embajador de Bangladesh ante las Naciones Unidas, desempeñó un papel importante en la promoción de la Convención como presidente del Consejo Ejecutivo de UNICEF.

Sostuvo: «Queremos proteger a los niños expuestos a problemas como la trata, la explotación sexual, los niños soldados y el trabajo infantil, y garantizar su supervivencia». Su deseo era promover los derechos de la infancia en el «interés superior del niño».

El primer encuentro del Dr. Chowdhury con la Soka Gakkai fue en julio de 1990. Daisaku Ikeda fue invitado de honor a la exposición «Niños del Mundo y UNICEF», organizada en Hiroshima por el Comité de Mujeres por la Paz. Posteriormente, el Dr. Chowdhury leyó los escritos del maestro Ikeda y profundizó en su comprensión del movimiento Soka por la paz, la cultura y la educación de la sociedad.

El Dr. Chowdhury se reunió con Ikeda Sensei en Tokio en dos ocasiones –en marzo de 2003 y agosto de 2006– y en 2008 ambos iniciaron una serie de conversaciones que se publicaron en la revista mensual Ushio, y que se recogieron en el libro Hacia la creación de una nueva sociedad global: la cultura de la paz y las Naciones Unidas, cuya edición en inglés vio la luz en 2020 con el título Creating a Culture of Peace: A Call for Individual and Collective Change.

Pero ¿cómo construir un futuro en el que se respeten los derechos de los niños? A continuación, compartimos los puntos de vista de ambos autores.

Daisaku Ikeda recibe a Anwarul Chowdhury en el Centro en Memoria de Tsunesaburo Makiguchi de Tokio, en Hachioji (agosto de 2006) | Foto: Seikyo

LOS NIÑOS GUÍAN A SUS PADRES
De las conversaciones entre Daisaku Ikeda y el ex secretario general adjunto de la ONU Anwarul Chowdhury
 

¿Cuál fue el mayor obstáculo que enfrentó el Dr. Chowdhury para lograr que los países ratificaran la Convención sobre los Derechos del Niño? En Australia y Japón, por ejemplo, hubo personas que se opusieron a la Convención, temiendo que debilitara la autoridad de los padres para supervisar a sus hijos o la autoridad de los profesores.

Sin embargo, la Convención no aboga por un enfoque de laissez-faire, en el que los niños puedan hacer lo que quieran, sino que pide a la sociedad que reconozca y respete los derechos de los niños, algo que el maestro Ikeda siempre ha defendido en su tenaz labor de diálogo.

En sus conversaciones con el Dr. Chowdhury, Ikeda Sensei reafirmó que «los niños también tienen derecho a buscar su propia felicidad, y tienen derecho a ser respetados como individuos dignos». Y, para defender esta idea, evocó el episodio del logro de la budeidad de la niña dragona contenido en el Sutra del loto.

En el sutra, un grupo de adultos escucha que una niña de ocho años, la niña dragona, brilla de dignidad y tiene un profundo amor compasivo por los seres, pero no consiguen creerlo. Entonces, ante la incrédula mirada de estos adultos, la niña demuestra de manera inequívoca su devoción por la gente. Solo después de presenciar la escena los adultos llegan a aceptar que su historia es cierta. La niña dragona hace entonces un juramento a su maestro, Shakyamuni, de «rescatar a los seres vivos del sufrimiento».[3]

Las escrituras budistas no solo hacen hincapié en la importancia de agradecer a los padres su bondad; también afirman que la verdadera piedad filial es que los hijos corrijan los prejuicios y las ideas erróneas de sus padres.

También un niño pequeño puede llevar a cabo la acción del bodisatva de salvar a la gente…

«Esta visión del ser humano nos enseña la actitud que los adultos deberían tener hacia los niños», observó Ikeda Sensei.

Son los adultos quienes deben cambiar, no hay otra opción que empezar por ahí: esta era la creencia compartida por Ikeda Sensei y el Dr. Chowdhury.

El Dr. Chowdhury destacó la importancia del empoderamiento de los progenitores: «Los padres, que naturalmente pertenecen a una generación anterior, suelen estar atados por varios prejuicios y a menudo inculcan inconscientemente sus propios valores negativos a sus hijos». Y, al respecto, concluyó: «No son los padres los que cambian a sus hijos, sino que los hijos cambian a sus padres, liberándolos de los prejuicios inconscientes que alguna vez les inculcaron».

Ikeda Sensei comentó: «Creo que es muy importante tener la perspectiva de que la generación de los niños ilumina a la generación de los padres». Las escrituras budistas no solo hacen hincapié en la importancia de agradecer a los padres su bondad; también afirman que la verdadera piedad filial es que los hijos corrijan los prejuicios y las ideas erróneas de sus padres.

«Así, los niños pueden crecer siendo respetados, tranquilizando y protegiendo a sus padres. Además, la perspectiva de que “los hijos cambian a los padres” es esencial también para transformar la conciencia de las personas y construir las nuevas tendencias de los tiempos. Solo así puede haber nueva creación y progreso, y solo así una nueva era de cambio será posible».

Para la conclusión de este diálogo sobre la infancia, el Dr. Chowdhury citó el preámbulo de la Declaración de los Derechos del Niño de la ONU, que dice: «La humanidad debe al niño lo mejor que puede darle».

ACCIÓN: ¿QUÉ PODEMOS HACER CONCRETAMENTE? LO MÁS IMPORTANTE ES ESCUCHAR

¿Qué quieren los niños y niñas? ¿Qué es «lo mejor» para ellos? El primer paso para esclarecerlo es escucharlos.

En casa, en la comunidad, en la escuela y en cada oportunidad, los adultos deben escuchar las voces de los niños y niñas, ayudar a que afloren sus pensamientos, tomarlos en serio, reflexionar juntos e intentar incorporar sus opiniones tanto como sea posible. La realidad es que el respeto hacia los derechos de los niños se materializa en las pequeñas actividades de la vida cotidiana.

[…] Experimentar que los adultos los escuchan seriamente ayudará a los niños a aprender la importancia de respetar a los demás y la actitud de dialogar. En el fondo, la amistad entre las personas y la confianza entre los países nacen del diálogo. Y el requisito más importante para que un diálogo sea fructífero es, sin duda, la escucha de lo que el otro tiene que decir.

Los adultos deben escuchar atentamente las voces de los niños que tienen delante. Los esfuerzos para reflejar tales voces en la sociedad conducirán sin duda a construir una cultura de paz y una sociedad sostenible, así como a formar a los líderes que sostendrán esa misma sociedad.

(Extracto del artículo publicado el 27 de junio de 2022 en el Seikyo Shimbun).


[1] Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

[2]Ib.

[3]SL, cap. 12, pág. 186.

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