Un punto de inflexión en nuestras vidas


Susan Crovetto y Guillermo Tutor · Las Rozas de Madrid


Susan Crovetto

SUSAN: Comencé a practicar el budismo Nichiren en la Soka Gakkai hace 17 años, a través de mi profesora de canto. Por aquel entonces, no me sentía a gusto conmigo misma, llevaba una vida poco sana, y sentía que necesitaba un cambio.

Empecé a entonar daimoku. Entre otras cosas, oraba para encontrar «mi pareja ideal», y el caso es que, a los seis meses, conocí a Guillermo, quien luego se convertiría en mi marido. Enseguida le hablé del budismo; dialogábamos mucho sobre la filosofía, que le gustaba, y me respetaba. Pero no decidió abrazar la fe en ese momento.

A lo largo de estos años, la práctica me ha permitido transformar positivamente muchos aspectos de mi vida y tener el coraje de ser yo misma, pero lo cierto es que los primeros meses de pandemia supusieron un punto de inflexión en nuestras vidas. Ante la crisis social que vivíamos, tuve claro que no podía quedarme de brazos cruzados y esperar a que las cosas se solucionaran solas: me armé de coraje para no dejarme vencer, y oré con total determinación y pasión para mostrar con mi ejemplo la veracidad de la Ley Mística y ser capaz de alentar a todo mi entorno. Me esforcé en multiplicar mis diálogos, y comencé a escribir poemas que pudieran transmitir esperanza y alegría y así acercar a las personas al corazón de mi maestro, Daisaku Ikeda.

Pronto, mis oraciones encontraron otra respuesta, al surgirme la oportunidad de trabajar como educadora en un centro de menores en riesgo de exclusión social, un empleo para el que llevaba mucho tiempo preparándome. Lo viví como una gran victoria. Además, mientras duró, basada en mi práctica pude alentar a varias personas y crear verdaderos vínculos de amistad. Una de mis compañeras incluso se animó a practicar el budismo y, hoy, seguimos regando esa semilla de confianza a través del diálogo.

Tras este logro, me sorprendió la dura noticia del fallecimiento de mi primo, un joven sano y fuerte que, embargado por la desesperación, se había quitado la vida. De nuevo, me armé de valor para no dejarme vencer por mis emociones, «ser maestra de mi mente»,[1] y extraer sabiduría para alentar a la familia y a mi tía en particular. Fue una experiencia muy dolorosa, pero pude mantener profundos diálogos de corazón a corazón con ella y estrechar así el vínculo con toda la familia.

Cuando, pocos meses después, se produjo el desastre humanitario de Afganistán, recuerdo que me senté desconsolada ante el Gohonzon y oré seriamente por todas aquellas personas. Determiné nuevamente que, si mi propósito es ayudar a quienes sufren, algo tenía que hacer para cumplirlo. A los pocos días, recibí una oferta de trabajo para apoyar a los empleados del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en la atención a los refugiados, y no dudé en aceptar.

Entre los tantos beneficios y pruebas reales de estos dos largos años de lucha constante, el hecho de que mi marido haya decidido comenzar a practicar por propia iniciativa ha sido especialmente significativo.

Entre los tantos beneficios y pruebas reales de estos dos largos años de lucha constante, el hecho de que mi marido haya decidido comenzar a practicar por propia iniciativa ha sido especialmente significativo y valioso. Ingresó como miembro de la SGEs en las primeras ceremonias celebradas desde el inicio de la pandemia, y me enorgullece verlo desafiarse en el daimoku y en las actividades cada día, y alentar a nuestro hijo para que también participe.

Tal y como nos transmite siempre Ikeda Sensei, nada es imposible, y con esfuerzo y perseverancia se puede alcanzar hasta la cima más elevada. Puedo afirmar que la práctica es la base de nuestra vida y que juntos transitamos el camino del kosen-rufu, alentándonos mutuamente y a nuestro hijo Aryán a seguir nuestros pasos, confiando en que será un gran líder del mañana.

Además, recientemente, he podido publicar los poemas que empecé a escribir durante el confinamiento con el deseo de crear valor. Que mi primer poemario haya visto la luz me da una gran alegría y satisfacción.

Quisiera terminar parafraseando unas palabras de Sensei, con las que me siento profundamente identificada: «Gracias a que encontré un mentor que depositó elevadas expectativas en mí, he podido iniciar cada día con alegría y vigor, dedicada a la suprema misión del kosen-rufu. ¡Cuán afortunada soy de poder vivir de esta manera!».[2]

Susan, Willy y Aryán (abajo a la izquierda) participan juntos en reuniones de diálogo del grupo Revivir

GUILLERMO: Hace 17 años, cuando participé en la ceremonia de entrega de Gohonzon de Susan, ella sembró en mí la semilla de esta práctica.

Durante todo este tiempo hemos tenido infinidad de diálogos sobre el budismo y, como simpatizante, coincidía con los valores y planteamientos. De vez en cuando la acompañaba a alguna actividad de la SGEs, y también se comenzaron a celebrar reuniones de diálogo en nuestra casa. No obstante, aunque vivía en una atmósfera donde el estudio, el daimoku, las reuniones, la revista Civilización Global y los miembros de la SGEs eran parte de mi vida cotidiana, me posicionaba como mero espectador.

Diálogo tras diálogo, ella siguió regando la semilla pacientemente. Sobre todo, lo hizo con su ejemplo y su postura ante los desafíos de la vida.

Fue en mayo de 2020, al final del confinamiento, cuando tomé la determinación de comenzar a entonar daimoku y conocer de primera mano los beneficios de la práctica. Hasta entonces, abordaba los problemas y situaciones incómodas de mi vida de una forma que me generaba mucho estrés, desasosiego y preocupación. No quería seguir así.

Una mañana, estando solo en casa, vi el Gohonzon en el salón y probé a recitar daimoku: me decidí a romper la barrera y ser yo quien accionara el cambio. Enseguida experimenté una gran tranquilidad por encima de todo lo que me agobiaba, y desde ese momento no he dejado de entonar daimoku a diario.

A partir de ahí, quise profundizar más. Empecé a leer Civilización Global y a participar activamente en las reuniones de diálogo. Fue con la lectura del volumen 30 de La nueva revolución humana que entendí realmente la relación de maestro y discípulo, un concepto que me costaba. Aprendiendo del ejemplo de Daisaku Ikeda, he podido conocer a quien considero mi maestro de vida. En mayo de 2021 ingresé en la SGEs, oficializando mi compromiso con mi revolución humana y con el kosen-rufu.

Diálogo tras diálogo, ella siguió regando la semilla pacientemente. Sobre todo, lo hizo con su ejemplo y su postura ante los desafíos de la vida.

El año pasado me esforcé por entablar diálogos de corazón a corazón, y así pude acercarme de nuevo a mi hermano mayor, reforzar nuestra relación –que estaba en punto muerto– y hablar de la práctica no solo con él, sino también con el resto de mis familiares. Fue un gran reto para mí, pero lo abracé con ganas y esperanza, y ya se están generando cambios en la armonía familiar.

Este año, animado por la campaña «El uno es madre de diez mil», estoy pudiendo romper aún más mis límites y dialogar con amigos con los que no hubiera imaginado nunca tener este tipo de conversaciones.

Gracias a la actividad del grupo Raíces, he podido experimentar la relación con personas muy diferentes pero unidas por un mismo propósito, y aprender el valor de la perseverancia y de la constancia. Efectivamente, a base de diálogos y esfuerzos constantes, tanto en la actividad como en otros ámbitos de mi vida, estoy pudiendo transformarla poco a poco, incluido mi entorno laboral, que estoy aprendiendo a vivir como un escenario para la creación de valor humano.

Nuestro hijo Aryán, que tiene nueve años, participa regularmente en las actividades del Departamento Futuro. Le animamos a que se siente con nosotros a entonar daimoku y lo anote. La verdad es que siempre está muy abierto a colaborar en las reuniones de diálogo, y yo aprendo mucho de él.

Tras estos dos años de práctica, veo que los obstáculos que antes enfrentaba con estrés, agobio e inquietud ahora los tomo como trampolín para crecer y seguir escribiendo mi propia revolución humana. Como dice Sensei en unas palabras de aliento recientes: «Por difícil que sea la situación o por extrema que sea nuestra angustia, siempre conservamos la capacidad de encender la antorcha del aliento. Esa luz no solo disipa la oscuridad que hace sufrir a otros, sino también el sombrío agobio del propio corazón».[3] Estoy decidido a ser portador de esa antorcha.

Guillermo participa asiduamente en la actividad de Raíces en torno al Centro Cultural Soka

[1]Véase Carta a los hermanos, en END, pág. 527.

[2]Véase IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vol. 23, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021, pág 128.

[3]«Aliento diario» para el 1 de mayo, disponible en sokaglobal.org.

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