Artistas con un espíritu invencible


Como preparándose para el invierno que se avecinaba –un invierno que, en lo humano, sería extremadamente severo y se resistiría a dar paso a la primavera– en octubre el Departamento de Artistas de la SGEs celebró un histórico primer curso de ámbito nacional, para el cual sus representantes escogieron el lema «Seamos artistas con un espíritu invencible». A continuación, recogemos testimonios de tres intérpretes que en los meses siguientes han luchado por mantener firme este compromiso en medio de «toda clase de dificultades».[1]

Inma Ochoa | Foto: Teresa Arilla

INMA OCHOA

LA VIDA DE UNA ACTRIZ puede ser muy incierta, y un papel determinado en un momento concreto puede dar un impulso enorme a una carrera. Yo estaba determinando cada día ante el Gohonzon conseguir algo así, cuando de pronto llegó una respuesta: un papel, pequeño pero fijo; un personaje encantador en una serie que se grababa en Benidorm durante varios meses con un maravilloso elenco de compañeros. Tenía dos o tres sesiones por capítulo, y eran ocho capítulos. Lo viví como una prueba real de mi práctica budista.

Y entonces vino la pandemia y la serie dejó de grabarse. Todo se detuvo. Los ocho primeros capítulos ya estaban grabados, pero aún no hay fecha de emisión. Ahora la vuelta al trabajo se plantea como un desafío, porque el protocolo de seguridad es muy estricto y hay que probar maneras nuevas para trabajar en condiciones de máxima protección. Por otro lado, tenía previsto empezar a ensayar como directora una función de teatro, que también ha tenido que aplazarse.

Mi primera reacción fue el enfado y la frustración: después de mucho tiempo fraguando la determinación de lograr un trabajo digno y con visibilidad, la alarma sanitaria lo había parado todo. Pero fue pasajero; después de dos décadas fortaleciendo mi decisión ante el Gohonzon, soy consciente de que los obstáculos son oportunidades de oro para seguir transformándome a mí y la realidad que me rodea, de modo que he aprendido incluso a agradecerlos.

Lo cierto es que, tras meses de confinamiento, el hecho primero y más evidente es que estoy sana. Me mantengo y sigo en la brecha. Y el enorme apoyo de mis compañeras de la Soka me ha permitido enfrentarme, por ejemplo, no solo al gran desafío de tecnológico de hacer reuniones a través de mi ordenador, sino además al de poder alentar a otras miembros del Departamento de Mujeres a superar sus propios miedos y seguir conectadas online de corazón a corazón. Hemos tomado mayor conciencia del significado de la unión y de nuestra misión, que no es otra que transformar esto todas juntas.

Mi práctica se ha reforzado y, aunque está siendo duro, también se están haciendo visibles los beneficios. En lo profesional, hace pocos días mi representante me llamó para comunicarme cinco fechas de trabajo para una serie con unos de los directores más importantes de nuestro país. Como nos alienta Ikeda Sensei: «Si se ponen metas concretas, visualizan claramente lo que quieren y dan lo mejor de sí, sin falta lograrán resultados satisfactorios».[2] |


José Luis Mosquera | Foto: Javier Naval

JOSÉ LUIS MOSQUERA

DESDE QUE SOY ACTOR, siempre he tenido la suerte de trabajar en compañías de teatro donde había bastante armonía. Pero nunca tanta como en este momento. En el musical en el que trabajo ahora se produce una auténtica explosión de alegría que nace de la estupenda relación entre los actores, y se vuelca sobre el patio de butacas como una corriente de energía positiva y contagiosa.

Cuando llegó la pandemia, la productora de la función nos propuso grabarnos cantando algo desde casa para mantener viva la obra y a la vez aportar nuestro grano de arena en transmitir esperanza a los demás en una situación tan complicada. Con esa idea en mente, se me ocurrió grabar un vídeo en el balcón. Mi casa está en una tradicional corrala madrileña y la vida vecinal es muy activa, pero nunca se me había ocurrido involucrar a mis vecinos en algo relacionado con mi trabajo. Por eso, con cierta prudencia, propuse a dos vecinas que al día siguiente cantaran conmigo la canción de la obra de teatro y así grabar el vídeo que se nos había pedido.

Ellas aceptaron sin problema, pero el día en cuestión yo me levanté cargado de negatividad. Así que me senté ante el Gohonzon y recité daimoku con mucha determinación por la protección y el éxito de la interpretación. Cuando salí, me encontré con que gran parte de los vecinos de la corrala habían decidido espontáneamente sumarse, apoyarme en mi vídeo y cantar ellos también.

Hacía unos meses había tenido un problema con unos vecinos mayores con los que la relación había sido muy buena hasta ese momento, y el bloqueo de la situación me estaba pesando personalmente. De pronto vi con enorme emoción que estos vecinos se sumaban. A partir de ese momento retomamos el contacto.

Apenas tuve que dar un par de indicaciones, y todos juntos cantamos y grabamos un vídeo maravilloso con «La vida empieza hoy», el tema principal del musical, que habla de tolerancia, amor y respeto por los demás.

Feliz, pedí permiso a la productora para colgarlo en redes sociales, y el éxito por la energía que desprendía fue tal que acabó llegando a oídos de Telemadrid, desde donde me propusieron venir a la corrala a grabar su propio vídeo de los vecinos cantando.

Así  que organicé la repetición de la canción y, esta vez en directo, se emitió por televisión con una pequeña entrevista, consiguiendo de nuevo contagiar a mucha gente del espíritu positivo y esperanzador del musical. En redes llegan cada día comentarios que van más allá de lo que habría podido imaginar, como algunos que hablan de personas que se ponen la canción por la mañana para levantarse el ánimo.

Fue muy difícil dejar de trabajar de un día para otro, encerrarse y atravesar la incertidumbre. Pero gracias a mi daimoku diario, el estudio budista y la relación con mis compañeros de la Soka conseguí darle la vuelta a la situación y convertir este veneno en medicina. |

Publicación en redes sociales del vídeo de la interpretación | Imagen: www.facebook.com

Diana, en una pausa del Curso del Departamento de Artistas de la SGEs

DIANA GÓMEZ

CONSIDERO QUE, COMO ACTRIZ, siempre he tenido mucha suerte: desde muy joven he trabajado mucho. A pesar de esto, mi carrera no ha estado libre de dificultades. Poco después de recibir el Gohonzon, hace cuatro años, empecé a enfrentar problemas económicos. El budismo Nichiren nos alienta a encarar cada obstáculo como un trampolín para nuestra transformación, y asumí la situación como una oportunidad para grabar esta actitud en mi vida.

Así, gracias a la práctica pude cambiar algo muy arraigado en mí: la sensación de que mi identidad se basaba solo en mi trabajo. Y pude empezar a percibirme como Diana, una persona, mucho más allá de mi profesión como actriz.

Pero mi gran revolución empezó hace un par de años, después de aceptar una responsabilidad en el Departamento de Mujeres Jóvenes de la SGEs y ser invitada a participar en el Curso Europeo de Jóvenes estival. En él pude entender cómo las actividades de la Soka Gakkai nos capacitan para la vida y nos ofrecen herramientas que yo he podido aplicar en mi día a día y como actriz.

Pero, para emprender el vuelo, hay que estar dispuesta a hacer frente a los vientos. Para sostener mi economía, aquel verano tuve que trabajar como guía turística. Mientras tanto, seguía asistiendo a castings, uno de ellos para una serie de mucho éxito. Por culpa de un incidente, ese día llegué quince minutos tarde, sofocada y nerviosa. Así que, mientras esperaba, me puse a recitar daimoku interiormente, no tanto para que me dieran el papel sino para poder disfrutar durante la prueba.

No me cogieron. Pero a partir de ese momento mi oración se concentró en determinar que yo era merecedora de proyectos de esa envergadura. Y dos meses después me llamaron: mi prueba les había interesado y me ofrecían otro personaje de la misma serie.

A esto siguió otro casting que en un primer momento, por estar trabajando y no disponer de mucho tiempo, no supe muy bien de qué trataba… hasta que me di cuenta de que era para una serie producida por la misma distribuidora de contenidos audiovisuales, que es una de las principales a nivel internacional, y que podía ser verdaderamente importante para mí. Mi daimoku en esos momentos seguía concentrado en la meta de sentirme merecedora de estar en el proyecto.

Este papel también lo conseguí, y la serie se grabó. Cuando se disponía a presentarse oficialmente en el Festival de Málaga, sobrevino la pandemia, y con ella la frustración de haber trabajado y no poder mostrar mi trabajo. Pero la serie se estrenó online en pleno confinamiento y ha sido un gran éxito de público. Tuve que hacer la promoción desde casa, pero, paradójicamente, lo viví como un beneficio, porque aún estoy aprendiendo a gestionar el nivel de exposición que acarrea mi oficio, y de esta manera pude hacer la promoción sintiéndome más segura.

La práctica budista me ha enseñado a gestionar la incertidumbre, aplacar la ansiedad y confiar, siempre con el apoyo de mis compañeras. Oro con la determinación de que no sean las circunstancias las que condicionen mi estado de vida, y siento que poco a poco crece dentro de mí una fortaleza que antes no tenía. |

Rodaje de una escena de la serie recién protagonizada por Diana

[1] ↑ La apertura de los ojos, en END, pág. 300. Véase, en este número, «Aprendiendo de NRH · XVII».

[2] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vols. 13 y 14, Rivas Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2019, pág. 384.

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