Ensayo de Daisaku Ikeda · De la serie «Nuestra brillante revolución humana»
Sepan que, en esta insidiosa pandemia del coronavirus que no cede, estoy orando por la salud, la protección y la seguridad de todos ustedes.
Nichiren Daishonin escribe: «Aunque ocurran calamidades, es posible convertirlas en buena fortuna».[1] Seguiré entonando Nam-myoho-renge-kyo por todos mis preciados camaradas de fe del mundo, para que cada uno logre una victoria resonante en su lucha personal por convertir el veneno en medicina.
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Desde hace mucho tiempo, vengo proclamando la convicción de que el siglo XXI será crucial, en relación con el número de Bodisatvas de la Tierra –valores humanos de activa contribución social– que podamos ofrecer al mundo desde el gran espacio de la Soka.
Con las mismas oraciones y deseos de los dos presidentes fundadores de la Soka Gakkai Tsunesaburo Makiguchi y Josei Toda, quienes amaron a la juventud sobre todas las cosas, he concentrado todas mis energías en forjar y capacitar a los miembros del Departamento Futuro. Hoy, desde la tierra de la educación humanística, que numerosos compañeros de las divisiones de Mujeres y de Hombres han cultivado con denuedo a mi lado, se elevan incontables sucesores que nos llenan de esperanza, como un inmenso bosque de árboles monumentales. Cada uno de ellos es admirable. Todos han logrado un crecimiento colosal.
Y lo más tranquilizador es saber que estos valores humanos –pruebas visibles de que «del índigo se obtiene un azul mucho más intenso»[2]– hoy están formando a la generación siguiente en una interminable cadena de aliento que asegurará la eterna perpetuación de la Ley.
En particular, estoy infinitamente agradecido a los responsables del Departamento Futuro, quienes han hecho propio mi corazón y se están dedicando sin descanso a nutrir a nuestros jóvenes sucesores.
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Los miembros del Departamento Futuro son, en pleno sentido, ciudadanos del siglo XXI. Con edades entre los seis y los dieciocho años,[3] que abarcan desde la escolaridad primaria hasta el término de la secundaria, los integrantes actuales han nacido a partir del 2002. Eso significa que sus años de niñez y adolescencia están transcurriendo en los comienzos de este siglo, cuando más y más personas alcanzarán y superarán la edad de cien años.
El escritor francés Victor Hugo (1802-1885) nació en los albores del siglo XIX y toda su vida se enorgulleció de haber marchado a la vanguardia de su época.
Mi mentor Josei Toda nació en 1900, y comprometió su corazón en la causa de transformar el destino de la humanidad en el siglo XX. Hoy, cien años después de su nacimiento, los actuales miembros del Departamento Futuro han surgido como abanderados de la paz del siglo XXI.
En estas horas, en que la humanidad enfrenta la crisis global desencadenada por la pandemia del coronavirus, nuestros estudiantes de niveles primario y secundario están esforzándose seriamente en sus estudios en condiciones que, también a ellos, les generan momentos de ansiedad, restricciones y cambios día a día.
Pero batallar contra situaciones difíciles en la juventud nos fortalece y nos capacita para cumplir una gran misión y crear inmenso valor en nuestra vida.
Batallar contra situaciones difíciles en la juventud nos fortalece y nos capacita para cumplir una gran misión y crear inmenso valor en nuestra vida.
El Daishonin proclamó la enseñanza de que «el invierno siempre se convierte en primavera»,[4] como suprema filosofía de la esperanza. Quienes, en su juventud, pueden adoptar esta visión de la vida son personas invencibles.
En Japón y en el mundo, los miembros del Departamento Futuro están avanzando con actitud positiva y resiliente, negándose a dejar que esta crisis se lleve lo mejor de ellos.
Aunque no pueden reunirse en persona, en todos los países y regiones están celebrando encuentros virtuales donde se alientan unos a otros con diálogos llenos de fuerza, canciones o actuaciones artísticas.
Cada uno de los integrantes del Departamento Futuro es una «persona capaz de heredar el espíritu del Sutra del loto».[5] La vida de todos ellos, enérgica, rebosante de juventud y de desarrollo, es un tesoro de la humanidad de valor incalculable, y es también la esperanza del mundo.
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El camino compartido con los miembros del Departamento Futuro y dedicado a su crecimiento está colmado de bellas esperanzas y sueños. Es como un fabuloso arcoíris que asoma después de la tormenta.
Hace medio siglo, un grupo de jóvenes del Departamento Futuro y yo trabajamos juntos construyendo un sendero en un centro de conferencias de Shizuoka, en Japón. Fue un trabajo extenuante; tuvimos que desmalezar la tierra y recoger piedras. Quería que ellos experimentaran personalmente el esfuerzo que implica abrir un camino, y el orgullo que se siente al ver el resultado.
Les dije: «Cuando esta senda esté terminada, a la gente le dará gusto caminar por aquí. Yo haré todo lo que esté en mis manos para abrir un camino por el cual puedan avanzar, y espero que ustedes continuen esta labor para las futuras generaciones. Pues de eso se trata la grandiosa ruta de maestro y discípulo».
Una estudiante de secundaria que participó en esa actividad abrigó el sueño de ser una mujer así, capaz de crear caminos para el kosen-rufu mundial. Fue a la Universidad Soka y se convirtió en la primera alumna de nuestra alma máter que estudió también en la Universidad Estatal de Moscú. Con esfuerzo, estudio y oración, ha llegado a ser una brillante intérprete y traductora del ruso; su dedicación al trabajo le ha permitido construir un camino de paz y de amistad entre el Japón y Rusia, por el cual otros jóvenes aspirantes están siguiendo sus pasos.
Junto con un equipo de traductores y editores del mundo, ha colaborado en la traducción al ruso de La sabiduría del «Sutra del loto», obra publicada por la Editorial de la Universidad de Moscú, cuyo sexto y último volumen acaba de salir de la imprenta.
Los senderos de misión que están abriendo nuestros miembros en cada lugar, con su creatividad e investigación basadas en la inseparabilidad de maestro y discípulo, seguirán extendiéndose en todo el mundo.
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[…] Muchos de los destacados pensadores del mundo con quienes he entablado amistad me han hablado de la función que cumplió la lectura en la proyección de sus sueños.
Uno de ellos, el doctor Joseph Rotblat (1908-2005), célebre físico laureado con el Premio Nobel y expresidente de las Conferencias de Pugwash sobre Ciencia y Asuntos Mundiales, que luchó por la abolición de las armas nucleares, me contó que, de niño, lo que más lo ayudó a seguir adelante fue la alegría de la lectura.
Nacido en Polonia en un hogar muy pobre, su infancia coincidió con los años de la Primera Guerra Mundial; a veces, solo comía dos panecillos en todo el día. Su conexión con la felicidad era leer novelas de ciencia ficción, como si la tristeza y la desolación de ese período lo instaran a buscar un mundo de sueños y de imaginación.[6]
Pero eso lo llevó a jurarse que utilizaría la ciencia para crear un mundo en que la guerra no fuese necesaria.[7] Después de largos y durísimos años de estudio, cumplió su aspiración de ser un científico dedicado al bien de la humanidad; consagró su existencia a construir un mundo de paz y a erradicar las armas nucleares.
No debemos permitir que se repitan las tragedias de Hiroshima, Nagasaki y Okinawa. Nuestro sueño es la paz para toda la humanidad.
A mí también fue la lectura –en concreto, haber leído Los miserables, de Victor Hugo– lo que me inspiró el sueño de escribir una novela que siguieran leyendo las futuras generaciones.
En los muchos años transcurridos desde entonces, logré escribir La revolución humana y La nueva revolución humana. Estas dos obras son, enteramente, el fruto de la formación personal que recibí de mi maestro Josei Toda, en lo que di en llamar la «Universidad Toda», y del afectuoso aliento que recibí de incontables personas.
Al mismo tiempo, hice realidad todos los sueños que heredé de los presidentes Makiguchi y Toda, entre ellos, la fundación de la Universidad Soka y de las escuelas Soka en Japón y en otros países del mundo.
¿Cuál es mi próximo sueño? Que todos los miembros del Departamento Futuro abran las alas de su valentía y cumplan con ellas sus anhelos.
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No tengo aptitud para las artes plásticas, pero una vez pinté el monte Fuji pensando en los preciados miembros del Departamento Futuro.
Me encanta ver los dibujos y pinturas de nuestros jóvenes sucesores.
No tengo aptitud para las artes plásticas, pero una vez pinté el monte Fuji pensando en los preciados miembros del Departamento Futuro.
Fue el 5 de mayo de 1979, el primer Día de los Sucesores de la Soka Gakkai después de que se me nombrara presidente honorario de la organización en Japón. En esa misma época, inscribí obras caligráficas como «Justicia» y «Lucha conjunta».
Estaba en el Centro Cultural de Kanagawa, mirando el océano, cuando pinté, en un biombo, un monte Fuji al amanecer. Mientras oraba en mi corazón con el anhelo de que cada joven del Departamento Futuro creciera espléndidamente, agregué en la pradera que estaba frente a la montaña cerezos en flor y pinos con las ramas extendidas.
Cuatro años más tarde, en marzo de 1983, fui a Osaka a visitar la Escuela Soka de Enseñanza Primaria de Kansai, en la ciudad de Hirakata. Al cabo de las amenas actividades, organizadas como clausura del ciclo lectivo, los alumnos regresaron a sus hogares y aproveché el momento para recorrer las aulas vacías.
En una sala de tercer grado, vi que alguien había escrito con tiza azul sobre el pizarrón: «¡Este año nos esforzamos al máximo!». Al lado, los chicos se habían dibujado a sí mismos jugando con un balón.
Sentí el súbito deseo de responder a ese mensaje ilustrado y tomé una tiza. Para elogiar su esfuerzo y queriendo que, algún día, escaláramos juntos «la reina de las montañas», tracé la gran silueta del monte Fuji.
En la famosa novela Musashi, del escritor japonés Eiji Yoshikawa, el maestro espadachín que protagoniza el relato dice a un discípulo: «En lugar de querer ser esto o aquello, conviértete en un coloso silencioso e inamovible. Así es la montaña [en referencia al monte Fuji]».[8] En esta época incierta, estas son las palabras que quiero transmitir a nuestros miembros, que viven con un ardiente espíritu invencible.
En una carta dirigida a su joven discípulo Nanjo Tokimitsu, que enfrentaba graves dificultades en el área que habitaba, al pie del monte Fuji, Nichiren Daishonin citó [estas palabras del gran maestro T’ien-t’ai]: «Puesto que la Ley es maravillosa, la persona es digna de respeto; ya que la persona es digna de respeto, la tierra es sagrada».[9]
Queridos sucesores de suprema nobleza que proclaman la Ley Mística, ¡avancen erguidos con la majestuosa dignidad del monte Fuji! ¡Alberguen grandes sueños y vivan con optimismo y energía para hacerlos realidad!
Que brille un glorioso arcoíris de victoria […] de la vida y de la revolución humana.
Los exhorto, jóvenes amigos, a convertir la sociedad global del siglo XXI en una indestructible tierra de tesoros donde reinen la paz, la felicidad y la coexistencia armoniosa. ¡Y, como abanderados de la justicia inseparables de mi espíritu, hagan que brille un glorioso arcoíris de victoria en el cielo de este siglo de la vida y de la revolución humana!
(Traducción del artículo publicado el 3 de agosto de 2020 en el Seikyo Shimbun).
[1] ↑ WND-2, pág. 669.
[2] ↑ Véase El infierno es la Tierra de la Luz Tranquila, en END, pág. 479.
[3] ↑ N. de E.: En el caso de la SGEs, el rango de edades de los miembros del Departamento Futuro va de los seis a los dieciséis. A partir de esta edad, se puede ingresar en el Departamento de Jóvenes.
[4] ↑ El invierno siempre se convierte en primavera, en END, pág. 561.
[5] ↑ El Héroe del Mundo, en END, pág. 880.
[6] ↑ Véase Rotblat, Joseph y Daisaku Ikeda: A Quest for Global Peace: Rotblat and Ikeda on War, Ethics, and the Nuclear Threat (En pos de la paz mundial: Rotblat e Ikeda hablan sobre la guerra, la ética y la amenaza nuclear), Londres: I. B. Tauris, 2007, págs. 28-29.
[7] ↑ Véase ib., pág. 30.
[8] ↑ Yoshikawa, Eiji: Musashi, trad. ingl. Charles S. Terry, Tokio: Kodansha International, 1981, pág. 680.
[9] ↑ La Persona y la Ley, en END, pág. 1142.