El Departamento Futuro (2/3)


(Volver a la parte 1/3).

En el capítulo «El rey Adorno Maravilloso», contenido en el octavo volumen del Sutra del loto, leemos que este Rey y su consorte, la reina Virtud Pura, fueron guiados a la enseñanza correcta por sus dos hijos, Acervo de Pureza y Ojos Puros. Ahora ustedes han sido bendecidos con esta hija, la dama Kyo’o, quien en esta existencia perpetuará su linaje con amor filial y, en su próxima vida, los guiará a ambos al logro de la Budeidad.[3]

Una historia sobre la iluminación conjunta de padres e hijos

En el texto Sobre el nacimiento de Kyo’o, el Daishonin alienta a uno de sus discípulos a recordar la historia narrada en el capítulo «Asuntos pasados del rey Adorno Maravilloso» (27.°) del Sutra del loto, donde se describe la iluminación conjunta de padres e hijos.

Hace mucho, mucho tiempo, existió un rey llamado Adorno Maravilloso. Él y su esposa, la reina Virtud Pura, tuvieron dos hijos varones, los príncipes Acervo de Pureza y Ojos Puros.

Los dos jóvenes conocieron las enseñanzas del Buda de esa época y decidieron adoptarlas y practicarlas con dedicación. Sin embargo, su padre era un firme creyente en doctrinas no budistas y no tenía el menor interés en las enseñanzas del Buda.

Pero el Buda quería guiar al monarca y a todos los habitantes del reino a la iluminación, y para eso predicó esta Ley insuperable. Conscientes de ello, los dos príncipes decidieron hablar sobre el Sutra del loto con su padre y su madre, que eran las dos personas más cercanas a ellos. Así quisieron ponerse en acción para responder a las esperanzas de su maestro.

Primero dialogaron con la madre, quien les sugirió que invitaran a su padre a acompañarlos a uno de los sermones del Buda. Pero como el padre no parecía dispuesto a escuchar las enseñanzas del Buda, ella les propuso que, para convencerlo, desplegaran ante sus ojos una serie de facultades sobrenaturales.

Acervo de Pureza y Ojos Puros fueron hacia su padre, el Rey, y llevaron a cabo numerosos actos prodigiosos, como caminar en el aire, quedar recostados en él y generar agua y fuego con el cuerpo.

Al ver estos «prodigios sobrenaturales», el rey Adorno Maravilloso se llenó de admiración y pidió a sus hijos que lo llevaran a conocer al maestro de ambos, el Buda.[4]

Hijos que guían a la budeidad a sus padres

En nuestro mundo actual, el equivalente del despliegue prodigioso que hicieron ambos príncipes sería dar pruebas visibles de nuestra revolución humana personal.

Los prodigios sobrenaturales que menciona el sutra son lo que llamamos «pruebas reales» o tangibles, tal como dice el propio Daishonin: «[A]un más valiosa que la razón y la prueba documental es la evidencia de los hechos reales».[5]

Inspirados por la voluntad de su maestro de guiar a otros hacia la iluminación, los príncipes lograron que sus progenitores y la población en general accedieran al camino que conduce a la budeidad, gracias a la fenomenal prueba tangible que ofrecieron mediante su práctica budista.

Para volver al pasaje del escrito que estamos estudiando, el Daishonin le hace saber a su discípulo cuán feliz está de que él y su esposa hayan tenido una hija, una futura sucesora de su fe. Sigue alentándolo y le dice que será una excelente hija, que continuará el linaje familiar en esta existencia, y que en la próxima guiará a sus padres al logro de la budeidad tal como lo hicieron los príncipes Acervo de Pureza y Ojos Puros.[6]

Lazos familiares cuyo origen se remonta a la Ley Mística

No hay lazos más nobles que los que se crean mediante la Ley Mística. Desde la perspectiva de la vida que atraviesa el pasado, presente y futuro, son relaciones místicas que nos permiten ingresar juntos en el camino de la eterna felicidad.

El gran maestro T’ien-t’ai[7] señaló que el rey Adorno Maravilloso, su esposa y sus hijos habían sido compañeros de fe y habían buscado juntos el camino del budismo en existencias pasadas. Estos vínculos con la Ley Mística les habían permitido renacer juntos siendo parte de una misma familia.[8]

El budismo no considera que los lugares como progenitores o hijos sean permanentes a través de las existencias. Desde el punto de vista de la fe, a veces los hijos conocen el budismo antes que sus padres. De hecho, hay numerosos ejemplos de progenitores que deciden iniciar la práctica o profundizan su fe a través de observar el crecimiento de sus hijos practicantes.

Los familiares que están unidos por la Ley Mística continúan creciendo juntos; forman hogares creativos que iluminan sus vecindarios y sociedades con la luz de la felicidad. Los integrantes de estas familias son, de verdad, personas merecedoras del mayor respeto que están cumpliendo un profundo juramento. Se inspiran y se motivan mutuamente basados en la noble misión mancomunada de lograr el kosen-rufu, abrigando el deseo de elevar a todas las personas sin excepción hacia el noble estado de la budeidad.

Forjar a los jóvenes sucesores en el oasis de la Soka Gakkai

En Sobre la profecía del Buda, el Daishonin hace hincapié en la importancia de los sucesores con estas palabras: «Incluso cuando Jakusho y otros sacerdotes [budistas] partieron del Japón para llevar consigo algunos sutras [de regreso] a la China, no encontraron allí ni una sola persona que pudiera creer en ellos y enseñarlos a los demás. Fue como si sólo hubiesen hallado estatuas de madera o de piedra ataviadas con túnicas sacerdotales y escudillas de mendicante».[9] Es decir, sin personas que adopten y transmitan las enseñanzas, el budismo sería inerte como las «estatuas de madera o de piedra ataviadas con túnicas sacerdotales y escudillas de mendicante». La realidad innegable es que ningún grupo u organización perdura sin personas que «crean» en sus ideales y los «enseñen a los demás». En otras palabras, sin sucesores.

La analogía dice que los sacerdotes que no emprenden la acción se parecen a estatuas de piedra o de madera vestidas con hábito sacerdotal, y de esa manera pone de relieve un aspecto singular del budismo: sin practicantes que lo apliquen en la vida real y lo transmitan a otros, el espíritu de esta filosofía se pierde, aunque sus enseñanzas y sus imágenes sobrevivan. El budismo solo se mantiene vivo y vital cuando la gente pone en práctica las enseñanzas en su conducta real.

Desde esta perspectiva, los miembros del Departamento Futuro tienen una misión de increíble importancia, como personas que creerán en la Ley Mística y la enseñarán a otros.

Forjar a los miembros del Departamento Futuro es crear un mañana brillante. Cuidemos bondadosamente a estos emisarios del futuro en el jardín de la Soka Gakkai, un oasis de supremo humanismo. Formar y apoyar a los sucesores que creen en el budismo Nichiren, así como promover el kosen-rufu, son actividades clave a fin de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», el ideal que nos legó el Daishonin. Dedicarnos a estas tareas representa el camino directo para edificar una sociedad justa y hacer realidad la paz mundial.

Forjar a los miembros del Departamento Futuro […], así como promover el kosen-rufu, son actividades clave a fin de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», el ideal que nos legó el Daishonin. Dedicarnos a estas tareas representa el camino directo para edificar una sociedad justa y hacer realidad la paz mundial.

Los sucesores de nuestro movimiento de revolución humana

Ahora examinemos más de cerca el significado de «creer» y «enseñar».

¿Qué es lo que el Departamento Futuro debe «creer» y «enseñar» a las futuras generaciones? O, a la inversa, ¿qué es lo que nosotros tenemos que ayudar a creer y a enseñar a estos mensajeros del mañana?

La respuesta es la fe y la práctica en el budismo Nichiren que se enseña en la Soka Gakkai y que ellos aprenden de sus familiares en el hogar. En otras palabras, la Ley eterna e indestructible que expone el budismo; los principios y bases de la igualdad humana y del respeto a la dignidad de la vida.

Más concretamente, para cada persona, creer en el budismo y enseñarlo a otros es creer en el potencial ilimitado de su propia vida y seguir perseverando en el esfuerzo de lograr su revolución humana personal, tal como mostraron a su padre los príncipes Acervo de Pureza y Ojos Puros.

La revolución humana de un individuo puede transformar a su familia y a todos los que lo rodean, y proyectar comprensión y empatía hasta el punto de influir en su comunidad y en la sociedad. El significado del kosen-rufu yace en expandir este movimiento de revolución humana y asegurar su continuidad en el mundo. Quienes habrán de «creer» en el budismo y «enseñarlo» a los demás serán, ni más ni menos, los sucesores de este movimiento.

El tema principal de mi novela La revolución humana es que «la gran revolución humana de un solo individuo puede generar un cambio en el destino de un país y, más aún, propiciar un cambio en el rumbo de toda la humanidad». Este fue, asimismo, el juramento que hice mientras vislumbraba el magnífico desarrollo futuro del kosen-rufu mundial, y el compromiso que quise transferir a los sucesores de nuestro movimiento.

Comencé a escribir La revolución humana en diciembre de 1964, seis meses después de haber fundado el Departamento de Estudiantes de Educación Secundaria Superior, y las primeras entregas comenzaron a publicarse sucesivamente en el Seikyo Shimbun en enero de 1965, poco antes de que se creara el Departamento de Estudiantes de Educación Secundaria Básica (ese 15 de enero).

«El amanecer» como inicio y como clausura

En un curso de verano para estas dos agrupaciones de estudiantes de Secundaria –de ciclo básico y superior– que llevamos a cabo en agosto de 1965, un joven preguntó cómo terminaría La revolución humana.

Ya que el primer capítulo se titulaba «El amanecer», le respondí: «Finalmente, el tema de la novela volverá a una nueva alborada. Comenzó con un amanecer y terminará con otro. El señor Toda hizo posible la aurora de la Soka Gakkai antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Después del señor Toda, yo asumí el liderazgo para dar paso a un nuevo amanecer. Y, después de mí, vendrán ustedes, los miembros del Departamento de Estudiantes de Educación Secundaria Superior, quienes abrirán las puertas de una nueva aurora».

Veintiocho años después de ese diálogo imborrable, concluí los doce volúmenes de La revolución humana con un capítulo titulado «Un nuevo amanecer».

La imagen del «amanecer» evoca el final de la noche, la primera luz del día venidero, y el inicio de algo nuevo. Los miembros que pertenecen a la generación de nuestro Departamento Futuro poseen la misión de crear la próxima era y comenzar tomando como punto de partida un nuevo amanecer.

(Continuar leyendo la parte 3/3).


[3] Sobre el nacimiento de Kyo’o, en WND-2, pág. 457. Nichiren Daishonin escribió esta carta, en 1272. mientras se encontraba exiliado en la isla de Sado. En ella, afirma que por mucha convulsión e inestabilidad que agiten los tiempos, quienes creen en el Gohonzon, en el Sutra del loto, sin falta lograrán la budeidad.

[4] Véase SL, cap. 27, pág. 311.

[5] END, pág. 628.

[6] Véase WND-2, pág. 457.

[7] T’ien-t’ai (538-597): También conocido como el gran maestro T’ien-t’ai o Chih-i. Fundador de la escuela T’ien-t’ai de la China. Sus conferencias fueron compiladas en textos como Profundo significado del «Sutra del loto», Gran concentración e introspección, y Palabras y frases del «Sutra del loto». En esta última obra, que compila sus disertaciones, expone la doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital». 

[8] En Palabras y frases del «Sutra del loto», T’ien-t’ai afirma que el rey Adorno Maravilloso, la reina Virtud Pura y los príncipes Acervo de Pureza y Ojos Puros habían sido practicantes budistas. Un acuerdo celebrado entre ellos les permitió decidir que uno de los cuatro trabajaría para apoyar a los otros tres en su dedicación exclusiva a la práctica budista. Como resultado de ello, los tres que practicaban lograron la iluminación, cosa que no ocurrió con el que había trabajo para apoyarlos. Sin embargo, los beneficios adquiridos mediante su respaldo a los demás le permitieron renacer como un rey. Por su parte, los otros tres resolvieron nacer junto a él como miembros de su misma familia para guiarlo al camino del Buda y saldar así su deuda de gratitud contraída en esa existencia anterior.

[9] END, pág. 422.

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