El despertar del discípulo


Recursos para las asambleas del 16 de marzo en la SGEs


Le enseñaré cómo llegar a ser un buda con facilidad. Enseñar algo a una persona es como lubricar las ruedas de un carro para que giren aunque este sea pesado, o como botar un navío al agua para que navegue sin tropiezos.

↳ El próspero Sudatta, en END, pág. 1132. Nichiren Daishonin envió este escrito a su discípulo Nanjo Tokimitsu en diciembre de 1280. El año anterior, la sucesión de episodios de acoso a seguidores del Daishonin en el distrito Fuji por parte de sectores sociales reaccionarios, conocida como la persecución de Atsuhara, había atravesado su fase más intensa. En aquellos momentos, el joven Tokimitsu había tomado acción para proteger a los compañeros de fe; sin dejarse atenazar por el miedo a las consecuencias, había alojado en su casa a numerosos creyentes y había luchado con valentía para mantenerlos a salvo. En el momento de recibir El próspero Sudatta, Tokimitsu estaba pasando por dificultades económicas extremas a causa de la presión que las autoridades ejercían sobre él injustamente, a modo de castigo. Pero, en lugar de ofuscarse por su situación personal, más preocupado por el bienestar de su maestro en el monte Minobu durante el invierno, Tokimitsu había reunido y le había hecho llegar una ofrenda de monedas. Esta carta fue enviada por el Daishonin en agradecimiento al sincero apoyo de su joven discípulo.

[En el fragmento citado,] el Daishonin le dice a Tokimitsu que hay una manera de convertirse fácilmente en un buda. Enseñar «la forma de llegar a ser un buda» significa permitir a cada persona entrar inequívocamente en el camino que conduce a la felicidad y la victoria. Es la vía para que cualquier persona pueda ser feliz. Y, más aún, es el modo de hacerlo fácilmente. Ese es el camino que el Daishonin anuncia que enseñará a Tokimitsu. Para ese joven discípulo, expuesto a tremendos retos, nada podría haber sido más reconfortante.
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[…] Tokimitsu había estado esforzándose con seriedad como discípulo. Desde el punto de vista objetivo, estaba ya en el camino seguro hacia el logro de la budeidad.
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Pero todos los jóvenes sienten incertidumbre ante el camino de la vida y el porvenir. Se preocupan precisamente porque quieren mejorar, crecer y avanzar aunque sea un poco más.
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Las claves para forjar a los jóvenes son valorar esa voluntad pura y sincera de crecer, ayudarlos a extraer todo su potencial, respetar su deseo de desarrollo personal, y elogiarlos y apoyarlos cálidamente en el camino hacia esa meta.
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En esta carta, el Daishonin muestra que no podemos enseñar a los demás tratando de coartarlos o controlarlos desde una posición de superioridad. Cuando uno engrasa las ruedas, el carro avanza aunque lleve una carga muy pesada. Cuando uno hace flotar un barco en el agua, puede navegar con facilidad. Estos dos son ejemplos que ilustran la tarea de asistir o facilitar el avance.
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En otras palabras, lo importante es crear las condiciones para que a la persona le sea fácil progresar, reconociendo que está en manos de cada individuo protagonizar su avance. Uno no debe cargar en sus hombros los desafíos que corresponde a otro superar [como parte de su proceso de crecimiento].
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[…] Cada persona debe crear su propio destino. La finalidad del budismo es fortalecer a cada persona para que pueda, por sí misma, llevar esta construcción a cabo.
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Todas las personas poseen el sublime estado de la budeidad. Todas pueden avanzar triunfalmente por el supremo camino de la felicidad. Cuando tomamos conciencia de que poseemos dentro de nosotros el estado de vida de la budeidad, vasto como el universo, no hay dificultad que no podamos superar. Cuando manifestamos nuestra fortaleza inherente, podemos abordar con audacia, confianza y alegría los retos ante nosotros.[1]

En la disertación de la cual se han extraído la cita del Gosho y el comentario anteriores, Daisaku Ikeda escribe sobre el modo en que su maestro, Josei Toda, encarnó el mismo compromiso con la forja de jóvenes sucesores que el Daishonin:

Cuando mi maestro Josei Toda, el segundo presidente de la Soka Gakkai, hablaba con los jóvenes, solía expresar su punto de vista sobre diversos acontecimientos y desarrollos de la historia para recalcar la importancia de forjar valores humanos por el futuro del kosen-rufu.
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Notaba que, en algunos períodos de la historia, la ausencia de valores humanos conducía al derrumbe de determinada civilización o país, mientras que, en otros, la presencia de numerosos individuos capaces determinaba una época de prosperidad y de florecimiento. También señalaba algunas crisis específicas que se pudieron superar porque hubo personas talentosas y valiosas.
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Nos decía: «¡La grandiosa labor del kosen-rufu requiere una pasión y una energía diferentes, acordes con una nueva época! Por lo tanto, es esencial que los jóvenes se pongan en acción. Necesitamos creer en la fuerza de los jóvenes.[2]

Ikeda Sensei mismo heredó este espíritu el 16 de marzo de 1958 y dispuso que, en adelante, se renovara en la Soka Gakkai cada nuevo 16 de marzo. Y cada día, en realidad.[3]

Maestro y discípulo, en marzo de 1958 | Foto: Seikyo Shimbun

A diferencia de los asistentes a la ceremonia del 16 de marzo de 1958, la mayor parte de los actuales integrantes de los departamentos juveniles de la Soka Gakkai no han tenido ningún encuentro presencial con su maestro. La profundidad del vínculo con Ikeda Sensei de los miembros de la «generación de La nueva revolución humana» demuestra que, como se lee en el Gosho, «vernos el rostro uno al otro no es tan significativo; lo importante es el corazón».[4]

Participantes en el curso de jóvenes de la Soka Gakkai de todo el mundo celebrado en septiembre pasado en Tokio | Foto: Seikyo Shimbun

[1]IKEDA, Daisaku: «El próspero Sudatta», Daibyakurenge, dic. 2013.

[2]Ib.

[3]Véase tb. la sección «Jóvenes 2030» y otras en este número.

[4]El tambor en el Portal del Trueno, en END, pág. 993.

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