Generación NRH


Experiencias compartidas en el Primer Encuentro de Intercambio Juvenil de Portugal y España

INVENCIÓN FERNÁNDEZ · VALDEMORILLO

Conocí el budismo gracias a mi madre y hoy, 8 años después de ingresar en la Soka Gakkai, puedo apreciar lo afortunada que soy, ya que he avanzado en la dirección que deseaba, resultando victoriosa ante todos los desafíos: terminar mis estudios de posgrado, desarrollarme en un trabajo que me hiciera feliz e independiente, y transformar mi karma familiar.

Cuando me propusieron participar en el coro en la Asamblea Mundial de Jóvenes que se celebró el 27 de septiembre, dadas mis malas aptitudes para el canto, me sorprendí, pero acepté encantada. Pensé que «lo importante es el corazón», y determiné entonar una hora de daimoku diaria hasta el gran día, renovar mi postura como discípula de Ikeda Sensei y cantar expresando todo mi agradecimiento.

Paralelamente a esto, tuvo lugar un cambio laboral por el que llevaba años luchando. Actualmente trabajo como orientadora educativa en una universidad, pero mi sueño es ser profesora. Aunque comencé la tesis, me he ido desanimando porque falta mucho camino y no se permitía dar clases sin doctorado.

A principios de septiembre se abrió una oportunidad de impartir clases, pero me lo confirmarían el 28, un día después de la Asamblea Mundial. Durante esas semanas me asaltaron dudas, pero seguí entonando daimoku por el éxito de la actividad y por concretar mi sueño. El día de la asamblea canté con todo mi corazón, profundicé mi vínculo con Sensei y constaté una vez más la gran red de valores humanos que es la Soka Gakkai. Al día siguiente, finalmente me informaron que asumiría la docencia de una asignatura en el segundo cuatrimestre. ¡Estoy muy agradecida!


KOSUKE TAKANEZAWA · SEVILLA

Me mudé a España en 2009 con el deseo de ser jugador profesional de fútbol. Aunque no hablaba español, antes de irme juré a Ikeda Sensei que lucharía aún más por el kosen-rufu mundial desde Sevilla.

Desde el principio tuve muchas dificultades: la agencia japonesa encargada de presentarme a un equipo de fútbol me falló, y no fue sino gracias a un amigo que conocí al equipo semiprofesional que acabó fichándome. Poco después supe que, por un problema de salud, no podría continuar jugando, y empecé a preguntarme qué sentido tenía seguir en España. En ese momento volví a mi determinación de esforzarme tres veces más en todo y comencé a entonar tres horas diarias de daimoku para tomar la mejor decisión. Tras un año así, finalmente decidí que quería seguir desafiándome en España; saqué coraje y me quedé.

Estaba bastante mal económicamente. Tras mucho buscar, encontré trabajo como fregaplatos y luego cocinero, pero las cosas empeoraron y me despidieron. A eso se sumaron problemas con mi visado. Aun así, no me desalenté y seguí esforzándome. Fue entonces cuando me contrataron como jefe de cocina y pude arreglar mis papeles. Nunca había ocupado ese puesto: decidí estudiar mucho para responder a la confianza depositada en mí y, tras 5 años, un antiguo jefe me ofreció ser socios para abrir un nuevo restaurante de alto nivel. Acepté y abrimos en 2017.

Aunque trabajaba muchas más horas, logré participar en más actividades de la Soka que antes, alentar a más jóvenes y estudiar más. Y este año he logrado concretar una promesa que hice a Sensei antes de abrir el restaurante: aparecer en la Guía Michelin de España y Portugal. Estoy convencido de que, manteniendo el espíritu de inseparabilidad de maestro y discípulo, podré seguir avanzando siempre por mi felicidad y la de los demás.


NOBUYUKI AZEVEDO · PORTO

Nací en Francia en una familia budista, y cuando tenía catorce años nos mudamos a Portugal. Después, estudié Ingeniería Ambiental en la Universidad Soka de Japón, donde creé un club de Hip Hop para dar a conocer este género musical y hacer conciertos.

Cuando terminé la carrera, encontré trabajo en Japón, pero con los años sentí que mi vida se había vuelto rutinaria y, tras recitar mucho daimoku, decidí dejar ese trabajo y escribir una nueva página de mi trayectoria profesional. Fue una decisión difícil para mí, porque tiendo a optar siempre por lo seguro.

Fue así que volví a Portugal hace un año, determinado a que el 2020 fuera un año victorioso. Me propuse hacer una hora de daimoku al día para concretar mis objetivos, entre ellos, encontrar un trabajo en que me permitiese hablar en varios idiomas, hacer mi revolución humana y estar con mi familia.

La búsqueda de trabajo se complicó a raíz de la COVID-19, pero sabía que manteniendo el daimoku y las actividades Soka las oportunidades surgirían. Y así fue: actualmente trabajo para una multinacional tecnológica, hablo a diario japonés e inglés y, como trabajo de forma remota, tengo una gran libertad para dedicarme a la música.

Pero, en medio de tantos cambios, había estado meses sin cantar. Y entonces me propusieron participar en el coro de la Asamblea Mundial de Jóvenes: esto se convirtió en mi punto de partida para recobrar la pasión por cantar. Durante los ensayos me di cuenta de que todos –cada uno con su cultura, lengua y estilo de vida– cantábamos con el mismo objetivo: el kosen-rufu y la revolución humana. Entendí que el kosen-rufu es una lucha colectiva que empieza por nosotros mismos. Siento que he renovado mi juramento, como protagonista de la alegría.


JOANA POEJO · FUNDÃO

¿Qué significa ser protagonista de la alegría en momentos de adversidad? En estos tiempos de pandemia, he tenido el gran beneficio de profundizar y fortalecer mi juramento de una forma mucho más poderosa de lo que jamás habría imaginado.

En julio, cuando salía de un ensayo agradecida por volver a trabajar como actriz tras la primera oleada de la pandemia, mi marido y yo tuvimos un grave accidente de coche. En ese momento pensé que moriría, pero me dije: «¡No, yo tengo una misión! ¡Tengo un juramento con Sensei y voy a cumplirlo!». Con el susto, nuestro perro huyó y mi marido salió tras él. Me quedé sola, ensangrentada y con quemaduras en un lugar sin cobertura, pero protegida en todo momento. Varios desconocidos me acompañaron y una ambulancia que pasaba me auxilió de inmediato.

Una vez en el hospital, sentí un miedo aterrador. Recité daimoku silenciosamente con todo mi corazón y una paz increíble me inundó, a pesar de sentir que no podía mover el cuello. Felizmente, después supe que no tenía nada roto ni heridas graves, y que mi incapacidad motora era temporal.

Al salir, vi que estaban mi padre y mi hermano juntos y ahí sí lloré de verdad: no se hablaban desde 2011. Ese año yo empecé a practicar, y desde entonces había orado por un reencuentro entre ambos. Desde que murió mi madre hace diez años, siempre había sentido que mi función en la familia era la de crear unión. Finalmente, encontramos a nuestro perro y esa noche dormimos en casa todos juntos, sanos y agradecidos. Ahora entiendo que la inmensidad de la Ley Mística va mucho más lejos de nuestro intelecto, y que «lo importante es el corazón».

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