La importancia de tener un maestro de vida


Por José Galván · Telde, Gran Canaria


Puedo asegurarles que, cualquiera que sea la situación en que se encuentren, si mantienen una fe firme, triunfarán al final y llevarán una existencia plena de buena fortuna.
Además, aun cuando estén enfrentando la tempestad del karma más inclemente, tengan la convicción en que el poder entonar Nam-myoho-renge-kyo constituye, en sí, la mayor felicidad. Tener fe significa no alejarse del Gohonzon, pase lo que pase.[1]

Conocí la práctica en Gran Canaria hace unos 30 años, y al poco tiempo decidí irme a vivir a Italia. Allí me puse en contacto con la organización, y me di cuenta de la grandeza de la Soka Gakkai.

Participaba en todas las actividades que podía y, después de tres años, pude recibir el Gohonzon. Era el único que había en la zona donde residía. Abrí mi casa para las actividades y pudimos crear el primer grupo de diálogo en el lugar; estaba muy feliz. En todo ese tiempo, tuve la posibilidad de crecer mucho a través de las muchas oportunidades de participar en actividades.

Hace dos años decidí regresar a casa, a Telde (Gran Canaria). No fue una decisión fácil, la de dejar todo y empezar de nuevo. Recité daimoku para sostenerla porque era más sencillo quedarme que regresar; tenía mi casa, un buen trabajo, una situación económica buena, etc. Y el nuevo inicio fue duro. Me sentía un extraño en mi tierra, y los únicos puntos firmes que tenía eran la práctica, el Gohonzon y mi familia.

Decidí aumentar mi tiempo de daimoku e involucrarme en más actividades en el Centro Cultural de la SGEs en Las Palmas. A todas las propuestas decía que sí, aunque dentro de mí libraba una lucha constante que, si mi estado vital no era firme, me hacía sufrir mucho.

En todo ese período seguí viajando a Italia para trabajar. Este fue uno de mis grandes beneficios: poder seguir con mi trabajo de profesor de peluquería en Milán. Cuando todo parecía estabilizarse, llegó la pandemia y, en cuestión de un día, todo cambio de nuevo. En Italia se cerró todo; yo no tenía trabajo y no sabía hasta cuándo iba a ser así; dinero, el justo; y una gran incertidumbre.

Determiné no dejarme influenciar por el miedo y comenzar a sentar causas que me permitieran transformar la situación. Recitaba daimoku para tener un estado vital alto, y para poder apoyar a mi familia, a mis amigos y a los miembros. En lo económico, también decidí desafiarme en la ofrenda budista en medio de esa situación. Las actividades online y todas estas acciones me mantenían con una condición de vida alta, y fui nombrado vicerresponsable de distrito. Preparar con los compañeros hombres el examen de introducción al budismo me dio a mí mismo la posibilidad de profundizar más en el estudio, y pudimos crear un grupo humano estupendo en el que nadie faltaba nunca a la cita.

Comencé a leer el volumen 30 de La nueva revolución humana. En todos mis años de práctica, había leído libros y revistas de la organización, pero nunca había dado importancia a esta obra. Y ha sido un gran descubrimiento que me ha sostenido en los momentos difíciles.

Cada capítulo parecía escrito para mí; había siempre una palabra, una orientación… He entendido muchas cosas. En especial, he entendido qué es un maestro de vida y por qué es importante tenerlo. Y la importancia de una organización como la Soka Gakkai para la felicidad de las personas, así como, sobre todo, la importancia de protegerla.

He aprendido muchas cosas en todos estos meses de lectura. Y he descubierto que mi gran victoria y experiencia ha sido no dejar de practicar, sabiendo que el Gohonzon y mi maestro siempre están ahí. He decidido vencer para poder ayudar y dar coraje a las demás personas, y así me estoy desafiando.


[1]IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, Vol. 30, Parte 1, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021, pág. 185.

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