Sandrine Dixson-Declève | Copresidenta del Club de Roma
Intervención en el homenaje «La promoción de la paz a través del diálogo y la revolución humana: La vida de Daisaku Ikeda», celebrado en el Parlamento Europeo
Entre la Soka Gakkai y el Club de Roma ha habido un largo viaje de colaboración y también de comprensión de la verdadera relación entre la revolución humana y la revolución social que necesitamos.
En 2018, para celebrar el 50.º aniversario del Club de Roma, Daisaku Ikeda escribió las siguientes palabras: «El Club de Roma fue una voz precoz que advirtió sobre el tipo de crisis mundiales que hoy son tan evidentes. A lo largo de los años, he tenido el privilegio de reunirme con los líderes del club llevando a cabo debates en profundidad, y dando a conocer los resultados en forma de diálogos publicados. A través de estas discusiones, llegamos a un entendimiento compartido de que la crisis que enfrenta la humanidad solo se resolverá a través de la fe en las inmensas potencialidades de los seres humanos individuales, y un nuevo enfoque en la transformación positiva de cada individuo».
Por aquel entonces también había publicado, junto con el premio Nobel argentino Adolfo Pérez Esquivel, una declaración conjunta titulada «A los jóvenes del mundo, un llamamiento a la resiliencia y la esperanza». En ella animaba a los jóvenes a centrarse en dar pasos concretos en sus realidades inmediatas, y afirmó que no hay reto que no pueda resolverse si los jóvenes se unen en solidaridad, actuando de forma concertada desde sus respectivos lugares de pertenencia, identidad cultural y espiritual.
Este llamamiento tanto a una revolución humana como a una revolución generacional no podría ser más pertinente hoy en esta cámara. Me pregunto cuándo florecerá de forma exponencial esa revolución humana, para hacer frente a la magnitud de los retos que enfrentamos, y para permitir a las personas tanto transformar sus propios destinos, como crear un futuro basado en la dignidad, la prosperidad y el respeto.
Aurelio Peccei y el maestro Ikeda vieron la necesidad desesperada de pasar del «ego» al «eco», del «yo» al «nosotros». En el libro Antes de que sea demasiado tarde señalan que, gracias al desarrollo de la tecnología científica, los seres humanos y las naciones industrializadas han creado un modo de vida tan rico materialmente, que los reyes y las aristocracias del pasado bien podrían envidiarles; pero han utilizado la misma sofisticada tecnología también para producir armas de una destructividad sin precedentes. En lugar de emplear el inmenso poder de la ciencia para la felicidad de toda la humanidad, un puñado de personas y grupos lo utilizan de forma egoísta, compitiendo para aplastarse.
El budismo se refiere a los estados mentales que subyacen a este mal uso del poder científico como los tres venenos: codicia, odio y estupidez. No olvidemos que nos encontramos en medio de constantes codicia, odio e estupidez.
Para afrontar los complejos retos actuales, necesitamos una revolución humana, un nuevo liderazgo que adopte las cualidades del humanismo budista, que nos permita superar nuestra adicción al materialismo y a la convicción de que la tecnología nos salvará.
Estamos en una encrucijada, pero quizá esa revolución humana esté más cerca de lo que pensamos: mientras vemos un creciente giro hacia la negación de los derechos humanos y de los derechos planetarios, también vemos la creciente adopción del humanismo budista, a medida que la sociedad se da cuenta de que la democracia, la libertad y la paz pueden perderse fácilmente.
Al rendir homenaje a Daisaku Ikeda, asegurémonos de que su espíritu siga vivo a través de nuestros llamamientos a la gran revolución humana, tanto individual como espiritual, cultural y social.