Sobre el capítulo «Vuelo audaz»


Del volumen 30 de La nueva revolución humana

Ilustraciones originales de la novela, cortesía de Seikyo

Determinado a continuar «expandiendo el gran camino de la paz duradera en el siglo XXI» (pág. 153),[1] el 21 de abril de 1980 Daisaku Ikeda llegó al destino inicial de la que era su primera gira fuera de Japón tras su renuncia a la presidencia de la Soka Gakkai un año antes: Pekín. Allí, durante la estancia de la delegación que encabezaba, entre otras tantas actividades se reunió y dialogó extensamente con Deng Yingchao, vicepresidenta del Comité Permanente del Congreso Nacional del Pueblo de China y viuda del primer ministro Zhou Enlai; visitó la Universidad de Pekín, donde se firmó un acuerdo de intercambio académico con la Universidad Soka y se anunció la decisión de conferirle el título de profesor honorario, y donde pronunció una conferencia; mantuvo un entrañable encuentro con Chang Shuhong, pintor a la par que estudioso, protector y difusor del arte de Dunhuang y la Ruta de la Seda; conversó sobre temas relevantes con el presidente del Partido Comunista y primer ministro Hua Guofeng en el Gran Salón del Pueblo…

El presente nunca vuelve a repetirse. Decidido a no dejar pasar ni un solo segundo, Shin’ichi se reunió con la mayor cantidad posible de personas. Se consagró de lleno a dialogar con ellos, a infundir aliento y a afianzar lazos de amistad. (Pág. 161)

En los sucesivos destinos, Guilin y Shanghai, Ikeda Sensei mantuvo otros tantos encuentros y reencuentros, con el espíritu resumido en la frase: «El encuentro hace que dos personas sean “conocidas”; ellos se hacen “amigos” al sumar ocasiones para el diálogo, y “amigos íntimos” al generarse el afecto y la empatía» (pág. 167).

El trayecto de regreso a Japón el 29 de abril, más que un final, representó el poderoso inicio de una nueva etapa. Con «la férrea decisión de emprender, con espíritu renovado, una contienda que abriera caminos inéditos del kosen-rufu», fruto de la convicción de que «era el momento de librarse de las ataduras que, mediante ardides, les habían impuesto quienes dieron la espalda a la organización y los sacerdotes de la Nichiren Shoshu» (pág. 169), el maestro de la Soka resolvió participar en reuniones y alentar de todo corazón a los compañeros miembros en Nagasaki, Fukuoka, Osaka y Nagoya.

Sabía muy bien que esta acción provocaría la reacción violenta de las funciones diabólicas que intentan destruir el kosen-rufu. Pero estaba decidido a proteger a los miembros que sufrían como resultado de los ataques maliciosos de los sacerdotes autoritarios, sin importar lo que sucediera. Ese día, un hermoso arcoíris se extendió sobre el aeropuerto de Nagasaki. (Págs. 169-170)

Llegada al aeropuerto de Nagasaki

Al día siguiente, la primera página del Seikyo Shimbun informó no solo sobre el viaje de Ikeda Sensei a China, sino también sobre las actividades precursoras realizadas en Nagasaki en la tarde anterior y sobre las previstas en los días siguientes, algo que contrastaba claramente con la línea editorial de los meses anteriores. Una gran ola de alegría recorrió todo Japón.

Al concurrido encuentro de representantes realizado en Fukuoka asistieron también miembros de la vecina prefectura de Oita, quienes habían sufrido el más terrible hostigamiento de los sacerdotes de la Nichiren Shoshu, y de quienes Sensei agradeció especialmente la presencia.

El 3 de mayo, la recepción en el Centro Cultural de Kansai en Osaka fue aún más desbordante…

Los miembros no cesaban de llegar imbuidos del espíritu de búsqueda. […]

[Shin’ichi] Consagró todo su ser para alentarlos, como si estuviera sirviendo al Buda. (Págs. 178-179)

El Centro Cultural de Kansai en Osaka, el 3 de mayo de 1980

Aquella noche, trazó la caligrafía «3 de mayo».

Esta ola de aliento sin reservas continuó luego en la región de Chubu. En las dos semanas transcurridas desde el aterrizaje en Nagasaki hasta el regreso a Tokio el 14 de mayo, Ikeda Sensei brindaría nueva esperanza, directamente, nada menos que a 150 000 personas.

Paralelamente, las intrigas de sacerdotes de la Nichiren Shoshu y de laicos como el representado en la novela por Tomomasa Yamawaki, y sus consecuencias, continuaban su escalada.

Al pensar en sus compañeros, Shin’ichi se sentía profundamente dolido. Se decía a sí mismo: «¡Debo incentivar, una vez más, a mis camaradas!». (Pág. 194)

Entre otras vías, como autor de La revolución humana, novela cuya publicación por entregas en el Seikyo Shimbun se había interrumpido dos años atrás con la finalización del volumen X, decidió reanudarla. Si bien este emprendimiento parecía inasumible dada su agenda y su salud, el volumen XI se empezó a publicar el 10 de agosto.

Dictando nuevas entregas de La revolución humana, ante la imposibilidad de escribirlas por sí mismo a causa de la fatiga

El 30 de septiembre, Ikeda Sensei partió del Aeropuerto Internacional de Tokio con destino a Honolulú para asistir a los eventos del vigésimo aniversario del kosen-rufu en los Estados Unidos. Allí participó en diferentes actividades para promover la paz y la amistad, además de dedicar toda su energía a brindar aliento a los miembros, asistiendo a la Reunión General de Hawái y otros eventos. Luego se trasladó a San Francisco, a Washington D. C. y a Chicago, donde tomó parte en los encuentros realizados en cada una de las tres ciudades para conmemorar el aniversario. Seguidamente, en Los Ángeles, participó en una histórica primera Reunión General de la SGI, junto con unos 15 000 representantes provenientes de 48 países y territorios, y en otras actividades.

Tras la vuelta a Japón, el 18 de noviembre se celebró en el Gimnasio Central de la Universidad Soka un encuentro alusivo al cincuentenario de la fundación de la Soka Gakkai, en el que las palabras de Sensei vigorizaron a la audiencia. Y pronto llegó un nuevo año, con nuevos desafíos: en la noche del 13 de enero de 1981, Sensei partió en una nueva gira fuera de Japón con una duración prevista de dos meses, durante los que visitaría de nuevo los Estados Unidos, y luego Panamá y México. Si bien debió adaptar el plan para atender asuntos imprevistos en Japón, pudo retomarlo y, entre otras actividades, se reunió con el presidente del país al cual había soñado viajar su maestro Josei Toda, México.

Tras pasar los primeros compases de la primavera en Japón, y conmemorar allí el 3 de mayo, «el 9 de mayo, sin tomarse un instante para descansar, Shin’ichi emprendió un nuevo viaje que lo llevaría a recorrer la Unión Soviética […]» (pág. 212), con cuyo relato concluye el capítulo.


[1]Este y los siguientes números de página se refieren a IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vol. 30, parte I, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2021.

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