Sobre el rissho ankoku, la juventud y la inseparabilidad de maestro y discípulo


Orientación para la SGEs


EN UN ENSAYO acerca de Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra, tesis que Nichiren Daishonin presentó el 16 de julio de 1260, Daisaku Ikeda se refiere nada menos que a la esencia del budismo:

El propósito con el cual Shakyamuni expuso la Ley fue asistir y apoyar con benevolencia a las personas que sufren, trabajar junto a ellas para establecer su felicidad, dar seguridad a sus vidas y construir un mundo de paz. Este es el punto de partida del budismo, una religión enfocada en las necesidades de las personas y orientada a concretar su felicidad.

Esto se aprecia de forma clara en el Sutra del loto: «¡Predica la Ley, Honrado por el Mundo! ¡Si lo haces, infundirás en gran medida sosiego, consuelo y beneficios a los seres humanos y celestiales!»[1].[2]

Este deseo de beneficiar a los demás seres representa el juramento y el deseo fundamental no solo del buda Shakyamuni sino también de todos los budas de las diez direcciones y de las tres existencias. Transmitir la enseñanza ampliamente –en otras palabras, dar a conocer el Sutra del loto, que permite cumplir dicho deseo– es la razón y el propósito por el cual los budas hacen su advenimiento a este mundo.

Tras la muerte de Shakyamuni, en el Último Día de la Ley, una época de sufrimiento y confusión, Nichiren Daishonin se puso en acción valientemente, movido por ese mismo juramento. Como devoto del Sutra del loto, se dedicó a propagar ampliamente la Ley Mística –a lograr el kosen-rufu– para guiar a las personas a la iluminación.

Si queremos asegurar la paz y la felicidad para todos, debemos inevitablemente prestar atención al cambio social. La verdadera esencia de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra» es convertir este mundo saha de confrontación y conflictos donde vivimos en una Tierra de la Luz Eternamente Tranquila o tierra de Buda.

Las personas buscan una filosofía que les guíe hacia una felicidad auténtica. Desde lo profundo de nuestro ser, anhelamos encontrar un movimiento nuevo cuyo propósito sea ayudar a cada individuo a manifestar su dignidad intrínseca y expandir, con la fuerza del diálogo, una red dedicada al bien, a la creación de armonía y a la coexistencia pacífica.

La misión invariable de la Soka Gakkai será promover el cambio social por la paz del mundo y la felicidad del género humano, enarbolando el ideal propuesto por Nichiren Daishonin de «establecer la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra». Esta es la esencia de una religión que tiene en su centro al ser humano, y es el eje primordial del budismo. Es, también, prueba de que nuestros esfuerzos concuerdan exactamente con el espíritu de Nichiren Daishonin.

Asimismo, es la raíz de la lucha conjunta de maestro y discípulo en la Soka Gakkai, que el mes de julio encarna de manera especial recordando a la vez la esencia del budismo Nichiren, el 16 de julio; la formación, el 11 y el 19 de julio (de 1951), de los departamentos juveniles de la Soka Gakkai, agrupaciones de jóvenes sucesores de aquel espíritu hasta nuestros días, a las que se dedica la disertación publicada en la sección «Estudio mensual»[3]; y el 3 de julio:

Eran las siete de la tarde del 3 de julio (de 1945). Unas pocas personas, desde el exterior, miraban fijamente las gruesas puertas de hierro de la prisión de Toyotama, en Nakano. […]

A la derecha del pórtico principal, se abrió una portezuela de hierro. Asomó un hombre enjuto, de mediana edad, cargando un gran bulto de tela. […]

Para algunos, era un convicto más que salía de la cárcel con libertad provisional en tiempos de guerra. Pero ese hombre de cabeza rasurada y túnica ligera que se alejaba de la penitenciaría era nada menos que Josei Toda.[4]

Un gobierno militar de ideología ultranacionalista había intentado destruir la Soka Gakkai encarcelando injustamente, dos años antes, a Toda Sensei junto con su maestro, Tsunesaburo Makiguchi. Doce años después de la liberación relatada en la cita, a la misma hora del mismo día –el 3 de julio de 1957–, el propio Ikeda Sensei fue arrestado bajo una acusación falsa en otra manifestación brutal del poder. La suya fue una verdadera batalla para proteger, por un lado, a su maestro, fuertemente debilitado en su salud; y, al mismo tiempo, para impulsar el movimiento de la Soka Gakkai en bien del pueblo de Japón y del mundo entero, y devolver a los ciudadanos el verdadero poder y la autonomía, cargando él con el peso de una acusación injusta.

En La nueva revolución humana expone sus reflexiones a raíz de su propia detención:

Shin’ichi estaba fuertemente decidido a hacer del 3 de julio un nuevo amanecer para Japón. Creía que el modo correcto era, por supuesto, triunfar en la Corte, pero también construir de un extremo al otro del país una alianza sólida de personas dedicadas a trabajar por la humanidad, la justicia y la paz, basadas en el espíritu del humanismo budista.[5]

De ahí que el 3 de julio esté imbuido de la inseparabilidad del maestro y el discípulo, un modelo eterno para la Soka Gakkai que conlleva el mismo espíritu de Nichiren y del budismo en sí citado al inicio de este artículo: apoyar con benevolencia a las personas que sufren, trabajar junto a ellas para establecer su felicidad, dar seguridad a su vida y construir un mundo de paz.

Este mes [representa] una nueva oportunidad para renovar este espíritu [de la Soka Gakkai, de Nichiren Daishonin y del budismo en sí] en todos los miembros de nuestra organización.

Y la coincidencia con la fundación de los departamentos juveniles a la que aludimos antes hace de este mes una nueva oportunidad para renovar este espíritu en todos los miembros de nuestra organización, con una determinación de «mantenernos eternamente jóvenes» que el pasado 6 de junio el director general de la SGI, Yoshitaka Oba, instó a los participantes de la Primera Conferencia de Jóvenes de Europa[6] a mantener.[7]

Sigamos avanzando durante este importante mes, cuidándonos mutuamente, esforzándonos por mantener una buena salud, y «encontrándonos» en las reuniones virtuales de diálogo y estudio. |


[1] SL, cap. 7, pág. 121.

[2] IKEDA, Daisaku: «Disertación acerca de Sobre el establecimiento de la enseñanza correcta para asegurar la paz en la tierra», Daibyakurenge, abril de 2015.

[3] Véanse, en este número, las págs. 24-30.

[4] IKEDA, Daisaku: La revolución humana. La edición revisada de esta obra actualmente está en proceso de traducción al castellano.

[5] IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vols. 17-18, Rivas Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2020, pág. 127.

[6] Véase, en este número, la pág. 35.

[7] Ib., pág. 6.

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