M.ª Piedad Herreros Fernández · Tenerife
Tuve una infancia infeliz, a causa de la desarmonía que se vivía en mi familia, y cuando cumplí 18 años me fui de mi casa, en León. Me instalé en Tenerife, simplemente porque me parecía un paraíso. Ni me planteaba que pudiera tener una misión en esta isla.
En Tenerife conocí el budismo Nichiren, y en 1987 recibí el Gohonzon. De hecho, tuve una prueba real contundente del beneficio de esta práctica ya antes de recibirlo. A mi madre le diagnosticaron un cáncer de garganta. Como le decían que le quedaban solo dos meses de vida, después de orar mucho por ella le pedí que se trasladara a Tenerife para encontrar un tratamiento mejor y para poder cuidarla. Dimos con un buen profesional y, de acuerdo con un nuevo diagnóstico, el tumor quedó encapsulado, sin extenderse más. Sorprendida por este resultado, mi madre también ingresó en la Soka Gakkai, y vivió veinte años más.
El 17 de marzo de 1991, hace ahora treinta años, el movimiento del kosen-rufu en este país dio un giro que nunca habría podido imaginar. Ese día me llamaron por teléfono varias compañeras que habían viajado a Zaragoza –para asistir, junto a practicantes de otras partes de España, a una reunión conmemorativa del 16 de marzo, Día del Kosen-rufu– y me dijeron que habían decidido dejar de ser miembros de la Soka Gakkai. Fue un shock para mí. Y no entendía nada, porque nadie me explicaba el porqué; hasta que, más tarde, supe que se debió al incidente causado por la escuela Nichiren Shoshu, que ese día afloró.[1]
Inmediatamente después, recibimos numerosas visitas de responsables de la Soka Gakkai provenientes de Japón y de otros países de Europa y Latinoamérica, que viajaban hasta España para podernos explicar de primera mano qué había pasado, y nos alentaban a mantener, nosotros, diálogos similares con los compañeros que se habían alejado a raíz de aquel incidente. En Tenerife éramos muy poquitos, creo que menos de veinte personas, pero nos sentíamos arropados por el cálido aliento de Daisaku Ikeda que nos transmitían estos responsables.
Yo no sentía ningún tipo de rencor hacia las personas que habían tomado distancia; consideraba que era libertad de cada uno decidir el propio rumbo. Lo que no podía entender era que de la noche a la mañana, y además todos, rechazaran cualquier tipo de diálogo con quienes habíamos decidido seguir siendo miembros de la Soka Gakkai. Intentamos hablar con el que había sido nuestro director general, pero no contestaba nuestras llamadas. Y compañeras que había considerado mis amigas ahora me trataban con enemistad. Esto era lo que me dolía más: la ruptura de los lazos humanos entre compañeros, amigos e incluso familiares. Con el tiempo, he entendido que la función fundamental de la negatividad es precisamente esa: crear división entre las personas, separarlas.
Con el tiempo, he entendido que la función fundamental de la negatividad es […] crear división entre las personas, separarlas.
En Canarias vivimos una dificultad añadida cuando en la prensa local apareció un artículo crítico hacia la Soka Gakkai. Siendo, como éramos en aquel momento, una entidad pequeña, calificarnos de secta era un recurso fácil y efectista; aun careciendo absolutamente de rigor periodístico, con la publicación el autor lograba su objetivo: estigmatizarnos. Difícilmente podía verse como algo desligado de las circunstancias que atravesábamos. Sentimos una enorme indignación e impotencia. Pero solo teníamos una opción: seguir adelante.
Tengo que decir que, a pesar de la confusión de aquel período, mi deseo de avanzar junto a la Soka Gakkai nunca se tambaleó, gracias a la sinceridad y la seriedad que veía en los responsables de la organización. En particular, jamás olvidaré el gran corazón y la humanidad de Yoshiei Osanai, que asumió el liderazgo en un momento tan difícil.[2]
Viéndolo en perspectiva, mi vida ha estado marcada por tres problemas recurrentes: la enfermedad, las dificultades económicas y la desarmonía familiar. Hoy puedo afirmar que, gracias a mi práctica budista y mi compromiso con el kosen-rufu, he superado los tres.
Hace doce años me diagnosticaron glaucoma y me dijeron que podría perder la vista. También tenía problemas de columna y migrañas. Pero lo cierto es que ahora estoy muy bien de salud, sin ninguna dolencia. En cuanto a la economía, puedo decir que no soy rica pero ya no sufro problemas económicos. Con lo que tengo, estoy satisfecha. Por último, desde mi juventud mi sueño fue siempre crear una familia alegre. Tras superar problemas matrimoniales, hoy tengo una familia armoniosa con mis cuatro hijos.
Viéndolo en perspectiva, mi vida ha estado marcada por tres problemas recurrentes: la enfermedad, las dificultades económicas y la desarmonía familiar. Hoy puedo afirmar que […] he superado los tres.
Estoy convencida de que he podido transformar mi karma, como nos alienta el budismo Nichiren, convirtiéndolo en misión gracias a las actividades de la Soka Gakkai. Durante todos estos años siempre me he esforzado en dialogar con las personas a mi alrededor y compartir los valores de esta filosofía. Lo he hecho abiertamente y sin reservas, dado que es mi propia vida. Considero que, de este modo, y en sintonía con la campaña en que nos hemos embarcado este año, he podido transmitir esperanza a mi entorno cotidianamente. Además, diecisiete de estas personas, amigos y familiares, han encontrado incluso la motivación para iniciar por ellas mismas la práctica budista e ingresar en la Soka Gakkai como miembros.
En Los escritos de Nichiren Daishonin hay un pasaje que he tomado siempre como base a la hora de orar y tomar acción. Es el que da título a la carta El general Tigre de Piedra, y que ilustra la fuerza de una fe resuelta.[3] Esta imagen me ha permitido mantener la convicción sin rendirme incluso en situaciones tremendamente difíciles, y seguir creyendo en el poder de la Ley Mística para convertir lo imposible en posible.
El año pasado terminé una etapa laboral en una empresa. Al no tener necesidad económica, no inicié la búsqueda de un nuevo trabajo. Sin embargo, pasado un tiempo me di cuenta de que si quería seguir sintiéndome satisfecha de mis esfuerzos por contribuir al movimiento del kosen-rufu a través de la actividad de aportación a la SGEs, podía continuar desafiándome en el trabajo. Entonces apareció una posibilidad que nunca me habría planteado: el 5 de febrero he comenzado a trabajar, contratada por el Gobierno de Canarias, en los campamentos de acogida a los inmigrantes que llegan a Tenerife.
Antes, el tema de la inmigración me era relativamente ajeno. Pero ahora presencio cada día la realidad de personas que llegan hasta aquí desesperadas por encontrar una vida segura. Con la voluntad de desplegar en mi puesto de trabajo el humanismo y el amor compasivo que cultivamos a través de nuestra práctica budista, empiezo cada día orando para que todas estas personas puedan llegar a tener una vida digna y plena. Estoy muy agradecida por esta oportunidad de abrir mis ojos a esta realidad y por estar pudiendo profundizar, como Bodisatva de la Tierra que soy, mi compromiso de transformar positivamente la sociedad. ¡Tengo un nuevo escenario de lucha!
Tres décadas después del incidente provocado por el clero, ahora hay más de mil miembros de la Soka Gakkai en Canarias, desde donde están surgiendo muchos jóvenes que abrazan esta filosofía creadora de valor. La SGEs ha asumido una presencia relevante en el mundo del budismo y de la religión en su conjunto en este país, mereciendo la confianza de la sociedad, como nos mostraron los mensajes recibidos con motivo de Protagonistas de la alegría.[4] El comportamiento sincero de cada miembro ha disipado por completo la oscuridad y la falsedad que nos acosaron treinta años atrás. Hemos podido demostrar claramente lo correcto.
Estoy determinada a expandir aún más el círculo de confianza en el lugar donde vivo, generando olas de diálogo de esperanza con el centenario de nuestra fundación en 2030 como horizonte.
[1] ↑ En España, el incidente provocado por el clero de Nichiren Shoshu (puede leerse al respecto en el sitio web de la Soka Gakkai) se vio agravado por la censurable conducta del hasta entonces responsable local de la comunidad laica, que empezó a hacerse evidente aquel 17 de marzo de 1991.
[2] ↑ Yoshiei Osanai fue pionero del kosen-rufu en Canarias, y director general de la SGEs entre 1991 y 2002, año en que pasó a ser director honorario de la entidad.
[3] ↑ Véase en END, pág. 997.
[4] ↑ Véase, en Civilización Global, n.º 189, enero 2021, «Protagonistas de la alegría (III)».