Un nuevo punto de partida


Por Laura Mayo Hernández · Madrid


Foto: Álvaro Serrano Sierra

Si las personas están solas no pueden crecer; únicamente pueden hacerlo si se esfuerzan juntas y se pulen unas a otras. En el mundo de la fe, es especialmente importante tener compañeros con quienes estar en estrecho contacto y trabajar alentándose mutuamente.[1]

En febrero del año pasado, sentía que mi vida iba viento en popa: acababa de mudarme a un sitio por el que había estado tiempo orando; comenzaba ilusionada una nueva relación de pareja; tenía ahorros; en un mes estrenaría nueva obra de teatro; mi hermana recibiría el Gohonzon el 1 de marzo… Se manifestaban grandes beneficios, y yo me sentía tremendamente afortunada.

Un mes después, llegó el confinamiento. Llevaba tiempo con un ritmo vital bastante acelerado, así que me lo planteé como una oportunidad para hacer cosas que normalmente no podía. Conseguí establecer una rutina diaria de ejercicio, y descanso tampoco me faltaba. Pero con respecto a la lectura y el estudio budista, hacía poco o nada.

Las semanas fueron pasando y mi estado vital fue decayendo. Se me agrió el carácter, entré en ERTE, los ahorros se acababan, el estreno se suspendió, los obstáculos familiares aumentaron y mi hermana enfermó. Afortunadamente, ella ya tenía el Gohonzon en casa y pude observar la gran protección de la Ley Mística y la grandiosidad de nuestra práctica.

Determiné devolver mi deuda de gratitud desafiándome en las actividades de la SGEs y los encuentros personales. ¡No podía dejarme vencer! Con el deseo de cambiar mi postura, busqué orientación de Daisaku Ikeda en los volúmenes de La nueva revolución humana y me topé con la citada al inicio. Con daimoku y determinación, salí de mi limitado «yo» y descubrí que alentando a otras personas estaba iluminando mi propio camino. La apatía y el desánimo desaparecían con sus palabras. «La flaqueza interior es la causa de la desdicha. Es lo que nos impide hacer surgir una esperanza vigorosa y nos lleva a darnos por vencidos. Es lo que nos hace caer en la apatía y en patrones de conducta autodestructiva, lo que nos hace albergar animosidad hacia los demás y nos lleva al hastío. Por eso, para asegurarnos una vida feliz, lo más importante es forjar y desarrollar nuestra fortaleza interior durante la juventud».[2]

Aprendiendo sobre su ejemplo de vida nutro mi convicción en la Ley y esclarezco el camino que quiero seguir.

Decidí seguir el consejo de mi maestro. Si él confiaba en mí, yo también tenía que hacerlo. Oraba cada día con el deseo de encontrarme con su corazón y su fortaleza para poder sobreponerme a la negatividad, y todavía hoy sigo haciéndolo. Aprendiendo sobre su ejemplo de vida nutro mi convicción en la Ley y esclarezco el camino que quiero seguir.

Conseguí revertir la situación. Actualmente estoy trabajando, he ahorrado de nuevo, estreno obra de teatro este mes y mi hermana sigue profundizando en la práctica desafiándose como vicerresponsable de su grupo de diálogo.

Con un nuevo punto de partida en el inicio de este año,[3] estoy segura de que cada oportunidad de desafío que me brinda la Soka Gakkai es la semilla que hará florecer futuras victorias en mi vida cotidiana. Seguiré luchando hacia el centenario en 2030 con la determinación de mostrar una gran prueba real y, al mirar atrás, observar que todos nuestros esfuerzos valieron la pena.


[1]IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vols. 3 y 4, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2010, pág. 43.

[2]Ib, vols. 13 y 14, 2019, pág. 300.

[3]Laura acaba de asumir la responsabilidad nacional del grupo Azahar del Departamento de Mujeres Jóvenes de la SGEs.

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