Aprendiendo de NRH · XX


Reflexiones sobre el volumen 20 de La nueva revolución humana · Por Hiromasa Ikeda


Imagen: Seikyo

El volumen 20 de La nueva revolución humana narra las primeras visitas de Shin’ichi Yamamoto a China y a la Unión Soviética, seguidas por un segundo viaje a China; periplos, todos estos, que se realizaron a lo largo del corto espacio de seis meses, en el año 1974.

Uno de los temas que trata el volumen 20 es cómo la Soka Gakkai, una organización religiosa basada en el budismo Nichiren, fue capaz de entablar diálogos con la República Popular China y la Unión Soviética, estados marxista-leninistas que rechazaban el valor de la religión.

El panorama internacional en ese entonces era sumamente complicado: las tensiones de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética permanecían álgidas, mientras que China y la Unión Soviética estaban inmersas en un conflicto por sus diferencias ideológicas.

En este contexto y sin la menor dilación, Shin’ichi había procedido a presentar en 1968 una propuesta para la normalización de las relaciones diplomáticas entre China y Japón. Su planteamiento se basaba en la convicción de que si Japón establecía relaciones amistosas con China era seguro que se distenderían las tensiones Este-Oeste existentes dentro del continente asiático, lo que finalmente llevaría a solucionar el conflicto a nivel global. Este proceder significó para él enfrentar una tormenta de severas críticas hasta el punto de ser cuestionado sobre por qué un líder religioso debía «usar una corbata roja». Pero Shin’ichi se mantuvo firme, consciente de que «sin la determinación de arriesgar la vida no se puede emprender una verdadera lucha por la paz». Estaba enteramente comprometido con la tarea de mejorar las relaciones chino-japonesas.

Estos decididos esfuerzos de Shin’ichi y la Soka Gakkai en bien de la paz atrajeron la atención de los líderes chinos y soviéticos. Los planes para visitar ambos países comenzaron a tomar forma en diciembre de 1973 y se concretaron al año siguiente. La intención de Shin’ichi no era propagar el budismo en estados socialistas o involucrarse en negociaciones políticas; era dar un primer paso que encauzara un mundo dividido en bloques opuestos en dirección a la armonía y la paz. Como budista, su principal propósito era unir a la humanidad, fragmentada por intereses e ideologías nacionalistas.

Shin’ichi creía firmemente que «más allá del sistema social o político del país en el que vivimos, todos somos seres humanos». En respuesta a las preguntas sobre las razones que lo motivaban a visitar países socialistas, declaró: «Voy para encontrarme con la gente. […] Hago este viaje para construir puentes de amistad que unan los corazones». Fue su firme convicción lo que lo motivó a entablar diálogos por la paz con China y la Unión Soviética.

ACERCARSE AL LADO OPUESTO

En mayo de 1974, cuando Shin’ichi se embarca en su primer viaje a China, «se promete a sí mismo convertirse en un puente de amistad que una este país con la Unión Soviética». Dicha determinación se fortalece a través de los diversos encuentros que mantiene con personas de ambos países.

Por ejemplo, cuando visita una escuela de segunda enseñanza básica en Pekín, ve a los estudiantes cavar profundas zanjas para construir aulas subterráneas previendo un posible ataque soviético. Esta escena se superpone con sus propios recuerdos cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, se excavaban refugios antiaéreos en cada rincón de su vecindario, y promete firmemente en su corazón hacer todo cuanto esté a su alcance para impedir las hostilidades entre las naciones. Asimismo, en su primer viaje a la Unión Soviética, en septiembre de ese año, visita un cementerio y el Museo Conmemorativo de la Guerra en Leningrado (actual San Petersburgo) y expresa con vehemencia su indignación ante la perversidad de la guerra.

Estableciendo empatía con el sufrimiento de la gente de ambos países, se dedica a mantener un diálogo tras otro con líderes chinos y soviéticos, incluyendo el premier Zhou Enlai, así como con educadores, intelectuales y jóvenes. Poco a poco, una melodía de mutuo entendimiento comienza a resonar a través de las vastas tierras de China y la Unión Soviética, trascendiendo las barreras ideológicas.

Durante el primer viaje de Shin’ichi a China, un funcionario de la Asociación para la Amistad Chino-Japonesa le asevera: «China jamás invadirá otro país». Luego, en una conversación con el premier soviético Aleksey N. Kosygin, Shin’ichi le expone honestamente las impresiones de su visita a China, a lo que Kosygin responde que la Unión Soviética no tiene intención de atacar a la nación vecina, y que podía transmitir este mensaje a los líderes chinos.

Foto: Seikyo

Cuando Shin’ichi visita China por segunda vez, en diciembre de 1974, transmite el mensaje de Kosygin a varios funcionarios chinos, incluyendo al vicepremier Deng Xiaoping, sirviendo así como puente entre ambos países. En el capítulo «Construyendo un puente», Shin’ichi reflexiona: «Cuando decimos la verdad sin temor podemos abrir la puerta del corazón y permitir que resplandezca la luz en su interior. Así es como se cultivan las semillas de la confianza».

De hecho, los esfuerzos de Shin’ichi para entablar un diálogo sincero y franco abrieron corazones que hasta entonces permanecían cerrados, dando paso a la confianza.

El escritor y analista político Masaru Sato hace poco se refirió a la diplomacia basada en el diálogo protagonizada por el maestro Ikeda en su serie de «Estudios sobre Daisaku Ikeda», que está siendo publicada por la revista semanal japonesa Aera. En la edición del 22 de junio, escribió que, en contraste con los revolucionarios políticos, que si se encuentran con un muro hacen todo lo posible por derribarlo, el enfoque de Ikeda Sensei lo ha llevado a acercarse a quienes estaban del otro lado del muro e invitarlos a entablar un diálogo. A través de este intercambio, ha creado alianzas y fomentado el entendimiento entre individuos con posiciones y perspectivas diferentes.

Independientemente de las discrepancias que pudiesen existir, Sensei ha venido construyendo redes de paz y humanismo con personas de todos los ámbitos. Cuando buscamos el diálogo, eliminamos todas las barreras y límites entre nosotros y los demás.

Imagen: Seikyo

UNA LABOR QUE REQUIERE PACIENCIA Y PERSISTENCIA

Contrariamente a las expectativas de Shin’ichi, las relaciones chino-soviéticas continuaron deteriorándose después de su primera visita a ambos países. A pesar de que sus gestiones no dieron fruto inmediatamente, Shin’ichi no desistió. Después de todo, tal como se describe en el volumen 16, consciente de las tensiones existentes entre Estados Unidos y la Unión Soviética y entre esta y China el profesor Arnold J. Toynbee –el historiador británico más destacado del siglo XX– le había confiado la tarea de involucrar a los líderes de dichas naciones en un diálogo con la esperanza de que estos esfuerzos finalmente condujeran al diálogo entre ambas partes.

Después de regresar de sus primeras visitas a China y la Unión Soviética, Shin’ichi sigue manteniendo diálogos con líderes de ambos países. Cuando funcionarios chinos le aconsejaron abstenerse, en lo posible, de visitar la Unión Soviética para no poner en riesgo los esfuerzos que había venido realizando en bien de la amistad chino-japonesa, respondió: «Amo China. Es un país muy importante para mí. Pero también amo a las personas. El ser humano es invaluable».

Guiado por su convicción en la naturaleza de Buda que todos los seres humanos poseen en su interior, y por la certeza de que en un nivel fundamental todas las personas desean la paz, Shin’ichi se mantuvo firme en el camino del diálogo.

Sus esfuerzos dirigidos a servir como puente entre China y la Unión Soviética comenzaron a dar frutos solo al cabo de quince años. En mayo de 1989, tuvo lugar una reunión entre el secretario general del Partido Comunista soviético Mijaíl Gorbachov y Deng Xiaoping, presidente de la Comisión Militar Central y gobernante de facto de China, en la que anunciaron la normalización de las relaciones bilaterales. Shin’ichi sentiría un inmenso júbilo ante la noticia.

No todas las plantas florecen de inmediato. Pero cuando mantenemos una convicción férrea y continuamos esforzándonos sin darnos por vencidos, nuestro proceder da fruto sin falta. Tal como Shin’ichi señala en el capítulo «Lazos de confianza», «Las grandes empresas se logran con la acumulación persistente de pequeñas acciones que no son precisamente notorias».

Dicho capítulo también contiene la siguiente resolución de nuestro mentor: «Realizar el kosen-rufu es hacer que la felicidad del género humano y la paz en el mundo sean una realidad. Como budista, seguiré trabajando arduamente para lograrlo».

Nosotros también, vivamos con este poderoso sentido de misión como practicantes budistas y abramos ampliamente el camino hacia la paz mundial.


PASAJES CLAVE DEL VOLUMEN 20

El espíritu de un Bodisatva de la Tierra y del Buda en sí es trabajar con abnegación por el prójimo y por la sociedad. Este es también el afán que debe impulsar a todo practicante budista. El budismo no existe sin acción. («Camino de amistad»)

Valorar la vida y protegerla constituyen las reglas universales, imprescindibles para la supervivencia de la humanidad.  («Camino de amistad»)

El intercambio a nivel político y económico es obstruido con frecuencia por los intereses nacionales. De ahí la importancia de que se promuevan ampliamente intercambios culturales, educativos y académicos a nivel del sector privado para establecer puentes de paz y amistad duraderos. («Construyendo un puente»)

El budismo, que reconoce la presencia de la naturaleza del Buda en el interior de cada ser, es una enseñanza que afirma la soberanía del pueblo. Y el movimiento por el kosen-rufu de la Soka Gakkai busca construir una sociedad en la cual las personas puedan hacer ejercicio real de su soberanía y gozar de vidas realmente dichosas y plenas.  («Construyendo un puente»)

El mundo es uno, al igual que la raza humana. Para las personas, estar en contacto y trabajar juntas son impulsos ineludibles desde el punto de vista del devenir histórico.  («Construyendo un puente»)

La sinceridad pulsa las cuerdas del corazón trascendiendo las fronteras. Es el lazo que une a las personas entre sí.  («Construyendo un puente»)


RESUMEN DEL VOLUMEN 20

Camino de amistad
El 30 de mayo de 1974, Shin’ichi visita la República Popular China por primera vez, donde se reúne con el vicepremier Li Xiannian.

Construyendo un puente
El 8 de septiembre, Shin’ichi viaja a la Unión Soviética por primera vez y se encuentra con el reconocido escritor Mikhail A. Sholokhov y el premier Aleksey N. Kosygin.

Lazos de confianza
El 2 de diciembre, Shin’ichi visita nuevamente China y se reúne, el 5 de diciembre, con el premier Zhou Enlai. Luego, viaja a los Estados Unidos y le entrega al Secretario General de las Naciones Unidas más de diez millones de firmas recopiladas por el Departamento de Jóvenes de la Soka Gakkai solicitando la abolición de las armas nucleares. También mantiene un diálogo por la paz con el secretario de estado Henry Kissinger.


(Los textos que integran esta sección son traducciones del artículo publicado el 24 de junio de 2020 en el Seikyo Shimbun).

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