Carta desde Sado · Parte i (2/3)


(Volver a la parte 1/3).

Las costumbres de este mundo establecen que cuando se ha contraído una gran obligación con un semejante, hay que retribuirla aunque cueste la vida. Muchos guerreros mueren por sus señores; tal vez más de los que uno podría imaginar. El hombre muere por defender su honor; la mujer lo hace por el hombre. Los peces buscan la supervivencia: evitan las aguas poco profundas y cavan hoyos en el fondo para ocultarse, pero, tentados por la carnada, muerden el anzuelo. Las aves temen las ramas bajas de los árboles y se posan sobre las más altas, pero, embaucadas por el cebo, también ellas caen en la trampa. Los seres humanos son así de vulnerables: dan la vida por cuestiones superficiales y mundanas, pero casi nunca por las valiosas enseñanzas del Buda. No debería extrañar, entonces, que no logren la Budeidad.[3]

UNA CARTA ESCRITA EN MEDIO DE LA ADVERSIDAD

Nichiren Daishonin escribió Carta desde Sado en marzo de 1272 en Tsukahara, isla de Sado, donde se hallaba desterrado. Es un texto dirigido a todos sus discípulos. En este estudio, comencemos por examinar las circunstancias de su exilio en Sado.[4]

En primer lugar, como el Daishonin aclara en uno de los párrafos, su destierro no había sido consecuencia de «ningún crimen secular».[5] Él siempre había obrado con absoluta integridad, sin transgredir leyes ni normas sociales.

El suyo había sido un arresto injusto, a cargo de autoridades clave del gobierno militar de Kamakura que se habían aliado con el sacerdote Ryokan del templo Gokuraku-ji[6] y con otros líderes religiosos, cuya naturaleza corrupta y enseñanzas erróneas el Daishonin había expuesto y refutado. Algunos oficiales, en secreto, habían conspirado para hacerlo decapitar al amparo de la noche, el 12 de septiembre de 1271, en el episodio conocido como la «persecución de Tatsunokuchi». Dado que este atentado contra su vida falló, ante la imposibilidad de ejecutarlo las autoridades lo sentenciaron al destierro en Sado.

Tras arribar a la isla el 1 de noviembre, según el calendario lunar –que en nuestro calendario actual correspondería al mes de diciembre–, el Daishonin fue llevado hasta Tsukahara, donde se lo dejó en un templete abandonado llamado Sammai-do, antiguamente utilizado para ritos fúnebres. Esa sería su morada. Sado es un lugar muy frío en invierno, y el Daishonin debió sobrevivir privado de ropa de abrigo y sin alimentación suficiente. En su descripción de las condiciones deplorables que encontró en el Sammai-do, escribe: «Las tablas del techo estaban demasiado separadas, y las paredes, cubiertas de agujeros. La nieve caía y se apilaba sin llegar nunca a derretirse».[7] En constante peligro de morir a manos de creyentes hostiles del Nembutsu y de otros detractores, debió seguir adelante con su vida en circunstancias realmente extremas.

Sin embargo, el Daishonin superó esta gran adversidad con espíritu intrépido, y haciendo arder y brillar con más vigor que nunca su apasionado compromiso de guiar a todos a la felicidad.

Logró sobreponerse a la odisea en Sado con un estado de vida de verdad sublime, que lo llevó a declarar: «Yo, Nichiren, soy el hombre más rico del Japón actual».[8]

UN SINCERO ALIENTO A LOS DISCÍPULOS QUE COMPARTÍAN SU LUCHA

Mientras tanto, en Kamakura, los discípulos del Daishonin también se vieron enfrentados a duras persecuciones a causa de su fe. Algunos fueron encarcelados en sombríos calabozos excavados en la roca; otros fueron expulsados de sus hogares, o vieron confiscadas sus tierras.

Tan despiadada fue la persecución que el Daishonin escribe sobre «las novecientas noventa y nueve personas de cada mil que abandonaron la fe cuando fui arrestado».[9]

Carta desde Sado es su sincero aliento a los discípulos que libraban batalla en un momento en que él no podía encontrarse con ellos directamente. Por eso, sus páginas desbordan la determinación del Daishonin de que ni uno solo de ellos abandonara la fe.

EL PROPÓSITO DE LA VIDA

En la parte inicial de Carta desde Sado, el Daishonin escribe: «Lo que inspira más temor en este mundo es el dolor del fuego, el destello de las espadas y la sombra de la muerte».[10] De este modo, mediante una referencia al fuego, las espadas y la perspectiva de morir –que habitualmente despiertan miedos– comienza el texto refiriéndose a la importante cuestión de la vida y la muerte.

Ya que nada es tan valioso como la vida, a nada se teme tanto como a la muerte. El budismo enseña que la vida no puede ser reemplazada ni siquiera por todos los tesoros del universo. Pero, según señala el Daishonin, muchos se despojan de ese tesoro tan supremo y valioso para saldar la obligación o deuda que los une a su señor feudal. Esta frase refleja los valores y las normas que imperaban en la época.

El Daishonin también menciona el ejemplo de las aves y de los peces, que, aun queriendo conservar la vida, suelen perderla a causa de la estupidez. «Los seres humanos son así [igual] de vulnerables»,[11] reflexiona.

«Dejarse tentar por el cebo» no es una tendencia que se limite a los peces o las aves. Los seres humanos, también, nos podemos dejamos tentar por la perspectiva de un beneficio inmediato y elegir caminos que nos conducen a una trágica perdición.

El Daishonin indica que si consagramos la vida a las «valiosas enseñanzas del Buda» podemos lograr la iluminación.[12] No hay mayor fortuna que haber nacido como seres humanos y haber conocido las enseñanzas insuperables del budismo, que afirman el valor y la dignidad de la vida.

Entonces, ¿a qué debemos dedicar estas vidas tan increíblemente afortunadas? ¿Y cómo podemos crear el máximo valor en nuestras existencias, infinitamente preciadas? El Daishonin nos alienta a emplearlas en bien del budismo, con el propósito de transmitir ampliamente la Ley Mística.

En concreto, esto significa hacer brillar la dignidad de nuestra vida y de las vidas de los demás, y ayudar a ser felices a todos los que nos rodean. Significa transformar la desesperación en esperanza, crear familias armoniosas y felices, y construir comunidades y sociedades prósperas. El corazón de las enseñanzas del Daishonin es dedicar nuestras vidas al establecimiento de un mundo de paz y humanidad, proteger el medio ambiente y transformar el destino del género humano.

En esta carta escrita hace 750 años, el Daishonin apela a cada uno de nosotros de manera clara y directa, instándonos a responder la importante pregunta: «¿Cómo debo emplear mi valiosa vida?».

Si bien el budismo habla de devoción altruista,[13] esto, desde luego, no significa tratar nuestras vidas con ligereza o desecharlas irreflexivamente. Antes bien, quiere decir dedicar la vida al kosen-rufu y a la felicidad de los demás, y vivir de manera plena y vibrante hasta el último día.

Por ende, pase lo que pase, quiero que valoren sus preciadas vidas. Aun si están pasando por situaciones duras y dolorosas, por favor, nunca se rindan. Sigan avanzando con constancia y sabiduría, paso a paso.

TODOS TENEMOS UNA MISIÓN ÚNICA

Cada uno de nosotros posee una misión única e irreemplazable, un propósito al cual consagrar la vida. No hay personas sin misión o sin propósito. El budismo enseña que todos, sin excepción, somos igualmente merecedores de respeto. Mi maestro Josei Toda dijo: «Tenemos la gran misión del kosen-rufu, la razón por la cual hemos nacido en este mundo. Mientras jamás olvidemos este cometido, podremos hacer realidad el anhelo de la paz mundial».

La juventud es la época en la que iniciamos la travesía espiritual para descubrir cuál es nuestra misión. Mi encuentro con el maestro Toda, en el verano de mis 19 años, fue el comienzo de mi propia misión de vida. Todo lo que he llegado a ser hoy se lo debo a él.

HACER FIRMES ESFUERZOS, DÍA TRAS DÍA

Dedicar nuestras vidas a las «valiosas enseñanzas del Buda» no significa emprender algún tipo de disciplina especial. Es, simplemente, hacer el gongyo y entonar Nam-myoho-renge-kyo para realizar nuestra revolución humana. Es valorar y alentar a quienes nos rodean para que ellos y nosotros mismos seamos felices. Es participar asiduamente en las actividades de la Soka Gakkai, algo que muchos de sus padres y predecesores en la fe han hecho día tras día. Espero que se desafíen a hacer el gongyo y a entonar daimoku a la vez que continúan esforzándose en sus estudios. Traten a sus padres con amabilidad y respeto, y cuiden de sus buenos amigos.

Estos esfuerzos cotidianos, aparentemente simples, son la clave para acumular «tesoros del corazón».[14] Aunque en el camino sufran reveses o tengan problemas, verán que más tarde se convertirán en tesoros y en valiosas lecciones que les servirán para crecer.

No tienen por qué preocuparse ni impacientarse.

El deseo de todos sus predecesores, que confían profundamente en ustedes, es que mantengan este noble juramento y se desafíen a cumplirlo junto con sus «buenos amigos».

(Continuar leyendo la parte 3/3).


[3]Carta desde Sado, en END, pág. 319. Esta carta, redactada el 20 de marzo de 1272 en Tsukahara, isla de Sado, fue dirigida a todos los discípulos del Daishonin, con ánimo de disipar cualquier duda que pudiese haber surgido en ellos a raíz de la persecución de Tatsunokuchi y del posterior destierro de Nichiren Daishonin a Sado, desencadenados seis meses antes. El texto también brinda importantes palabras de orientación y aliento.

[4]Exilio en Sado: Destierro de Nichiren Daishonin a la isla de Sado, situada en el mar de Japón, tras la persecución de Tatsunokuchi (12 de septiembre de 1271). En este difícil período, que se extendió hasta marzo de 1274, el Daishonin escribió muchas obras capitales, entre las cuales La apertura de los ojos y El objeto de devoción para observar la vida, y envió aliento a sus seguidores.

[5]Carta desde Sado, en END, pág. 322.

[6]Ryokan (1217-1303): También conocido como Ninsho, fue un sacerdote de la escuela japonesa Preceptos-Palabra Verdadera. En 1267, bajo el patrocinio del clan Hojo, Ryokan pasó a ser prior del templo Gokuraku-ji, en Kamakura, y adquirió gran influencia. Fue detractor de Nichiren Daishonin y conspiró abiertamente con las autoridades para tramar su persecución, así como también la de sus discípulos.

[7]El comportamiento del devoto del «Sutra del loto», en END, pág. 808.

[8]La apertura de los ojos, en END, pág. 283.

[9]Carta a Niiama, en END, pág. 491.

[10]Carta desde Sado, en END, pág. 319.

[11]Ib.

[12]Véase ib.

[13]El concepto de la devoción altruista a propagar la Ley sin escatimar la vida se menciona en el capítulo «Aliento a la devoción» (13.°) del Sutra del loto.

[14]Las tres clases de tesoros, en END, pág. 892.

Scroll al inicio