En este número


«¿Vivió con pasión?».

En una de las conversaciones finales de cierta película, un personaje le dice al protagonista algo que resulta decisivo para el logro, poco después, de un feliz desenlace: que los griegos, cuando una persona concluía su existencia, al considerar su legado se preguntaban antes que ninguna otra cosa eso: «¿Tuvo pasión?»[1].

Al parecer, en rigor la cita aludiría, más que a algo tan amplio como la Antigua Grecia, a la escuela filosófica cirenaica, fundada por Aristipo. Pero la licencia artística no resta fascinación a la escena.

Si hemos escogido abrir este artículo introductorio con una referencia a la pasión –queriendo significar aquí entusiasmo, capacidad de comprometerse y entregarse a algo sin vacilación, vigor, intensidad, vitalidad…– es porque los contenidos de este número de Civilización Global llaman a tener esta clase de actitud.

No nos ha dejado de sorprender la coincidencia que supone que en artículos con orígenes diversos, para espacios diferentes, aparezcan expresiones tan similares como «vitalidad ilimitada de un león al ataque» (Estudio mensual), «actitud intrépida, la de un “rey león”» (Este mes), «recitación de Nam-myoho-renge-kyo como un rugido de león» (Para dialogar), «valiente y esperanzador rugido del león del maestro y sus discípulos» (El brillante camino del kosen-rufu mundial), «corazón del león rey» (La nueva revolución humana y yo), «mujer que abraza al rey león del Sutra del loto» (un@aun@). O como «Alberguen grandes sueños y vivan con optimismo y energía» (Punto de partida) y «¡Sueñen a lo grande, con corazón amplio y generoso!» (De pie y de paz).

En un párrafo anterior hemos aclarado a qué nos referíamos aquí con «pasión» porque este vocablo se caracteriza por tener acepciones muy diferentes, incluso opuestas; de hecho, puede llegar a usarse como sinónimo de «pasividad». Sin ir tan lejos, puede también aludir a una inclinación muy viva, pero insustancial y pasajera.

De ahí que queramos llamar la atención sobre otras expresiones, también en sintonía entre sí, que encontramos en esta edición y que dan idea de que la que se convoca aquí no es una pasión superficial, bien al contrario: «conviértete en un coloso […] inamovible [como el monte Fuji]» (Punto de partida); «se nos presenta a todos la oportunidad de descartar el aspecto transitorio y revelar lo verdadero» (Este mes); «desplegamos […] la suprema nobleza, fortaleza y grandeza de nuestra vida» (Mi historia); «todos los esfuerzos e historia […] quedarán grabados» (Actualidad).

Como se pudo leer en las páginas de un número anterior de esta revista, el Camino Medio es la esencia del budismo. En palabras de Daisaku Ikeda:

En el mundo hay toda clase de dualidades […]. Cuando nos dejamos regir por estas dualidades, tendemos a favorecer un elemento y a rechazar el otro. Sin embargo, la visión budista del Camino Medio es totalmente distinta. No rechaza ningún extremo, pues ambos existen en los seres humanos.[2]

Esperamos que, en este inicio de curso lleno de retos, las lectoras y lectores de esta revista encuentren en ella recursos para hacerles frente victoriosamente, desplegando –como practicantes del Camino Medio– tanto la fiereza del león como la inamovilidad del monte Fuji.


[1] ↑ Serendipity, película escrita por Marc Klein y dirigida por Peter Chelsom, estrenada en 2001.

[2]Adaptado desde Civilización Global, n.º 180, abril 2020, pág. 28.

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