Entrevista a Mamphela Ramphele


La Dra. Ramphele es la primera mujer y la primera persona africana en ocupar el cargo de copresidenta del Club de Roma. En esta entrevista, habla de la crisis sin precedentes que enfrenta nuestro mundo en este momento; de las lecciones aprendidas en su lucha contra el sistema político y socioeconómico del apartheid en su Sudáfrica natal, así como de otros temas trascendentes.

¿Qué piensa sobre el estado actual de nuestro mundo, desde la pandemia de COVID-19 hasta los recientes fenómenos meteorológicos extremos y desastres ambientales?

La raza humana se enfrenta a una emergencia planetaria. Pero también creo que momentos de crisis como estos presentan una oportunidad única para realizar cambios fundamentales en el comportamiento humano.

Ya no podemos ignorar la realidad de que seguir viviendo como lo hacemos hoy excede la capacidad de nuestra Madre Tierra para mantenernos. La gente finalmente se está dando cuenta de que la extracción excesiva de los recursos naturales, nuestros estilos de vida impulsados ​​por el consumo y nuestra cultura de consumo materialista también nos han dañado por dentro, hiriéndonos espiritualmente.

Ahora es el momento de mirar dentro de nosotros mismos y reflexionar sobre nuestro comportamiento y nuestros patrones de consumo que superan los poderes regenerativos de la naturaleza, y corregir nuestro fracaso en aprender de la naturaleza. Cambiar nuestro comportamiento es algo que todos podemos y debemos hacer. El cambio comienza desde el individuo, en cada uno de nosotros.

También necesitamos despertar al hecho de que todos estamos conectados. En África tenemos el concepto de ubuntu, la convicción de que solo se es humano a través de la relación con otros seres humanos. Esta es nuestra esencia como seres humanos para ser buenos, cuidarnos a nosotros mismos, cuidar a los demás y desarrollar un sentido de empatía.

Las personas estamos interconectadas y somos interdependientes. No podemos ser felices cuando otras personas alrededor están sufriendo. No podemos disfrutar de la riqueza cuando otros son pobres. Lo que ha ido mal en nuestro planeta es la obtención de riqueza por unos pocos a costa de la mayoría, y la obtención de riqueza en detrimento de la naturaleza, que es una fuerza que da vida. La COVID-19 nos ha enseñado que no se puede estar sano a menos que otras personas a tu alrededor lo estén. Ha demostrado que la desigualdad pone en peligro tanto las vidas de los ricos como las de los pobres.

Lo importante en la vida no es cuántos coches tengas o cuántos viajes en avión hayas hecho. Lo importante es esta preciosa vida que todos poseemos. Necesitamos atesorar la vida, atesorar el bienestar, atesorar nuestras relaciones humanas y atesorar nuestra Madre Tierra. Esta es la conciencia que todos debemos tener.

Se dice que su tierra natal, Sudáfrica, se ha visto más afectada por la pandemia de COVID-19 que otras naciones africanas.

Hace un cuarto de siglo que en Sudáfrica se puso fin al apartheid, la política gubernamental que imponía la superioridad blanca y la discriminación contra los negros.

La nueva Constitución sudafricana colocó los derechos humanos en el centro, y la gente esperaba que esto diera lugar a una sociedad nueva e ideal. Sin embargo, incluso después del derrocamiento del apartheid, los ricos siguen siendo ricos y los pobres siguen siendo pobres.

Aunque actualmente ocupan los puestos del Gobierno personas diferentes, muchas de ellas son corruptas como sus predecesores. Puede que el Gobierno haya cambiado, pero la gente en él no ha experimentado la revolución humana requerida para que sus dirigentes ejerzan el servicio público. Continúan enriqueciéndose a costa de la mayoría de la población, que sigue siendo pobre y estando desamparada. Al igual que los antiguos opresores, no han proporcionado servicios públicos básicos de calidad como la salud, la educación y la infraestructura social y física.

La COVID-19 ha puesto de manifiesto estos fracasos sociales. En este momento, nuestras tasas de contagio son muy altas y estamos atravesando una crisis nacional por la falta de servicios esenciales para permitir el distanciamiento social, la carencia de espacios habitables adecuadamente ventilados y el incumplimiento de los requisitos de higiene, como el lavado de manos. Quienes no tienen comida en casa no tienen más remedio que afrontar la posibilidad de la infección para sobrevivir. No podemos decirles que se queden en casa y que se mueran de hambre. Algunas personas pobres están reaccionando con protestas violentas, y esto es una expresión de la frustración que sienten porque su humanidad está siendo pisoteada.

En la conferencia del Club de Roma del año pasado, usted subrayó la necesidad de una revolución humana, refiriéndose al diálogo entre el fundador del Club de Roma, Aurelio Peccei, y el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, en el libro Antes de que sea demasiado tarde. ¿Qué le llamó la atención de esta idea?

Durante los últimos cincuenta años, el Club de Roma ha hecho un trabajo maravilloso al dar la alarma sobre la necesidad de sostenibilidad, comenzando con la publicación del informe The Limits to Growth (Los límites del crecimiento) en 1972. Sin embargo, no se ha logrado un cambio significativo en nuestro patrón destructivo de consumo como comunidad humana. Cuando me estaba preparando para acoger la conferencia del Club de Roma, busqué un mensaje para comunicar y encontré este libro.

Cuando leí sobre la revolución humana promovida por el Dr. Aurelio Peccei y el presidente de la SGI Daisaku Ikeda, me di cuenta de que la revolución humana es la clave para permitir que la raza humana supere las emergencias y crisis planetarias que enfrentamos. La única forma de salir de estas emergencias es que cada uno de nosotros enfrente las acciones que están interrumpiendo la red de la vida que garantiza la armonía. Necesitamos cambiar nuestro comportamiento.

Creí que era importante para el Club de Roma abordar este concepto de revolución humana como un factor crítico en el trabajo hacia el surgimiento de una nueva civilización humana construida por quienes han vivido este proceso de revolución humana.

Cuando leí sobre la revolución humana promovida por el Dr. Aurelio Peccei y el presidente de la SGI Daisaku Ikeda, me di cuenta de que la revolución humana es la clave para permitir que la humanidad supere las emergencias y crisis planetarias que enfrentamos. […] Creí que era importante para el Club de Roma abordar este concepto.

El principio de la revolución humana también me recordó mi lucha y la de mi generación por la libertad en Sudáfrica.

Inicialmente nos enfocamos en luchar contra el apartheid. Pero a finales de la década de 1960, nos dimos cuenta que la verdadera revolución comienza dentro de cada uno de nosotros. Durante cuatrocientos años, los pueblos de África fueron oprimidos y calificados de inferiores. El sistema del apartheid fue simplemente una extensión y una forma extrema del colonialismo anterior.

El Black Consciousness Movement (BCM, Movimiento de Conciencia Negra) tenía como objetivo liberar nuestras mentes de cualquier sentimiento de inferioridad y miedo a nuestro opresor, y hacernos despertar a nuestro valor y dignidad como seres humanos. Cuando hablamos de liberación de la mente, no se trata solo de estar libre del racismo, también se trata de estar libre del sexismo y de la opresión económica.

Fue un camino de revolución humana. ¿Quién soy? ¿Cómo me veo después de todos estos siglos en los que a mis antepasados ​​les dijeron que eran inferiores? ¿Cómo recupero mi dignidad? ¿Cómo perdono a los que me trataron mal? ¿Y cómo me perdono por haber consentido ese trato?

A través de esa lucha espiritual, nos dimos cuenta de que somos tan buenos como cualquiera, en cualquier lugar, y nos levantamos y dijimos: «¡Somos negros y estamos orgullosos!». Para nosotros, el Movimiento de Conciencia Negra fue, de hecho, un movimiento de revolución humana. Asimismo, ofreció a los blancos la oportunidad de participar en la revolución humana, ya que también ellos fueron dañados por el apartheid. Pensar en uno mismo como superior y separado de otros seres humanos es un obstáculo.

Tuvo una estrecha relación con el defensor de los derechos humanos y posterior presidente sudafricano Nelson Mandela.

Mandela fue un hombre que había alcanzado su revolución humana. Cuando lo conocí por primera vez, en julio de 1988, era un prisionero y, sin embargo, caminaba con una dignidad majestuosa. Ese día, su comportamiento ejemplificó su carácter sobresaliente. Se responsabilizaba tanto de ser quien era que nunca daba a los guardianes la oportunidad de darle instrucciones. Lo que hizo fue respetarlos en su papel. Me recibió de una manera cálida y paternal, y me trató como a una igual.

Hacia el final de nuestra conversación, cuando nos quedaban unos diez minutos del tiempo asignado para la visita, se puso de pie y dijo: «No debemos hacer esperar a los funcionarios. Espero que lo entiendas. Han sido muy generosos y nos han dado este tiempo. Terminemos nuestra conversación ahora». Al respetarlos, él hizo que lo respetasen.

Era un hombre que escuchaba con atención. Incluso cuando no estaba de acuerdo con lo que decías, te dejaba hablar hasta el final sin interrumpir. Solo entonces decía, acaso: «Sí, pero tal vez haya otra forma de ver esto». Fue un ser humano extraordinario, completo como ser humano. Por eso, en mi opinión, pudo negociar con tanta eficacia y liderar en tiempos tan difíciles. Porque, durante el período de negociación, hubo muchas ocasiones en las que podríamos haber caído en el abismo.

Mandela era una persona que estaba totalmente en paz consigo misma, muy consciente de sus fortalezas, con las que lideraba. Era consciente de sus debilidades, pero sabía gestionarlas aprovechando sus fortalezas.

La vida solitaria de Mandela en prisión moldeó su carácter. El dolor es como el fuego: te puede reducir a cenizas, o convertirte en acero. Él se volvió como acero.

Mandela amaba a la gente, la amaba de verdad. Era notable cómo recordaba los nombres de las personas, incluso si las veía una sola vez. Su fortaleza estaba envuelta en un toque humano muy cálido.

También desempeñó los cargos de vicerrectora –rectora de facto– de la Universidad de Ciudad del Cabo y directora gerente del Banco Mundial. ¿Dónde encontró la fuerza para ser una pionera tal después de haber experimentado una dura opresión, el destierro y la muerte de seres queridos bajo el apartheid?

Cuando era niña, me cuidó la abuela de mi padre. Ella enviudó muy joven y fue una mujer fuerte e increíblemente inteligente que vivió hasta los cien años. Mi abuela materna y mi propia madre también fueron mujeres fuertes. Estuve muy influenciada por estas mujeres fuertes.

Y mi padre, que era director de una escuela de educación primaria, solía decirme siempre: «No compitas con otros niños y niñas, compite contigo misma. Dios te ha dado un cerebro, así que úsalo».

Gracias a mi familia, crecí hasta convertirme en una joven muy segura. Entré en la Facultad de Medicina, algo muy poco común para las mujeres en ese momento, y luego participé en el Movimiento de Conciencia Negra. Ambas cosas fortalecieron mi mente, mi corazón y mi espíritu.

Cuando me convertí en vicerrectora (rectora de facto) de la Universidad de Ciudad del Cabo, el predominio de los hombres blancos era muy fuerte. En lugar de luchar contra ellos, propuse que trabajáramos juntos para hacer de la de Ciudad del Cabo una universidad africana reconocida mundialmente. Les di todo mi apoyo y trabajé duro para recaudar los fondos necesarios para alcanzar esa meta, haciendo todo lo posible para que cada uno de ellos pudiera extraer lo mejor de sí.

La cultura en el Banco Mundial era completamente diferente. A la mayoría de quienes trabajaban allí les parecía inconcebible que una mujer africana ocupara un puesto tan alto en el banco. La mejor manera de lidiar con ello era asegurarme de que siempre hacía lo correcto. Apoyé al presidente, que en ese momento estaba luchando contra viejos enfoques económicos liberales para introducir programas sólidos en pos del desarrollo humano. El presidente, el Sr. James Wolfensohn, a su vez, me apoyó mucho. Fue una lucha, pero aprendí y viajé mucho y conocí gente muy estimulante.

Luego, cuando regresé a Sudáfrica, afronté una sociedad todavía muy dominada por los hombres, que seguía sin promover la prosperidad para todos y el respeto por los derechos humanos y la dignidad. Mi respuesta fue fundar un movimiento ciudadano centrado en el empoderamiento de la juventud y de los hombres y mujeres pobres especialmente en las zonas rurales. Hace cinco años cofundé ReimagineSA para promover la revolución humana a la que nos referimos anteriormente. Me di cuenta de que mis conciudadanos aún tienen que liberarse de la esclavitud del racismo, el sexismo y el autoritarismo que socavan la dignidad humana y el liderazgo de espíritu público, y que favorecen la política egoísta y la acumulación privada de riqueza. En la actualidad, soy miembro de la junta directiva de ReimagineSA y considero que mi papel es el de puente entre mi generación, que luchó por la libertad, y las generaciones más jóvenes, que necesitan hacer realidad nuestros sueños de un futuro próspero compartido. Los jóvenes están asumiendo liderazgo y demandan ser parte del cambio para promover más bienestar a todas las personas y el planeta.

África es el continente más joven, con un 60 % de su población de 1.300 millones con edades por debajo de los 45 años. Estoy disfrutando mucho de este proyecto, trabajando con los jóvenes para aprovechar esa tremenda energía.

¿Cuál ha sido su visión rectora como copresidenta del Club de Roma?

El Club de Roma ha adoptado un programa de trabajo temático con cinco ejes principales:

  • Plan de acción de emergencia planetaria.
  • Reestructuración de la economía.
  • Replanteamiento de las finanzas.
  • Emergencia de una nueva civilización a través de la revolución humana.
  • Liderazgo juvenil y conversaciones intergeneracionales para dar forma al futuro.

Creo que la paz comienza dentro de uno mismo. Si no se está en paz, no se puede ser pacifista. Si no se está en paz, no se puede tener paz en el hogar, la comunidad o el país. La paz no es la ausencia de guerra; es un estado de armonía.

El verdadero valor es la vida. Es el bienestar. Lo que nos da alegría es ver a otras personas felices. La nueva civilización humana que queremos que surja será el resultado de trabajar juntos como raza humana para cambiar la forma en que pensamos y nuestros valores. Así es como construimos una cultura de paz.

Me comprometo a dedicar el resto de mi vida a tener conversaciones con la próxima generación, a ser un puente para que los jóvenes se hagan cargo de dar forma al futuro que queremos ver, dar forma a una nueva civilización humana a través de la promoción de la revolución humana.

(Esta entrevista se publicó por primera vez en el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai, el 17 de septiembre de 2020).

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