Ofrendas de fe genuina


Por María García Zambrano · Madrid


La sincera fe de quienes habían participado con su ofrenda inflamaba el corazón de Shin’ ichi. Muchos de ellos habían economizado limitando sus gastos en circunstancias financieras harto difíciles. Incluso había escuchado que un miembro de avanzada edad, que se desplazaba apoyado en un bastón, había caminado varios kilómetros por terrenos montañosos para hacer una donación en el lugar que le correspondía. Shin’ichi sabía que detrás de cada persona se desarrollaba una conmovedora escena de fe genuina.[1]

Al inicio de una carta dirigida a un discípulo que le había hecho llegar tres kokus[2] de arroz, Nichiren Daishonin se los agradece diciendo: «Ha sido usted muy amable. Los ofrendé de inmediato al Sutra del loto», y seguidamente describe la magnitud de los beneficios que generan las ofrendas que se realizan al sutra, «tan grandes» aun si se ha tratado de «un pequeño acto de bien».[3]

En diciembre de 2019, como colofón al «Año de la victoria Soka», decidí participar en la actividad de aportación a la SGEs –que tiene en junio y diciembre dos meses señalados– desafiándome en realizar una ofrenda significativa. No era fácil para mi cabeza, porque tenía por delante la compra de un piso y las obras para su adaptación a la discapacidad que tiene mi hija. Pero me impulsaba el sentido de gratitud.

Además de profesora, soy poeta. Cuando, poco después, llegó la pandemia y varios actos literarios que tenía programados se suspendieron, el desafío se hizo mayor. Sin embargo, durante los meses de confinamiento, a la vez que todos desarrollábamos la creatividad para llevar adelante las actividades por el kosen-rufu de maneras nuevas, desarrollé mi creatividad como poeta, y proyecté algunos talleres literarios sobre poesía de mujeres que se pudiesen realizar en línea.

En junio, determiné que volvería a realizar una aportación significativa. Aunque estábamos en mitad de las obras y teníamos que comprar una silla de ruedas para Martina, lo hice con total convicción, emulando la «fe genuina» que menciona la cita de La nueva revolución humana que he escogido.

Una vez salimos del confinamiento, me llamaron para asistir a algunos recitales, participar en una mesa redonda en una feria de editores, escribir una reseña remunerada… Que te paguen por ejercer de poeta, y más en estos momentos, es casi un milagro. Además, en septiembre, mes en el que iba a participar en un festival de poesía, contra todo pronóstico el Ayuntamiento no lo canceló y siguió adelante.

Ya en la segunda ola, ante la imposibilidad de realizar presencialmente un taller que había acordado con una librería, les propuse hacerlo por videoconferencia. No era solo una cuestión económica: mi intención era ayudar a estos amigos libreros, porque el pequeño comercio lo está pasando francamente mal. Y fue un éxito. Tanto, que hemos acordado reanudarlo en enero; los participantes quieren seguir.

Otro taller que realizo desde hace dos años en una fundación, y que me permite compartir la poesía con personas mayores para quienes esta actividad es muy importante, no se canceló a pesar de ser presencial, y se está desarrollando siguiendo las medidas sanitarias, en dos grupos burbuja.

Uno de los beneficios más importantes es que este año hemos encontrado una ortopedia muy buena para mi hija, después de 7 años de búsqueda, con una persona en quien podemos confiar de verdad. Pero el mayor beneficio es que, a pesar del dolor que a veces siente, la pequeña está más contenta y activa que nunca. Yo lo interpreto como una manifestación de la «alegría ilimitada de la Ley»[4] de la que habla el Gosho y por la que oro cada día, y estoy convencida de que es el efecto de todo mi esfuerzo.


[1] ↑ IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, vol. 4, Rivas-Vaciamadrid: Ediciones Civilización Global, 2008, pág. 328.

[2] ↑ Unidad de volumen utilizada antiguamente en Japón.

[3 ↑ La enseñanza que concuerda con el propósito del Buda, en END, pág. 1012.

[4] ↑ La felicidad en este mundo, en END, pág. 715.

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