Un verano de esperanza


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El verano es un momento en el que algunas personas pueden tomarse un descanso, cambiar de aire y de ritmo y, deseablemente, recobrar fuerzas para afrontar el otoño y el invierno. También es cierto que para otras personas representa, en contraste, la temporada en la que su rutina se vuelve más exigente.

Sin embargo, en los últimos años el verano está adquiriendo –para unos y otros– una nueva dimensión. Se ha convertido en un período en el que se experimentan con intensidad creciente los efectos de uno de los principales desafíos que tiene ante sí la humanidad: el cambio climático.

Observando el mundo de hoy, es fácil sentirse desesperado. Una especie de impotencia parece ser el estado de ánimo predominante […]. Todas las decisiones sobre temas importantes parecen tomarse en algún lugar fuera de nuestro alcance. ¿Qué puede lograr una persona frente a las grandes fuerzas que gobiernan nuestro mundo? La corriente de la época puede parecer tan rápida y compleja como abrumadora.[1]

En las páginas de esta revista se han abordado en algunas ocasiones las consecuencias que los importantes retos de futuro de nuestra sociedad pueden llegar a tener, especialmente, en las generaciones más jóvenes y en quienes se preocupan por su desarrollo. Desde luego, ver el aire enturbiado por humo procedente de enormes incendios forestales en Canadá, que ha viajado más de cinco mil kilómetros hasta llegar hasta España, y que, poco después, el cielo se tiña de nuevo con polvo del Sáhara, acompañado de temperaturas récord, es algo que inquieta. Ante la combinación de crisis actuales, junto al sentimiento que se ha denominado «ecoansiedad»[2] están ganando presencia posicionamientos que llegan a ser tan extremos como el «antinatalismo». Un defensor de esta última opción ha resumido su motivación afirmando que, «en resumidas cuentas, […] vivir no compensa las múltiples formas de sufrir».[3]

Esto no puede dejar indiferente a alguien que, desde la corriente Mahayana, practique o simpatice con el budismo. Se da la circunstancia de que el origen de esta filosofía se encuentra, precisamente, en la búsqueda de respuestas por parte de un joven a la pregunta sobre cómo hacer frente de la mejor manera a los sufrimientos de la vida, y en sus hallazgos. Inmediatamente después de su iluminación bajo el árbol Bodhi, Shakyamuni enunció las Cuatro Nobles Verdades de las que había tomado conciencia, la última de las cuales concluye que existe un camino para trascender dichos sufrimientos de la vida… desde la vida.[4]

No creo que las personas sean impotentes. La tradición filosófica que abrazo enseña que, en el nivel más esencial –el de la vida misma–, cada vida humana forma parte de la fuerza vital ilimitada del cosmos. El mismo poder que mueve el universo existe dentro de nuestras vidas. Cada individuo posee un inmenso potencial, y un gran cambio en la dimensión interior de la vida de un individuo tiene el poder de conmover la vida de otros y transformar la sociedad. Todo empieza por nosotros…[5]

Resulta significativo que, al inicio de esta cita –que procede, como la anterior, de un escrito de Daisaku Ikeda que ha inspirado este artículo–, se encuentre la palabra «creo». Como en Nam-myoho-renge-kyo, la frase con que Nichiren Daishonin definió aquella verdad fundamental a la que el Buda histórico había despertado, todo parte de la actitud, de la convicción, del compromiso personal (nam).[6]

El término que mi maestro, Josei Toda, utilizó para denominar este proceso de transformación interior que también transforma nuestro entorno fue «revolución humana». Y creo que es la más fundamental y la más vital de todas las revoluciones. Puede generar cambios más duraderos y valiosos que las revoluciones políticas, económicas o tecnológicas. Porque, sin importar cómo cambien los factores externos, el mundo nunca mejorará mientras que las personas sigan siendo egoístas y apáticas.
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Un profundo cambio interior para mejor en un solo individuo –es decir, una persona que se hace más sabia, fuerte, compasiva– es el primer paso esencial en el camino hacia concretar una coexistencia pacífica y la plenitud de toda la humanidad. […] Cuando cambiamos nuestra determinación interior, todo comienza a moverse en una nueva dirección. En el momento en que tomamos una decisión poderosa, cada nervio y fibra de nuestro ser se orienta inmediatamente hacia el cumplimiento de esta meta o deseo. Por otro lado, si pensamos «Esto nunca va a funcionar», cada célula de nuestro cuerpo se desinflará y dejará de luchar.
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La esperanza, en este sentido, es una decisión. Es la decisión más importante que podemos tomar. La esperanza lo cambia todo, empezando por nuestras vidas. La esperanza es la fuerza que nos permite actuar para hacer realidad nuestros sueños. […] Mientras tengamos esperanza, no habrá nada que no podamos lograr.[7]

Una persona que leyó estas palabras, regocijada, añadió: «¡Y lo maravilloso de la esperanza es que, cuanto más la compartimos, más aumenta en nuestras propias vidas!».[8]

A través del diálogo, compartiendo experiencias y determinaciones, hagamos que esta estación cobre un nuevo significado todavía: ¡el de «verano de la esperanza»!


Distrito Avance Ilimitado | Foto: Jeff Welliver

En la SGEs, ya están en marcha los preparativos del examen de Introducción al Budismo, o de Grado I, programado para el mes de noviembre. Como leemos en la sección «Estudio» de este número, cuanto más estudiamos el budismo Nichiren, «más abrimos las puertas hacia una vida de felicidad y de victoria. El estudio budista expande y enriquece nuestro estado de vida interior». La imagen que presentamos, tomada en una reunión de estudio de este distrito del norte de Alicante, ilustra esa condición vital alegre y triunfal.

Envío de imágenes a: prensa@ediciones-civilizacionglobal.com


[1]IKEDA, Daisaku: Hope is a Decision (La esperanza es una decisión), Nueva Delhi: Eternal Ganges Press, 2018, págs. 3-5, citado en Civilización Global, n.º 189, enero 2021, sección «Año Nuevo» (adaptado).

[2]Véase, al respecto, Civilización Global, n.º 210, noviembre 2022, sección «En sociedad».

[3]Véase ORTÍ, Antonio: «La filosofía que rechaza tener hijos: el desespero generacional que lleva al antinatalismo», La Vanguardia, 30/5/2023. El pasaje citado alude a Miguel Steiner, doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona, quien menciona, como causas de sufrimiento, «el hambre, las guerras, las catástrofes naturales, las torturas, los accidentes, los refugiados, las enfermedades físicas y mentales, el cambio climático, la desaparición de especies, la contaminación atmosférica, el imparable número de suicidios…».

[4]El camino para este logro es el Óctuple Sendero o, en otras palabras, la práctica budista.

[5]IKEDA, op. cit.

[6]Puede leerse más sobre ello, y ver un vídeo ilustrativo, en el sitio web global de la Soka Gakkai.

[7]IKEDA, op. cit.

[8]Civilización Global, n.º 189, enero 2021, sección «Año Nuevo» (se ha añadido la conjunción inicial).

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