Construyendo puentes de esperanza


En el 70.º aniversario del Departamento de Mujeres de la Soka Gakkai

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Hace justo un año, Ikeda Sensei nos recordaba que «la empatía con las aflicciones de otras personas; la oración por la protección y la seguridad de los demás; el cuidado y la consideración por quienes nos rodean; la cálida disposición a dialogar con sabiduría y con corazón abierto para compartir las alegrías de la gente […]. Todas estas son formas de superar las divisiones de nuestra sociedad, unir el corazón de las personas, y construir puentes de esperanza y confianza».[1]

Sin duda, estamos avanzando más que nunca en esta dirección a través de nuestra campaña de «Cien mil diálogos de esperanza», tomando la iniciativa y convirtiéndonos en generadoras de esperanza en el lugar donde se encuentra cada una de nosotras.

Junio es un mes importante para las mujeres de la Soka Gakkai: por un lado, hace 70 años Josei Toda fundó el Departamento de Mujeres, el primero en ser creado; por otro lado, el 16 de este mismo mes conmemoramos el día del Departamento de Mujeres de la SGEs.

Refiriéndose a nuestro departamento, en 1960 Ikeda Sensei escribió en su diario: «Podríamos atribuirle otros nombres: organización femenina más grande del mundo; agrupación cultural; organización para la liberación de la mujer; agrupación de mujeres con criterio propio e ideas humanísticas modernas; organización para la búsqueda de mejoras en la calidad de vida».[2] Lo cierto es que desde entonces, la red solidaria de mujeres Soka se está fortaleciendo año tras año gracias al apoyo de todas y todos.

Este mes es un buen momento para profundizar en nuestro compromiso de demostrarnos a nosotras mismas y a los demás que el «palacio de la felicidad»[3] existe en nuestras vidas, y que es ese palacio interior lo que nos permite convertir cada situación en un trampolín para avanzar en nuestra revolución humana y transformar el karma.

Para reflejar esta postura, hemos querido dar voz a siete mujeres que comparten sus experiencias. Inspiradas por nuestras compañeras, vamos a seguir avanzando, construyendo tantos puentes de esperanza como nos sea posible.

El equipo de responsables del Departamento de Mujeres de la SGEs


AGUSTINA BASSANI · BARCELONA

Soy argentina y vine a España con mi familia cuando tenía 9 años. Soy la mayor de cinco hermanos y mi casa era un hogar muy alegre y ruidoso. Nuestra vida familiar cambió cuando, a mis 18 años, mi hermana Julia murió atropellada por un coche. Después de esa pérdida, mi madre desarrolló una diabetes muy severa y mi padre cayó en una profunda depresión.

Poco a poco, conseguí seguir con mi vida: me licencié, me enamoré, viajé…  Pero unos años después, perdí a mi mejor amigo en un accidente y la salud mental de mi padre comenzó a empeorar tras su separación de mi madre, hasta que finalmente falleció en circunstancias muy dolorosas para nuestra familia.

Durante todo este proceso, mis hijos eran muy pequeños, y mi relación de pareja se vio afectada. Poco después de la pérdida de mi padre me separé, y a partir de ahí me limité a sobrevivir.

Soy profesora de español para extranjeros y un día una alumna de Italia me habló de la práctica. Empecé a entonar daimoku sin entender muy bien lo que hacía, hasta que comencé a sentir una profunda alegría, acompañada de la certeza de que todo estaba bien, y que a pesar de todo lo vivido, yo también podía ser feliz. Como leemos en los escritos de Nichiren Daishonin: «Sin percibir la naturaleza de su propia vida, uno no puede erradicar sus graves faltas».[4]

Con el gran apoyo de mi amiga, pude profundizar en la fe hasta que recibí el Gohonzon el día del cumpleaños de mi hermana Julia.

Ahí entendí que el budismo Nichiren era un regalo para cambiar mi vida y mi entorno. A día de hoy, y como gran prueba de mi revolución humana, tengo una relación maravillosa con el padre de mis hijos, su mujer y sus dos hijos. Siento que formamos una gran familia, como lo fue la mía.


SHEILA SANCHO · ALCORCÓN

Conocí este budismo en marzo de 2015 gracias a mi hermana y justo un año después recibí el Gohonzon. En agosto de ese mismo año me operaron para colocarme una prótesis total en la cadera, puesto que nací con una luxación congénita y con el tiempo había desarrollado artrosis. A partir de ese momento enfrenté una serie de obstáculos que –estoy segura– no hubiera superado sin esta maravillosa práctica.

En la operación me dañaron el nervio ciático, y me desperté sin poder mover el pie y con un dolor muy intenso. Fue duro psicológicamente, pero gracias al Gohonzon y a mi daimoku diario saqué la fuerza para luchar minuto a minuto con las nuevas circunstancias, y salí victoriosa de todas las batallas que siguieron: con los médicos para que reconocieran la lesión y me dieran el tratamiento adecuado para el dolor; conmigo misma para confiar en mi recuperación al 100%, a pesar de que no me lo aseguraban (¡ya he recuperado el 95% de la movilidad del pie!); y finalmente con la Seguridad Social que, a pesar de tener cotizados 22 años de trabajo, me denegó la incapacidad permanente dos veces.

En estos años, a pesar de los obstáculos (¡tuve que luchar hasta con el abogado que me habían asignado, que decía que no teníamos nada que hacer!), siempre estuve determinada a salir victoriosa, redoblé mi daimoku por la justicia y confié. El 16 de septiembre de 2020, después de 4 años, el Tribunal Superior de Justicia me reconoció la incapacidad permanente absoluta y, hasta que me recupere totalmente, cobraré el 100% de mi nómina.

Además, aunque nunca me ha gustado mucho estudiar, he decidido aprovechar este tiempo de recuperación para estudiar a distancia un grado universitario de psicología, y dedicar mi vida a ayudar a los demás.


PAQUI CABEZA · SEVILLA

Mi vida se ha caracterizado por una lucha constante para alcanzar diferentes objetivos, no siempre obteniendo los frutos esperados y sufriendo mucho en el camino. Reflexionando sobre ello, observo que tiene que ver con mi karma familiar, donde se repiten elementos comunes: el desgaste, la autoexigencia y la sensación de ir remando contracorriente. Si bien, es importante poner empeño y energía para alcanzar diferentes metas en la vida, yo me he propuesto disminuir el nivel de sufrimiento y ser feliz en esa travesía, y el camino para lograrlo lo he encontrado en la práctica.

A través de ella puedo ver más allá de lo que está ocurriendo y buscar un sentido más profundo de las cosas. Con esta nueva postura veo las dificultades y los obstáculos con mayor sentido. Algo que antes percibía como «desgracias» que únicamente me pasaban a mí y que me desanimaban bastante, ahora siento que soy capaz de superarlas de una manera más consciente y sin estancarme en ellas. Puedo decir que son un impulso para perseverar.

Durante mis cinco años de práctica he enfrentado numerosas transformaciones importantes: familiares, de pareja, traslado de casa, de ciudad… La más reciente ha sido un cambio profesional radical: después de 19 años en mi antiguo empleo, he comenzado una trayectoria como docente en un centro de enseñanza secundaria, lo que ha supuesto salir de mi zona de confort y afrontar grandes desafíos, especialmente en tiempo de pandemia.

Concluyo haciendo referencia a unas palabras del Daishonin con las que me siento identificada: «Sufra lo que tenga que sufrir, goce lo que tenga que gozar. Considere el sufrimiento y la alegría como hechos de la vida, y continúe invocando Nam-myoho-renge-kyo, pase lo que pase. ¿Cómo podría ser esto otra cosa que la alegría desbordante de la Ley?».[5]


ATXEDENE LEGARRETAETXEBARRIA · MUNGIA

Conocí el budismo Nichiren Daishonin y la filosofía de Daisaku Ikeda gracias a una buena amiga. Aunque me gustaban las experiencias que me contaba, al principio no tenía mucho interés. Me decidí a probar en un momento difícil de mi vida: la primera vez que entoné Nam-myoho-renge-kyo fue un antes y un después para mí, así que decidí empezar a participar en las reuniones de diálogo.

En las actividades aprendí que si cambia uno, cambia su entorno, y mi determinación de cambiar lo que más me costaba, me llevó a sacar la voz para hacerme oír. En el camino de mi revolución humana he podido dejar atrás mis miedos, aceptar mis errores, y he sacado valor para concretar, entre otros, un reconocimiento profesional, el sueño de tener una casa y –lo más importante– sabiduría para acompañar a mi hija pequeña en la etapa adolescente.

Hoy siento una gran paz interior y una fuerza vital que nunca antes había sentido.

Así como yo conocí el budismo gracias a una gran amiga, naturalmente he querido que mis seres más cercanos también lo conocieran: familia, amigos, compañeras de trabajo… Hace más de un año que mi hijo mayor practica conmigo y asiste a algunas reuniones virtuales. Además, hace poco creé un grupo de Whatsapp con mis hermanos, mis cuñadas y mis sobrinos y sobrinas para enviarles cada día el aliento de Ikeda Sensei. A veces me han comentado que sienten que las orientaciones están escritas para cada uno de ellos, y algunos están empezando a practicar y a asistir a las reuniones.

«Una gota de agua que se vuelve eterna cuando se suma a una inmensa corriente»,[6] así me siento yo en la corriente de Soka Gakkai.


VARSHA GIDWANI · MADRID

Empecé a practicar cuando a mi prima le diagnosticaron cáncer de mama. Una de mis amigas me alentó a hacer daimoku por ella y así fue como empecé.

Sin embargo, al inicio surgieron problemas laborales, familiares e incluso, a mi madre también le diagnosticaron cáncer de mama. Cuando me dieron la noticia, reaccioné muy mal. Me había debilitado emocionalmente y todo lo que hice fue llorar. A la mañana siguiente hablé con mis responsables y me orientaron a que, en ese momento tan difícil en la vida de mi madre, yo fuera su fuerza y no al revés. Me alentaron a orar más, asistir a todas las reuniones y estudiar. Una de las cosas que más me ayudó a determinar mis metas fue escribirlas diariamente. Así que comencé a entonar daimoku con la determinación poderosa de que mi madre superaría esta enfermedad como un «león rey»[7] y escribí los diagnósticos que quería escuchar.

Una buena mañana mientras oraba, el médico me llamó y me dijo exactamente lo que había escrito: mi madre había sido muy afortunada, le detectaron el tumor al comienzo por lo que no necesitaría quimioterapia. Se sometió a ciertos protocolos médicos pero todo fue como una brisa. Era como si el universo colaborara para ayudar a que mi madre se recuperase rápidamente.

Como dice el Gosho: «El invierno siempre se convierte en primavera»[8] y hoy puedo afirmar que me he convertido en una persona mucho más fuerte. La enfermedad de mi prima está bajo control y la recuperación de mi madre resultó favorable. A través de esta experiencia no solo he cambiado el karma de la salud en mi familia, si no que he podido transformar mi miedo en fuerza interior. Mis amigos y familia se sorprenden al ver una versión mucho más fuerte y positiva de mí misma.


NEUS HUMANES BUSQUET · SANT ANTONI DE VILAMAJOR

Mi primer contacto con la práctica fue a través de mis vecinos. Cuando tuve ocasión les pregunté en qué consistía. Esa misma tarde entonaron Nam-myoho-renge-kyo y aunque no noté nada especial, siempre lo tuve en mente.

En 2015 en un reencuentro con mi hermana, le conté que estaba agotada, no podía con los gastos económicos y me parecía imposible levantar cabeza. Entonces me habló de la práctica y me alentó a contactar de nuevo con estas personas. No dudé en llamarles, necesitaba una solución. Esa misma semana empecé a entonar daimoku y enseguida noté cómo la espiral negativa en la cual me encontraba se estaba frenando: las deudas estaban allí, pero las preocupaciones las vivía de otra manera. Un año después recibí el Gohonzon y al cabo de tres años, se formó el grupo Montseny.[9]

La práctica ha estado muy presente en mi vida familiar; mi compañero, aunque no practica, siempre me ha respetado y apoyado para que pudiera participar en todas las actividades de Gakkai. Durante la adolescencia de mis dos hijos, cuando necesitaba hablar con ellos, primero oraba para tener las palabras precisas y poder dialogar sin alterarnos ni discutir. Muchas veces terminábamos abrazados.

En el trabajo, decidí orar por cada uno de mis compañeros y noté como fueron acercándose, dándome los buenos días con una sonrisa y preguntando como me encontraba. Durante la pandemia, mi situación en ERTE se alargó, mi economía volvío a resentirse, pero decidí orar cada mañana dos horas y determiné que esta situación no iba a ahogarme. Como dice Ikeda Sensei: «Cuando una integrante del Departamento de Mujeres hace su revolución humana basada en las oraciones al Gohonzon, se convierte en un sol de esperanza que alumbra a su familia, a sus seres amados, al vecindario y a la sociedad».[10]


EVA MARÍA MARTÍNEZ GARCÍA · VALLE GRAN REY – LA GOMERA

Vivo en La Gomera desde hace casi 13 años. Estando en mi negocio, al sexto año, cuando ya no podía mantenerlo más, conocí a una chica estupenda que me habló de la práctica. Para mí fue algo muy especial y sin dudarlo, a partir de ahí, empecé a practicar.

Desde entonces hasta que recibí el Gohonzon, todo se empezó a mover: mi situación familiar mejoró; me reencontré con mi amiga de toda la vida; dejé una relación de pareja no sana; cerré mi negocio, pudiendo pagar todas mis deudas y además recibí ayudas económicas, ya que mi situación como autónoma me había dejado sin derecho a nada. A raíz de ahí, empecé a participar cada vez más en las actividades de la Soka Gakkai y comencé a estudiar, teniendo muy claro hacia dónde quería orientar mi futuro. El entonar daimoku me daba seguridad y afianzaba mi vida.

Fui aprobando hasta el día de hoy todos mis exámenes y en diciembre de 2020 me ofrecieron un contrato de un año como jardinera en el Ayuntamiento, lo cual ha sido todo un descubrimiento para mí. ¡Me llena muchísimo! Arreglo los jardines con todo mi corazón para que los habitantes del pueblo los disfruten. Ahora mi madre está muy contenta y tranquila porque ha visto todos los cambios en mí y reconoce que son fruto de la práctica.

Me he sentido muy identificada con el principio budista al que Ikeda Sensei alude a menudo de «convertir el veneno en medicina» y con estas palabras suyas: «Los verdaderos campeones de la humanidad son quienes mantienen la calma, la resolución y la compostura inalterable, mientras asumen la responsabilidad de trabajar por el bienestar y la seguridad de la gente, ellos transforman el lugar donde están en una perpetua tierra de Buda».11 Estoy muy agradecida a mis compañeras de fe que tanto me han alentado, y determino seguir compartiendo la Ley con más personas cada vez.


[1]Véase, en Civilización Global, n.º 183, julio 2020, la sección «Punto de partida».

[2]Ib., pág. 7.

[3]Ib., nº 191, marzo 2021, la sección «Especial».

[4]El logro de la Budeidad en esta existencia, en END, pág. 4.

[5]La felicidad en este mundo, en END, pág. 715.

[6]IKEDA, Daisaku: «El Seikyo Shimbun, estandarte de la alegría y de la inspiración», editorial de abril de 2021.

[7]Véase, en Civilización Global, n.º 181, mayo 2020, la sección «Punto de partida».

[8]El invierno siempre se convierte en primavera, en END, pág. 560-562.

[9]Neus es actualmente vicerresponsable en el grupo Montseny.

[10]Véase, en Civilización Global, n.º 178, febrero 2020, la sección «Estudio mensual».

[11]Ib., n.º 192, abril 2021, la sección «Punto de partida».

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